Capítulo nueve.

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Louis cayó de rodillas ante mí gruñendo de dolor mientras apretaba su hombro con una mano y tomaba mi pierna con la otra.

― ¡Me disparaste!

―Yo... ¡Yo no quería! ¡Tú me obligaste! ―me aparté de él dando torpes pasos hacia atrás.

― ¡No hablaba enserio! ―gruñó.

Estaba doblado frente a mí, perdiendo sangre ¿Qué se supone que debía hacer? No estaba preparado para algo así, jamás había tenido un arma en mis manos, ni siquiera aquella posibilidad cruzaba por mi cabeza. Y ahora, no solo la había disparado, sino que había herido a quien tenía enfrente.

Louis respiraba con dificultad y yo no podía salir del transe en el cual me encontraba. Realmente no tenía idea de que hacer.

Lo empujé con mi pie haciéndolo caer al suelo de espaldas, tenía la intención de quitar las llaves de su ropa interior y huir. Pero ver su expresión de dolor mientras el sudor recorría su frente me hizo sentir una enorme culpa. Y si, era el culpable.

―Por favor ―pidió viéndome a los ojos con desesperación y dolor.

Bajé mi mirada para al fin darme cuenta que la bala había impactado en su abdomen bajo. Y por lo poco que sabía de anatomía en aquella zona habían vasos sanguíneos, también se encontraba el páncreas y probablemente algún otro órgano vital que no recordaba. Louis moriría desangrado y yo, me convertiría en un asesino; Entré en pánico.

― ¡Dime que hago! ―grité abrumado y presioné con fuerza la zona del disparo. Mis manos se tiñeron de un rojo oscuro y sentía la humedad de su sangre en ellas aun cuando la de él estaba debajo.

―el botiquín ―dijo apenas audible.

¡Maldita sea! ¡Estaba débil! Eso no podía ser una buena señal. Lo solté de inmediato y me incorporé para correr hacia el baño.

Tiré algunas cosas al pasar, siempre había sido torpe, en una situación así superaba mi propio límite. Estaba desesperado.

― ¿Ahora qué? ―pregunté al llegar nuevamente a su lado, arrodillándome junto a su cuerpo extendido en el piso. Apoyé el botiquín y lo abrí para observar que había dentro.

―La bala... ―me miraba a los ojos con una expresión de dolor que me hacía sentir la peor basura del mundo.

― ¿Qué con eso? ―pregunté desentendido.

― ¿Dónde está?

Terminó de hablar y miré a nuestros alrededores intentando capturar con la mirada el casquillo, o lo que fuera, no sabía por qué estaba compuesta una bala, no sabía si al dispararse se desarmaba, si caía fuera, si impactaba y entraba al cuerpo ¡No sabía nada!

―No la veo Louis ―dije al fin y rasqué mi nuca.

Él quitó la mano de su herida y entre la sangre vi algo que brillaba, podía apostar que era de color dorado pero apenas se divisaba ya que estaba unos centímetros dentro de su piel.

―Quítala Harry, quítala― volvió a apretarse y volví mi vista al maletín pero no había nada que me ayudara a quitar la bala, estaba algo profunda y no podría hacerlo con mis propias manos.

― ¿Con qué? No hay nada aquí ―él no respondió, cerró sus ojos y su mano resbaló por su abdomen hasta golpear contra el piso― ¿Louis? ―mis ojos se abrieron como platos y tragué saliva― Maldita sea Louis ¡No te mueras! ―me levanté con rapidez y corrí a la cocina, abrí cada unos de los cajones temblando, las cosas caían mientras yo revolvía hasta que al fin en uno de ellos había unas tijeras, estaban algo oxidadas y eso no era bueno, pero era lo único que tenía y debía quitar la maldita bala.

Stockholm syndrome {Larry Stylinson. EN EDICIÓN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora