13-Camila

658 50 14
                                    

-Bien Any, tú puedes- me dije a mi mista. Me encontraba sentada en una silla, con mis manos sobre una mesa cuadrada color naranja..

Habían muchas personas aquí visitando a sus familiares, presos de libertad. Estaba en el peor lugar de todos, estaba en la prisión en dónde mi padre ha vivido los últimos ocho años de su vida.

Mis manos sudaban frío de los nervios que me provocaba verlo, ya que el último recuerdo que tengo de él es estarme abofeteando por haberme metido con su mujer, justo antes de que me dijera que me tenía que ir a casa de mi madre.

Estaba respirando profundo para tratar de tranquilizarme, tenía que verme fuerte y serena.

-Anahí- en cuanto escuché su voz eleve mi vista a la figura frente a mi. Carecí de palabras, ese hombre frente a mi no se parecía en nada a mi padre. Estaba con una barba de varios días, el cabello semi largo, completamente delgado, se veía deteriorado y muy mal.

Mi padre solía ser el tipo de hombre por la que todas las mujeres morían, mi madre siempre sufrió por el físico de papá, pero hoy lejos de ese hombre se encuentra uno completamente deprimente. Tenía un uniforme color verde en su cuerpo, unas esposas adornaban sus muñecas y unas canas me hacían ver cuanto había envejecido en todo este tiempo.

-Pa...pá- tartamudee al verlo con una sonrisa de tristeza en su rostro. Él toma asiento frente a mi y las lágrimas por parte de ambos no se hacen esperar.

-Estás aquí- se ríe incrédulo- Te juro que creí que jamás vendrías.

-¿Cómo se te ocurre que yo iba a dejar de lado tú petición?, ¡llevo años queriendo verte y nunca me dejaste!.

Creo que para esta altura nuestras lágrimas no eran controladas, salían cuál cantaros por nuestros ojos sin poder parar. Moría por abrazarlo, y así lo hice. Me puse de pie y a pesar de que no lo dejan hablar conmigo sin las malditas esposas, yo lo abracé y permanecí por un momento en esa posición.

-No sabes cuanto te he necesitado, papá.

-Te veo y simplemente no lo creo- dice sonriendo- Estás hecha una mujer, ya no eres mi pequeña niña- dice llorando aún más- Me perdí todo de ti, tú doctorado, tus logros, incluso me voy a perder tú boda. No pude estar ahí, ni podre estar ahí para ti... estoy condenado a morir aquí.

-No papá- llevé una mano a su rostro- Te juro que haré todo lo posible por sacarte de una buena vez de aquí.

-Hija ya hice todo, esa mujer, ¡esa maldita mujer logró encerrarme aquí de por vida!- gritó llamando la atención de los guardias que se pusieron en alerta- Lo siento- toma un respiro y cierra los ojos.

-Tú lo hiciste todo papá- sonreí para brindarle fortaleza- Pero... estoy aquí, soy tú hija y ahora soy yo la que haré todo por sacarte de aquí, ya pagaste tú error y además todos merecemos una segunda oportunidad.

-Supongo que perdí la fe en alguna parte del camino.

-Me tienes a mi papá, para darte la fe que necesites- sonreí y él nuevamente sonríe asintiendo a mis palabras- Quedan pocos minutos- miro el reloj de mano que ando puesto y cambio la vista a él- Necesito que me digas lo que sabes sobre la bebé de Dulce y Sofía.

Él me estudia con su mirada sin saber como decirme las siguientes palabras que se formulan en su mente, se nota que no sabe como decirme lo que tanto le aflige.

-Any- baja la cabeza- Hace once años o un poco más de la muerte de esa chica... recuerdo ver llegar a la clínica a Sofía... estaba acostada en una camilla, recuerdo que estaba desvariando, decía cosas que no se le entendían- mi padre da un respiro y esta vez sus ojos azules miran los míos- Se golpeo en un fuerte desmayo que tuvo por el tumor, ella cayó por unas escaleras y todos dimos por muerto a la creatura que llevaba dentro... Dulce, llegó con la madre de la chica estaban vueltas locas, tanto así que tuvimos que darle un sedante a Dulce para que no se desmayara de la impresión. Siempre creí que era su prima- papá se ríe y niega con la cabeza- Un doctor que se llamaba Ernesto Del Valle, era el pediatra de ese entonces... Ernesto tenía a otra paciente en uno de los cubículos de la clínica, según se a Sofía primero la llevaron con él y fue quién recibió a la niña, yo nunca la llegué a ver... lo juro.

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora