Final de la historia.
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~Narra Hipo~
Ya han pasado siete años desde esa loca, increíble e intensa aventura con Mérida, ahora no sé nada de ella. Jamás la pude volver a ver y fue lo que decidí. Mi padre se enteró de Chimuelo y lo capturo, hizo que los guíara a el nido para atacar a los dragones, y yo con los otros vikingos fuimos a rescatarlo. Casi muero en el intento de acabar con un dragón gigante, pero Chimuelo me salvó la vida y mi padre logró aceptarlo. Perdí un tobillo, y con eso todo mi pie. Astrid fue desterrada de Berk, y descubrí que ella tenía capturada a mi pequeña hermanita Laia. La aldea celebró toda una semana el regreso de nuestra pequeña niña. Ella se parecía mucho a mi. Bueno a mi madre, tenía los ojos verdes más oscuros y el cabello castaño corto. Pero no terminó así todo. Al año siguiente tuvimos una batalla con un tal Drago, él y su dragón alfa son los causantes de la muerte de mi padre. Él murió sólo para salvarme y yo quedé como el líder de la aldea.
De los DumBroch no supimos nada, no hubo guerras ni conflíctos. Simplemente nos separamos y no nos volvimos a ver. Tampoco yo lo hice. No volví a el lado del bosque en el que conocí a Mérida, ni a el castillo, ni a la pradera... Sin embargo la extrañaba. Era inevitable no hacerlo, me gustaría saber de ella... ¿Qué es de ella? ¿Dónde está? ¿Estará bien? Sé que está viva porque he oído los rumores. Sin embargo ella nunca vino a visitar Berk, yo no fui a DumBroch y no pienso hacerlo. No tengo pareja, ni nada que tenga que ver con el romance. Aunque he superado a Mérida sigo enamorado de ella. No me siento mal por eso, no me dule pensarlo ahora. Es obvio que ella ha sido algo realmente importante en mi vida, y que la he amado como a nadie he podido amar, pero ella ya había sufrido mucho por culpa mía, casi muere, por culpa mía, pero sin embargo fue feliz, por culpa mía. Me hace sentir bien el saber que ya no debo preocuparme por tantas cosas, mi vida ha mejorado desde que la dejé, sin embargo mis sentimientos no cambian. Mi hermana me ha preguntado por qué me sentía tan deprimido, yo le conté todo, ella se sorprendió al ver que no había olvidado ni un sólo capítulo de la bella y triste historia.
Aquí estoy, en mi cuarto tirado en la cama, aun que no es de noche, pero no tengo nada que hacer. Agarro la libreta que alguna vez fue lo más presiado en mi vida y paso las páginas. Me río de lo que era mi ortografía, intento leer cosas incomprendibles, y de la libreta se cae una hoja arrugada, manchada y vieja. La agarro y veo el dibujo de mi pelirroja. Sus ojos, sus inconfundibles pecas, su pequeña naríz y sus delgados labios. Recuerdo el sabor y lo cálidos que eran. Que me sentía la persona más feliz del mundo cuando los besaba. Sonreí recordando su risa y me deprimí sabiendo que jamás la volvería a oír.
Escucho que la puerta de mi habitación se abre, miro para ver quien era y veo a Laia entrar con una sonrisa cálida y algo triste.
─ Hola Lai, ¿Qué pasa?─ Pregunto sentándome en la cama y dejando el cuaderno a un lado, pero con el dibujo aún en la mano.
─ Sé que estás deprimido─ Dijo sentándose a mi lado y poniendo una mano sobre mi hombro.─ ¿Hay algo que yo pueda hacer?
— No, no te preocupes, todo está bien Lai. —Dije y me levanté.— Voy a ir a dar un paseo con Chimuelo.
Abro la puerta, le doy una sonrisa a Laia y salgo escaleras abajo buscando a mi fiel amigo. Lo encuentro en los establos jugando con Beegie, el dragón de Laia, interrumpo su juego y él viene hacia mi, saludo a Beegie y subo en Chimuelo, tiro de el gancho amarrado a su cuello, no tan fuerte sino un empujoncito para que suba. Él se elevó sin problemas y comenzamos a volar en linea recta hacia DumBroch, aunque paré unos dos metros antes de llegar al castillo, y desendemos en el bosque. Digo a Chimuelo que guarde silencio y comienzo a caminar en la dirección en la que está el castillo. Escucho unas risas, la risa de Mérida, la risa de un hombre y de una pequeña niña. Escucho unos pequeños pasos y me sobresalto, me doy vuelta y veo a una niña con el cabello lleno de rulos naranjas y pelirrojos, unos redondos ojos celestes y una respingada naríz pequeña. La niña se asusta al verme y retrocede unos pasos. Sin embargo ella desvía la mirada a algo detrás de mi. Yo me doy vuelta y veo un árbol y una flecha clavada en él. Saco la flecha del árbol y la observo. La niña me mira con preocupación, yo sonrío tiernamente y me acerco a ella, me pongo de cuclillas al frente suyo y extiendo la mano para entregarle la flecha. La niña algo tímida la toma y sonríe de medio lado.
─ Gracias─ Dice tímidamente y se va corriendo hacia mi dirección.
Yo la sigo un poco después y escucho una voz muy familiar y la risa de la niña. Corro algunas hojas y ramas y me sorprendo.
Era Mérida, con Chris y la pequeña niña. Era feliz, reía y jugaba con su pequeña, le demostraba mucho cariño, debe ser su madre ya que la niña apenas llegó gritó "Mami, mami encontré la flecha". Sigo observándola, no ha cambiado mucho, aunque ya parece la adulta que es, tiene una corona en la cabeza al igual que Chris, y la pequeña niña una menos cargada y de plata, mientras que las de ellos son de oro con diamantes. La niña tira de la mano de ambos y los junta, ellos se dan un corto y pequeño beso... Sonrío de medio lado, por más que no sea conmigo Mérida estaba feliz, y eso me dejaba satisfecho. Mi pelirroja tenía una familia y era notoriamente feliz con ella. Recibía el amor que se merecía y el cariño que también daba. Era mi reina, estoy orgulloso de ella.
Doy una pequeña sonrisa a la familia feliz y suelto las ramas, doy unos pasos dandome vuelta y me encuentro con Chimuelo que me miraba con ojos tiernos. Sonreí y le acaricié la cabeza.
─ Vamos a casa─ Dije en susurro. Me monto en él y despega.
Durante estos veinte años de vida he aprendido que los amores pueden llegar por sorpresa o terminar en una noche. Que grandes amigos pueden volverse grandes desconocidos y que por el contrario un desconocido puede volverse alguien inseparable. Que el "Nunca más" nunca se cumple, y el "Por siempre" siempre termina. Que el que puede lo sigue, lo logra y lo consigue. Que el que arriesga no pierde nada y el que no arriesga no gana. Que si quieres ver a una persona debes buscarla, porque mañana será tarde. Que el sentir dolor es inevitable, pero que el sufrir es opcional. Y sobre todo he aprendido que no tiene sentido seguir negando lo evidente.
He pasado por tanto y he aprendido bastante. El odio es una palabra fuerte, que a veces deja mal entendidos y puede ser una palabra que cambia tu vida por completo. Puede lastimar a muchos pero siempre el más lastimado es el que la dice. "Te odio", eso simplemente puede destrozar a cualquiera. Pero ¿Saben qué? Hay una palabra que es mucho más fuerte, tiene más fuerza que mil emociones juntas un "Te amo" es escencial para la felicidad. El amor siempre lo vas a vivir, quizás todavía no te llegó, o tal vez te decepcionó, pero todos alguna vez nos enamoraremos... Sólo debes saber que es mucho mejor decir te amo a decir te odio.
¿Te amo o te odio? Di te amo, vive el amor, siéntelo. Pero aprende a superarlo.
Perdón por todo lo que he hecho Mer, no sé si tu me quieres ahora pero yo... yo
Te amo, no te odio.
Fin.
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Mericcup ¿Te amo o te odio? *corrigiéndose*
Fanfic"Es increíble como una persona puede cambiar tu vida de una forma tan radical". -No le recomiendo iniciar la lectura hasta que la historia haya finalizado su corrección. Leerla o no, lo dejo a su criterio.