Prólogo

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Oscuridad.
Todo es negro y hay un silencio sepulcral, no puedo ver nada, no escucho nada, todo esta en calma.

Y de pronto, siento dolor, mucho dolor, me quema, como si un metal caliente atravesara mi pecho. No puedo respirar, abro la boca en busca de aire pero no es suficiente.

El dolor crece y se hace más fuerte a cada segundo, inunda todo mi cuerpo y me produce un calor infernal, mi corazón late desbocado produciendo aún más calor deseando poder arrancarlo para que este infierno termine.

Todo el silencio ha sido reemplazado por gritos, gritos intensos y lamentos pidiendo por ayuda que me provocan escalofríos.

Abro los ojos pero los cierro de inmediato cuando una luz me ciega, trato de volver a inhalar pero siento que el oxígeno no llega a mis pulmones, trato de mover mis brazos pero en cuanto lo intento una corriente nace desde mis pies y recorre todo mi cuerpo hasta mi cabeza provocando un dolor punzante.

Quiero abrir los ojos de nuevo pero no reacciono a mis movimiento, quiero gritar, quiero moverme, quiero que deje de doler pero crece cada vez más. Trato de juntar todas mis fuerzas pero es inútil, el dolor no me permite hacer nada y comienzo a desesperarme.

Los gritos no cesan y parecen más cerca que antes como si estuvieran justo dentro de mi cabeza. Siento una presión en distintas partes de mi cuerpo que me quema con tan solo un ligero roce, es una sensación como si pusieran cosas pesadas y calientes sobre mi piel.

En cuestión de segundos, los gritos van disminuyendo como si me estuviera alejando de ellos, todo el sufrimiento se esfuma haciéndome entrar en calma, mi corazón comienza a disminuir sus latidos y mis sentidos por fin empiezan a reaccionar captando la realidad.

Junto las pocas fuerzas que tengo y logro abrir los ojos encontrando de nuevo la luz que había visto desde el principio, veo manchas negras que se mueven por todas partes con demasiada lentitud. Otra luz inunda mi visión, esta mas cerca que la otra y se mueve de un lado a otro por debajo de una mancha negra que va aclarándose con el tiempo.

Es una persona que me analiza fijamente, quita la luz de mis ojos y parece que dice palabras porque abre su boca pero no escucho nada de lo que dice, pasó mi vista por toda la habitación, es blanca y pequeña sin nada más en sus paredes, todas las manchas negras se esclarecen mostrándome a personas que van de un lado a otro.

Miro fijamente a una de ellas que toma mi brazo para insertar algo por un tubo y de nuevo tan rápido como llega se va, la calma me dice adiós para abrirle paso de nuevo al dolor. Mi pecho vuelve a quemar y los gritos otra vez revientan mis oídos.

Me doy cuenta de que son míos, los gritos desgarradores que escuche desde la primera vez son míos, puedo ver que tratan de inyectarme algo y me muevo, pese a todo el dolor que parece multiplicarse, no dejo que me toquen, tienen que tomarme entre mas personas para lograr que me quede quieto.

Mi visión vuelve hacerse borrosa y siento una sensación de cosquilleo que va desde mis ojos hasta mis mejillas y se pierde en mi cuello. Estoy llorando y no sé el porque, no aparto mis ojos de la cegadora luz mientras otra vez el dolor vuelve a desaparecer, el sueño y cansancio se abren paso en mi mente ordenándome cerrar los ojos.

—Tranquilo Isaac, ya estás a salvo —una voz se escucha a lo lejos pero no logro reconocerla.

¿Quién es Isaac?

—Llámalo —es una mujer, esa voz es de una mujer—. Dile que su escorpión favorito ha despertado.

—No recordará nada, ¿Cierto?

—No, todo será como se planeó.

Y con esas últimas palabras otra vez la oscuridad me toma entre sus brazos para llevarme lo más lejos de la realidad.

ColapsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora