Gerard Gómez no tiene deseos de hacerle compañía a su mamá

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Es el segundo día de vacaciones, y el pequeño Gerard despierta extrañamente ansioso, a la vez que animoso, preparado para hacer frente a las nada interesantes actividades de otro día libre. O al menos, eso es lo que espera él.

Hace un día muy soleado afuera. Son las diez de la mañana. Gerard ya se encuentra completamente despejado de los coloridos sueños que tuvo la noche anterior.

Gerard tiene nueve años. Su personalidad es una imaginaria, retadora, curiosa, y bastante suspicaz. Es por eso que se aburre con facilidad.

Se supondría que en vacaciones tendría deseos de crear aventuras e historias llenas de acción con sus juguetes, pero no sucede así. Se agita, y le molesta la idea de permanecer todo el día en casa.

Estos días calurosos le irritan en demasía. No quiere estar tirado sin hacer nada. Pareciera que otra vez le vuelve sueño, mientras toma el desayuno que le ha preparado su mamá, quien le da los buenos días y le pregunta sobre cómo ha amanecido.

Afuera hace un día muy nítido, pero eso no quita que puede convertirse en una tarde muy sofocante.

Gerard Gómez se prepara, por si acaso requiriera tomar un duchazo de agua fría más tarde. Pero al terminar su refrigerio, se pone a imaginar cosas en una hoja de papel en el suelo, muy extendida, ayudado de sus raros crayones y pinturas de acuarela.

Su mamá, joven, alta, guapa y de alegre carácter, viene y le hace una propuesta muy llamativa: quiere que Gerard la acompañe al mercado.

Se observa una expresión de molestia en el rostro del pequeño Gerard.

-Mmm... no lo sé mamá. No tengo muchas ganas hoy. Además, ya estoy dibujando.

-Vamos Gerard, es para que te distraigas un poco de estar todo el día aquí encerrado.

Gerard lo piensa un poco y comienza a imaginarse a sí mismo entre los puestos de fruta, olfateando y saboreando sus frescos olores, a la vez que escucha el ruido populoso de las personas pasando haciendo sus mandados.

También se imagina paseando entre los atractivos puestos de juguetes plásticos de colores chillantes y de artilugios variados. Y qué decir de los libros de cuentos para colorear... ¡Toda una maravilla!

Pero él está demasiado ocupado pintando con sus plumones y, de la misma manera, piensa en imaginar una historia más tarde.

-Es un día muy bonito para salir Gerard, el aire fresco te hará bien. Además, no compraré demasiadas cosas. ¡Anda!-

Gerard casi contesta convencido. Sin embargo, luego viene la trampa.

Gerard piensa en que quiere que le compren algún bonito juguete... o mejor dicho... ¡Un enorme e impresionante juguete! Podría ser un dinosaurio cuello largo del tamaño de él, o una pista de carreras armable para sus nuevos carritos.

-¿Pero... me vas a comprar algo?- pregunta Gerard con un tono lleno de astucia.

La mamá del pequeño Gerard frunce el ceño y se molesta, respondiendo:

-No, eso no Gerard. Ya te compré lo que querías la semana pasada.

Gerard Gómez se pone a la defensiva:

-¡No es cierto! No son muchas cosas... Fueron solo los carritos.

-¡Pero ya tienes muchos juguetes, Gerard! ¡Anda, vamos ya!

-¡No!- dice Gerard enfadado. ¡No iré si no me compras algo!

-No me harás caer Gerard- dijo inteligentemente la madre del pequeño. -Y no vayas a hacer berrinche. Si no quieres ir, no vayas. Yo iré sola.

Gerard se enojó aún más.

-Pero yo te quiero acompañar mamá...

-Pero vas a querer que te compre algo, y vas a hacer tus rabietas en el camino como siempre.

-¡Entonces no voy!- contesta con voz fuerte y decidida.

-Bueno Gerard, ya te dije. Si no quieres ir no vayas. Creo que tardaré entonces. Pero cuando llegue, te quiero listo para comer. Tu hermano va a salir en un rato, pero de todas formas, la puerta se va a quedar cerrada también cuando él se vaya.

Gerard Gómez, molesto, no contestó nada, para proseguir a tumbarse en el suelo, y seguir inventando animales sobre el papel.

-Le dices a tu hermano que no se tarde. Tiene que estar aquí a la hora de la comida.

Gerard seguía sin contestar.

-¿Te enojaste? No tienes por qué hacerlo ahora. Estás de vacaciones y el día está muy bonito. Pero como tú quieras. Deberías aprovechar estos días para distraerte de la escuela. Podrías ayudarme a recoger la casa, no sé... o limpiando, ayudándome con los deberes, ordenando tu cuarto.

-Bueno, me tengo que ir. Nos vemos al rato- dijo su mamá besando al pequeño Gerard en la frente y sin ningún rencor, mientras tomaba la sombrilla naranja para cubrirse del Sol en el camino.

Su figura delgada y encantadora se deslizó hacia la entrada de la puerta, desapareciendo en el gran vitral diáfano de la ventana frente a la vista de Gerard.

A continuación, un silencio atronador se quedó resonando en la casa. Pero los pájaros azules cantaban armoniosos afuera, en los árboles, y las nubes parecían cantar una melodía.

Gerard Gómez solo estaba allí, terminando de enfadarse, al lado de su gran cartulina salpicada de colores brillantes.


Narración de lo que le ocurrió a Gerard Gómez: mi primera verdadera historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora