Fragancia

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Seiya y Saori corrían deprisa sobre el malecón de la ciudad en dirección al departamento del joven. La tormenta acababa de iniciar y con ello también la frustración de sus planes en ese día especial: cumplían dos meses de ser novios y habían querido celebrarlo con una cita por el centro, pero la lluvia había mermado sus planes, aparentemente.

Llegaron al recibidor de la casa de Seiya y se sacaron los zapatos de prisa. Escurrían en agua los dos.

— Ven, pasa —le dijo el chico, tomándola de la mano.

— Pero voy a llenar tu casa de agua —refutó ella negándose.

— Eso no importa... después podemos limpiar. Estás temblando preciosa, entra.

Ella accedió y entraron. Cruzaron la sala y después la cocina para quedar en el cuarto del chico. Seiya se dirigió hacia su armario y comenzó a rebuscar en los cajones. Encontró su chamarra favorita, era de color roja y de tela afelpada y se la colocó a Saori en los hombros.

— Espera aquí, iré a buscar unas toallas al baño —le indicó el castaño.

— G-Gracias —dijo un poco apenada por empapar la ropa de su novio. Se mantuvo de pie en medio de la habitación pues no quería mojar nada más, cuando un aroma familiar la invadió; la chamarra que le había dado Seiya tenía impregnada la fragancia del chico... Saori aspiró el aroma y soltó un suspiro de inmediato. Por alguna razón la piel se le erizó y comenzó a sentir nervios de encontrarse en la casa del pegaso. Hacía años que no había puesto un pie ahí de nuevo y en ese momento volvía entre circunstancias totalmente diferentes. Eran pareja ahora, desde hacía poco tiempo pero al fin estaban juntos. Atrás habían quedado las dudas y el escándalo en el santuario y ambos se estaban dedicando a vivir su amor plenamente.

Por reflejo, la de cabellos lilas se acercó a la cama de Seiya y pasó la palma sobre las sábanas blancas y la amohada. El corazón le dio un vuelco y sintió un cosquilleo en el vientre.

¿Qué me está pasando? —se preguntó con miedo. Comenzaba a sentirse ansiosa cada vez más y empezaba a imaginarse a Seiya muy próximo a ella.

— Listo, toallas secas—anunció Seiya regresando a la habitación—. Ven aquí voy a secarte —dijo y sin previo aviso colocó una toalla en la cabeza de ella y comenzó a tallarle el cabello.

— Y-Yo puedo hacerlo, Seiya

— Pero yo quiero hacerlo, déjame, prometo que será rápido.

— Esta bien —concedió ella que no dejaba de fijar la vista en el cuello de él.

Seiya revolvía con cuidado el cabello de su amada, sin importarle en lo absoluto que él siguiera mojado. La proximidad le permitió percibir la dulce fragancia que Saori despedía y eso le crespó los nervios. Muchas veces antes había notado el aroma natural de la doncella, pero parecía que la humedad la acentuaba más en ese momento y comenzaba a volverse loco.

— Esta es como la segunda vez que vienes a mi casa ¿no es cierto? —sonrió el pegaso.

— Si. La primera vez que vine fue cuando Ikki me mandó un citatorio para ti y quise advertirte de que esperaramos a que Shiryu regresara con tu armadura...

— ¿Sabes? En aquella ocasión mi casa estaba hecha un desastre y me dio tanta vergüenza que presenciaras mi desorden que limpié como en dos minutos la casa.

— ¿De verdad? Recuerdo que te dije que esperaba ver una habitación desordenada... ahora entiendo por qué estaba todo tan limpio, muy listo —comentó con una ceja levantada.

— Lo sé, lo sé. En verdad me dio pena... y también perdóname, sé que fui muy grosero en aquella ocasión — se disculpó recordando que se había dirigido a ella de una forma muy déspota—. Fui un tonto... —Seiya desistió con el cabello de la chica que ya no goteaba, dejó la toalla mojada sobre una silla que tenía próxima, se decantó por quitarle la chamarra y puso otra toalla seca encima de sus hombros y su vestido.

De la A a la Z Saint SeiyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora