16. La lucha de la soledad

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Hace frío y todo por fin está en silencio. Shun trata de cubrirse un poco para poder dormir, pero el cansancio y el dolor físico no lo van a dejar en paz. No recuerda haber estado tan cansado en su vida, incluso después de una pelea dura, ni siquiera cuando no tenía dinero suficiente para comer y debía dormir con el estómago vacío. Este entrenamiento es duro, y se siente más solo que cuando se fue de casa. Esta vez no tiene a Ikki a su lado, apoyándolo. Ikki... ¿dónde estará su hermano?. Desde que entró al ejército, como parte del trato de su jefe, ha tratado de averiguar algo de él. Un par de veteranos lo recordaron, el valiente teniente Ikki, Shun no podía creerlo, avanzó tanto desde la última vez que hablaron, ahora era teniente, tenía su propio escuadrón al mando, pero eso era todo lo que sabía, porque luego le perdieron la pista a su escuadrón en el desierto de Sham en lo profundo de Siria, cuando fueron enviados para rescatar un pequeño pueblo de las manos de los rebeldes que los tenían completamente sitiados. Nadie regresó, y en plena zona de guerra era imposible irlos a buscar. Los más experimentados soldados le habían dicho que mejor se olvidara de él, perdido en medio del desierto era lo mismo como estar muerto, pero había algunos que creían que ese fuerte escuadrón de jóvenes tal vez hubiera sobrevivido, pero estarían acorralados, rodeados completamente de enemigos y sin posible salida, o tal vez prisioneros de guerra, torturados y sin esperanza.

Shun no sabía que pensar, sabía que pronto iba a tener más información, al fin y al cabo se las había ingeniado para que lo asignaran a una nueva unidad que partiría para Siria en dos días, por eso el entrenamiento tan duro que estaba pasando. El capitán al mando lo había admitido en el escuadrón  sólo después de la refriega que había armado en las duchas, y eso le había costado unos buenos golpes, pero al menos le había quitado la fama de débil, de ser un extraño en el ejército que sería un estorbo en el campo de batalla. Así lo habían recibido ya seis meses atrás. Al fin y al cabo no era más que un periodista metido en el ejército por la fuerza, un traidor que los vendería con sus fotos. Las palizas y las burlas que tuvo que  soportar fueron demasiadas, y esta vez no tenía un faro que lo iluminara. Sólo esa terca y obstinada esperanza de encontrar a sue hermano en medio del desierto. 

Todo el resto de su vida se había sumido en la miseria, perdió a June, quien seguramente lo odiaría en este momento por todas las mentiras, pero peor aún por la distancia, nunca tuvo el valor de buscarla antes de partir, le ganó la vergüenza, y las ganas de no herirla más. Pero la verdad es que no hubiera podido irse si ella se lo pedía, y eso hubiera sido desastroso para ambos. Fue un cobarde. Perdió a su madre, quien estaba a  merced de la suerte de su padre, un turbio y frío negociante. Perdió su trabajo, el primero que le hacía ilusión desde que empezó a vivir solo, al menos como periodista investigativo. Era obvio que el plan de Mu era lanzarlo como periodista de guerra, aún tendría un trabajo si regresaba, pero ese era un gran "si". Todo lo que había construido se derrumbó en pedazos por las malditas peleas. 

Cada noche al acostarse hacía un recuento de todos los sucesos, y sentía que era como si su pasado y su futuro hubieran chocado en un colisión interminable esparciendo ruinas a su alrededor, y él torpemente estuviera intentando rearmar las piezas de un rompecabezas imposible, sintiéndose ahora más solo que nunca, porque ahora si sabía lo que era amar y haber perdido. Pensando en esto se quedó dormido con lágrimas en los ojos, pero al igual que muchas noches al poco tiempo empieza ese sueño extraño, fotografías de ruinas en el desierto y unas placas brillando bajo la arena, pero en cuanto las desentierra... 

Nuevamente se despertó sudoroso, frío, angustiado y con el corazón latiendo desbocado. Ese sueño de nuevo, que siente que lo llama. Tiene que estar vivo, piensa Shun angustiosamente, es la única opción que va a admitir. 

Pesadamente camina hacia afuera de las barracas hacia el único lugar donde encuentra un poco de paz, sentado en una roca frente al lago helado donde sabe que tendrá que nadar mañana en la mañana, observa las ondas delicadas en el agua, reflejando la luz de la luna, y en ese reflejo pálido y blanquecino vuelve a ver su rostro, su hermosa doncella brilla en la faz de la luna, como si la diosa griega Selene se la trajera de regreso prestada por un momento, permitiéndole recordar sus bellos ojos azules, su cabello entornando su cara de marfil. Casi puede sentir su suave aroma fresco y juvenil, pero entonces, las lágrimas empañan su recuerdo, no tiene derecho a amarla así, no después de haberla herido como lo hizo. No después de haberle fallado, engañado y decepcionado de esa manera. Sencillamente no es digno, y ella estará mejor sin él, no tiene nada que ofrecerle, más que dolor y un alma rota en pedazos. 

Se siente desfallecer de nuevo, si tan solo le doliera menos. Si tan solo pudiera olvidarla, como seguramente ella lo ha hecho ya. Pero no lo logra, su recuerdo se aferra a su corazón de manera indeleble, como una marca de por vida que le acompañará por siempre. Entonces respira hondo, hace uso de su entrenamiento de boxeador para controlar sus emociones, necesita recomponerse y volver a traer a ese Shun obstinado y rudo que le ha ayudado a sobrevivir en el ejército. No hay lugar para los débiles y las emociones son para niñas adolescentes. Tiene que recordar que para seguir avanzando tiene que enterrar ese cariño en lo más profundo de su ser, o será una debilidad igual que lo fué esa última vez en la lona, amar a June le costó el combate, le costó su fuerza, le costó casi su vida, es el problema cuando tienes algo que perder.

Camina de regreso para la barraca, cuando siente un ligero carraspeo a su espalda, alguien le sigue. Se detiene en seco y gira rápidamente sólo para encontrar una cara engreída y soberbia mirándolo con una sonrisa entornada. Suelta el aire con desprecio sabiendo lo que se aproxima, se tensa completamente y dice: - ¿Ahora que malditos asuntos se te han perdido conmigo Milo?-.

Milo solo sonríe, y responde con sarcasmo - ¿Saliste a soñar con la luna, princesa?, ¿o sólo estabas organizando tu reporte para el miserable de tu jefe?, ¿que va a ser, traición o debilidad?, solo tienes que escoger la razón de tu paliza.-

Shun resopla indiferente aunque todo su cuerpo se tensa a sabiendas que va a tener que defenderse, al menos ésta vez Milo está sólo y no con el idiota de Aldebarán cubriéndole la espalda. Tal vez la paliza se la lleve él. Sus músculos se marcan, el entrenamiento ha dado frutos y sabe que de nuevo es veloz y fuerte, pero está cansado, se siente vacío y sobre todo le duele todo el cuerpo. Milo lo sabe y lo aprovechará para aventajarse. 

Una pregunta irónica viene a la cabeza de Shun, ¿será que alguna vez logrará pasar por la vida sin pelear por todo?, o es que su destino será determinado por el boxeo que su padre tanto insistió en que practicara. 

La vida es una puta ironía, su padre podría tener razón, necesitaba el boxeo para toda su vida. Y sonriendo irónicamente toma la decisión de que esta vez no va a refrenarse, así le cueste una semana de castigo, piensa dejarle claro a Milo de una vez por todas quien será la princesita. Shun siente como la ira sube por su cuerpo y calienta su cabeza, ese Shun, furioso, dolido, herido se apodera de su personalidad. No volverá a permitirse ser de nuevo sensible o débil, es una decisión. Empuña el puño y se lanza sin siquiera pensarlo, todo se torna rojo ante sus ojos.

Fin del capítulo 16.

Un viaje al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora