Cap 7. Cómo apaciguar a una leona.

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Lo nuestro es un imposible, sé que debo ser realista y pensar que sólo serás un deseo que morirá enterrado bajo el peso del tiempo, cuando abandone el colegio y sólo seas una figura ensombrecida por la distancia... todos estos sentimientos que guardo por ti, morirán en el desván de mi mente.

Pero al igual que no llueve hacia el cielo, ni los gallos cantan al anochecer, ni los peces nadan en la tierra, sé con certera algo que jamás el tiempo me podrá arrebatar. Tú siempre serás el primer hombre al que amé, la primera persona de la cual me enamoré perdidamente.

Así que te amaré por siempre y nunca podré olvidarle.

Cap 7. Cómo apaciguar a una leona.

Hermione se despertó abruptamente, aterrada y desorientada, con un grito sordo muriendo en su garganta, que había sido incapaz de liberar a la oscuridad de aquella habitación.

La realidad la llevó a la calidez del abrazo de Snape, que dormía junto a ella, envolviéndola entre sus brazos protectores, a su respiración serena acompasada, a sus cortinas de cabello negro derramado por su rostro y la almohada.

Contemplar a su profesor dormir la consoló, consiguiendo el sosiego que tanto anhelaba.

Había sufrido una pesadilla, una asquerosa y tenebrosa pesadilla.

Su subconsciente, que era su peor enemiga en ocasiones, había deseado perturbar su descanso, torturarla, sacando de su mente el recuerdo de la tarde anterior, retorciéndolo con un desenlace diferente. Voldemort había torturado al profesor ante ella y cuándo se había cansado de jugar con él, lo había asesinado. Cuándo aquella repugnante criatura había asestado su golpe final contra ella, se había despertado, horrorizada ante el recuerdo de su sueño tan perturbadamente realista.

El cadáver ensangrentado de sus sueños afortunadamente no había sido real... Snape estaba bien, estaba allí con ella, vivo, aunque las heridas que aún conservara en la cara gritaban que no estaba todo bien.

Alzó una mano y con un dedo, siguió la estela de las heridas del profesor por su rostro, sin llegar a tocar su piel pálida, formando un mapa siniestro hacia dónde iba su nuevo camino a seguir.

El hombre arrugó la nariz y soltó un gruñido en sueños, así que retiró los dedos ante el temor de despertarle.

Era una gran bestia herida en su madriguera. Soltó una triste sonrisa ante sus pensamientos y se juró que no iba a permitir que volvieran hacerle daño. Las cicatrices que iban a formarse en la cara del hombre, serían testigos silenciosos de aquella promesa que estaba lanzando a la oscuridad de la noche.

Hermione intentó moverse un poco, al menos para cambiar de postura, pero el hombre aún dormido, intuyendo que podría escapar, dejó escapar otro gruñido gutural y se aferró aún más a su abrazo, estrechándola contra su cuerpo, como si quisiera confirmar que aún estaba allí.

Hermione se dejó envolver, dejando que aquel cálido sentimiento de placidez la invadiera, que saltara sobre ella, abandonándose a la paz que le transmitía. Era casi increíble que un hombre que despertaba el recelo e incluso temor en la gente, pudiera transmitir aquella candidez mientras dormía.

Por la poca claridad que entraba por la ventana, Hermione supuso que aún era muy temprano, así que se acurrucó como un animalillo en su madriguera a contemplar a su profesor dormir.

Jamás imaginó que terminarían compartiendo una intimidad como aquella y aunque se sentía feliz de tenerle de alguna manera, todo lo que había conllevado aquello había sido un precio muy elevado, pero estaba más que dispuesta a pagar.

Te esperaré en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora