Prólogo

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Amaba mi solitaria vida de hija única, con mi padre. Pero todo cambio tiempo después de que él conociera a una estúpida mujer mucho más joven que él. Por lo poco que se, creo que se conocieron por asuntos de trabajo y allí surgió la tan famosa "chispa".

Cuándo mi padre me la presento, todo fue bien, me cayó increíble, hasta le llegué a tender aprecio, pero cuándo se casaron todo cambio. ¡No la soportaba!.

Papá, insistía en que tenía que darle una oportunidad pero, como siempre, yo me negaba. No quería tener la más mínima relación con mi madrastra. Él siempre intentaba formar cenas para que compartiéramos juntos y cosas por el estilo, pero siempre me inventaba alguna mentira, por ejemplo, "papá iré con un amigo" o simplemente me iba a dormir a casa de alguna de las chicas, o corría a casa de mi mamá.

No le habló, nunca le pido que me acompañe a ningún lado, y si mi padre lo intenta huyo de la conversación.

Lo más insólito de todo esto es que a pesar de mi odio hacía mi madrastra, me di cuenta de que Dulce, en verdad es muy, muy atractiva. Tiene 29 años, es una jodida niña para mi padre que tiene ya los 45 cumplidos.

Hoy era un día muy importante, ya que iría a la casa de un chico que me ¡encanta!, y realmente esperaba que pasara de todo en su habitación, iba muy preparada para todo con él.

-¿A dónde vas?- me pregunta frunciendo el ceño y cruzándose de brazos.

-Saldré... con alguien que no es de tú incumbencia.

Los ojos cafés de Dulce viajaron de mi rostro a mis pies en incontables ocasiones, de arriba hacía abajo. Tras una sonrisa y una ceja arqueada se acerco a mi.

-¿Qué tanto me miras?- le pregunté.

-Pareces una prostituta.

Camino un poco más a ella y acerco mi rostro a escasos centímetros del suyo, ya que ambas eramos de un tamaño muy parecido. Su expresión era la misma, incluyendo su maldita ceja arqueada.

-Vuélveme a llamar puta, y te juro que hago que mi padre te eche. ¿Te quedó claro?- la empujó y ella me sonríe torcidamente.

¿Qué era tan gracioso?, ¿por qué sonríe?, deseaba golpearla, lo juro, ella era altanera, y creía que todo giraba a su al rededor.

-¿Quién te crees que eres, Anahí?- me pregunta mostrándome su entrecejo- No vas a salir... y llamaré a tú padre.

-¡Eres una maldita chismosa!- le grité ardiendo en rabia.

Caminé rápidamente al ascensor de nuestro departamento, y cuándo intento oprimir para la puerta del ascensor, ella agarra mi bolso y todos los condones que llevaba dentro caen al suelo.

-¡¿Qué haces tú con esto?!- me grita poniéndose roja del enojo.

-Que yo sepa vas a cumplir treinta años, ¿y no sabes lo que es un condón?... ¿acaso eres idiota?- le pregunto riéndome a carcajadas.

-No me hables así, ¡eres una mal educada!- me grita.

La furia se apodera de mi junto con mis ganas de gritarle hasta de lo que se va a morir. Me agacho y recojo todos los condones.

-¡No se te ocurra volver a gritarme en tú vida!- la empuje nuevamente, acto seguido corrí al ascensor, y oprimo el botón para bajar a la entrada del edificio en dónde vivo y veo como toca la puerta enfurecida..

Cuándo termino mi viaje y abro las puertas para salir del ascensor, veo que está corriendo hacía mi por las escaleras intentando detenerme, pero tras una sonrisa de mi parte y un gesto de mi mano sacandole el dedo del medio, corro como si no hubiera un mañana al auto del chico que me gusta.

Al cerrar la puerta me dejé caer en el asiento, me sentía exhausta de semejante maratón. Comienzo a reír a carcajadas bajo la mirada extraña del chico hermoso que tengo al lado.

-¿Quién es ella?- pregunta sonriendo.

-Mi madrastra- digo recuperando el aliento.



La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora