Siento la sangre correr como una catarata. Muchas veces lo he hecho, pero nunca me sentí tan decidida como hoy. Odio mi vida, no aguanto más los maltratos de mi padre, me siento tan vacía.
-La cosa es que te cortes las venas, no el antebrazo.
-¿Travis?-pregunto dándome vuelta hacia él.
-Sí, así es
-¿Cómo entraste a mi casa? No me digas que fue por la ventana de nuevo porque te juro que llamo a la policía.-grito.
-Tranquila cielo, tu padre me dejó entrar, no tienes de qué preocuparte.
-¿Cómo que te dejó entrar? Él no deja entrar a mis amigos, nunca.
-Bueno, probablemente entré con una pequeña mentirita.
-¿Qué? Travis, ¿sabes lo que te hará mi padre si se entera?
-¿Llamar a la policía?-dice en tono de broma.
-ESO NO SERÍA NADA A COMPARACIÓN DE LO QUE TE HARÁ MI PADRE, ASI QUE POR FAVOR, VETE.
-No me digas que ya vas a comenzar a gritar, ¿por qué eres tan histérica?-pregunta dirigiéndose a mi cuarto.
-¿Histerica? ¿Yo? Espera, no vayas a mi cuarto, vete de aquí.-contesto siguiéndolo.
-Oye, nunca te lo dije, pero bonito cuarto.
-Basta, vete.-digo apuntándole la ventana.
-Tranquila, cielo, te enoja?
-¿Enojarme? Sí, mucho, y vete.
-¿Nunca te pusiste a pensar que todo esto pasa porque estamos destinados a ser?-pregunto acercándose a mi.
-Esto es sólo cosa del azar.-respondo alejándolo.
-Yo ya no creo en el azar desde que te conocí, estoy seguro de que todo esto tenía que pasar tarde o temprano.
-Mira, yo no sé en...-me calla con un beso.
Sí, así es, un beso. Travis me besó. Y no fue un simple beso... fue uno de esos besos que jamás se olvidan, esos que solo los dan los príncipes con los que sueñas encontrar algún día cuando eres pequeña.
-Te amo-digo. -Estoy completamente enamorada de vos.
-¿No dijiste que no me amabas?-pregunta sonriendo.
-Sí, pero dos que se aman se dicen cualquier cosa.-respondo.
-Yo también te amo, y mucho más de lo que me amas.
-Eso lo dudo.-sonrío.
