Nadie Más Que Tú

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A eso de las nueve de la noche y luego de una larga jornada laboral, Draco llegó al departamento que compartía con Ginny. Había analizado en los momentos libres que tuvo durante el día, su relación con ella y lo ocurrido durante la mañana. Sin embargo, a pesar de estar preocupado por saber cómo se sentía, no había tenido tiempo para enviarle una lechuza y disculparse por sus dichos tan poco asertivos en un momento tan delicado por el que ambos estaban pasando. Definitivamente era hora de usar teléfonos, esa incomunicación debía ser corregida... los tiempos cambian y ellos deben ir al compás.

Meneó la cabeza para quitarse esos pensamientos, porque a cada paso que daba, el trabajo se le cruzaba por la mente. Dio un respiro para centrarse en lo que venía a continuación. Le molestaba el hecho de saber que se enfrentaría a una nueva contienda, que terminarían discutiendo... y él siendo el verdugo de ambas mujeres... Si hubiese amado a Hermione como decía y pregonaba, no la habría engañado y, si quisiera de verdad a Ginny, no habría puesto en tela de juicio su relación con ella... Creyó que su vida estaba definida, que Hermione sería la última mujer con la que viviría hasta la muerte. Jamás imaginó que eso sería tan débil como un techo de cristal que se había quebrado con primer copo de nieve de la estación invernal; Y ese copo tenía nombre y apellido, era Ginny. Al principio le pareció algo interesante, alguien en qué pensar, pasar buenos ratos. No imaginó las consecuencias que sus actos acarrearían en la vida de Hermione o en la de sus hijos. Ciertamente no pensó en nada. Se dejó llevar por sus instintos y a darle rienda suelta a su cuerpo.

Hoy, que ya era tarde, entendía que había cometido el peor error de su vida, que había perdido la oportunidad de ser feliz y que tal vez, por tratar de hablar con la verdad con Ginny, posiblemente también la perdería a ella.

Sí, se había equivocado y por lo mismo no buscaba redimirse ante Hermione. Sabía que ya no había vuelta atrás y que ella no lo perdonaría, pero él no esperaba retomar su relación con ella o ser aceptado nuevamente en la sociedad mágica o médica. Lo único que quería era no perder a sus hijos. En algún momento sabrían la verdad y serían ellos quienes juzgaran.

Estaba claro que no serían los únicos niños en el mundo que vivirían con sus padres separados, la idea era llevar la fiesta en paz con Hermione. Por lo mismo había hecho caso al consejo de su abogado: esperaría a que el tribunal acogiera la contrademanda pidiendo visitas reguladas. En ningún momento dejaría sin efecto el divorcio en sí, mas era necesario que ella aceptara lo que por ley le correspondía, era un derecho que nadie le podía negar. Ambos debían analizar la forma de llegar a un consenso para compartir la crianza. Era posible que los sometieran a terapia de mediación, a la que él estaba dispuesto, aunque imaginaba que Hermione estaría reticente o, directamente, se negaría.

Mientras seguía divagando y quitaba su corbata, Ginny llegó a su lado. Parecía que había estado todo el día acostada, pues vestía la misma ropa de la mañana. Se veía agotada, quizá por dormir demasiado o por haber llorado. Sus ojeras evidentes y el hinchado de sus ojos le demostraban que la discusión matinal había calado hondo en su compañera. Se sentía mal, no debía seguir causando tanto dolor. ¿En qué se había convertido? ¿Era ese el hombre del cual Hermione se enamoró? ¿Así, indolente y despreocupado, egocentrista y casi misántropo, preocupado única y exclusivamente de él, utilizando a las personas como meros instrumentos para un fin? De verdad que hasta él mismo se sorprendía con su propia autodefinición.

—¿Cómo estuvo tu día? —indagó ella, pero parecía que la pregunta se la había hecho al aire, porque ni siquiera lo miró. Luego se acercó a la mesita que estaba en una esquina y se sirvió un trago. Al notar la mirada de Draco sobre ella, se volteó—. ¿Qué? ¿Quieres uno? —le ofreció alargando la mano con su vaso a medio llenar.

—No en día de semana, debo llegar temprano a la oficina mañana.

—¡Ah! Lo había olvidado... El trabajo. Fíjate que yo no tengo... nadie me quiere contratar... Te lo había dicho, ¿no? No, parece que no.

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