Capítulo IV

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TIEMPO
Escenas no aptas para todo público.

Isaac

19 de julio. 12:30 am

Tiempo.
Lo que siempre pedimos, lo que siempre dejamos ir.
Se necesita de un solo segundo para poder avanzar, de un solo segundo para retroceder.
Solo se necesita de un segundo para poder quitar una vida.

Nadie dice nada, todos estamos callados con nuestros pensamientos a tope, se escuchan susurros de la gente abandonando el lugar, miro al hombre en él suelo, no lo conocía desde hace mucho pero sabía quien era y haberlo visto como lo hice me deja petrificado, congelado y no solo porque acabo de verlo convulsionarse para después morir si no porque siento que no es la primera vez que miro a alguien hacerlo.

Los médicos dijeron que podía presentar algunas lagunas al estar frente algo familiar o conocido, algo a lo que estuviera unido para que mi mente reaccionara, pero lo que nunca me espere, es que la muerte fuera una de ellas.

Las pocas personas abandonan el lugar siendo guiadas por los de seguridad con un mal sabor de boca, sus rostros y lo pálido que están, lo demuestra.

Daniel camina con las manos en los bolsillos mientras que Alejandro está con el peritaje, Monserrat está sentada con una taza en las manos tratando de calmarse, a su lado Valentina la acompaña, los oficiales le hacen preguntas pero desisten al ver qué no se encuentra en una adecuada disposición.

Isabel huyó despavorida apenas vio la escena como todos los demás, ni siquiera me dio tiempo de poder hablarle de nuevo, en cuanto la policía llegó ella se marchó.

Ya es media noche y lo que debió terminar como un gran espectáculo fue el escenario de una escena digna de una película de terror, estoy tan agotado que no puedo evitar que mis ojos se cierren presas del cansancio.

Una pistola aparece en mi cabeza, una mano la sostiene, pero no es cualquier mano, es la mía, en ella puede verse el mismo tatuaje que tengo yo en la muñeca derecha, trium reginarum, veo el arma moverse, el cañón me apunta, los dedos tiran del gatillo, en el momento en que suena el disparo abro los ojos levantándome abruptamente de un susto llamando la atención de todos. ¿Qué diablos fue eso?

-Había una mosca -es lo único que se me ocurre. Me siento de nuevo sumergiéndome en mis pensamientos.

Tuve un accidente automovilístico hace 2 años, me encontraron en el auto inconsciente y lo único que llevaba conmigo era una credencial donde podía leerse el nombre de "Isaac" así como un pasador en forma de flor, caí en coma durante tres meses ya que había sufrido un golpe en mi cabeza que originó una inflamación en mi cerebro y debido a eso cuando desperté en la cama del hospital no había nada de lo que era, mi mente estaba en blanco.

En ese entonces conocí a una mexicana de nombre Monserrat quien junto a sus padres me ayudaron a sobrellevar todo este lío. Días después de despertar una noche una enfermera había entrado a mi habitación con la excusa de revisar mis signos vitales, a la mañana siguiente había una especie de carta en el pequeño mueble donde ponían mi comida.

Una advertencia para no volver, claro que había más cosas que no le conté a Isabel, eso es algo que solo me guardo para mi.
Y en cuanto a mi "sueño", había llegado una noche de la nada para nunca irse.

-¿Estas bien? -me pregunta Alejandro, no me había percatado de que había llegado a mi lado, los golpes en su cara tienen un ligero color rojo que seguro mañana serán morados.

ColapsoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora