10- Ocho años más tarde

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Había vivido la experiencia más hermosa, y más cruel de mi vida en todo el tiempo que estuve con esa mujer. 

Han pasado ocho años desde la última vez que la vi, desde la última vez que supe de ella. La amaba, con todo mi corazón, ella era mi mundo, era un sueño hecho realidad en mi estúpida mente de adolescente. 

En ese tiempo creía en el amor, en la pasión, creía en los para siempre que nadie cumple, y creía en el futuro de una familia feliz.

No recuerdo con exactitud su rostro, debo decir que el tiempo a borrado sus rasgos de mi mente, al igual que su voz. Quizás era demasiado joven cuando me enamoré de ella, quizás mi mente creó un escudo de protección para olvidarla, pero sigue en mi mente de alguna manera. 

Vivo en Inglaterra, desde hace ocho años, actualmente soy una mujer de 25 años de edad, con un doctorado en pediatría, comprometida con un cariñoso hombre llamado Alfonso Herrera. Es tan guapo que debo confesar que en un principio no me creía que él estuviera enamorado de mi. Él me conquistó despacio, con rosas, paseos nocturnos, música romántica, y cenas a la luz de la luna. En pocas palabras es el hombre que toda mujer desea.  

Estaba para mi en todo momento desde que lo conocí, eramos inseparables, él era mi hombro, mi alivio del inmenso dolor que Dulce dejó en mi alma, y yo era su mejor amiga, hasta que ambos nos dimos cuenta de la irremediable verdad, nos gustábamos demasiado y la chispa que ambos compartíamos explotó y no pudimos evitar enamorarnos. 

Me había costado un poco, demasiado llegar a dónde estoy hoy. Mi padre había perdido todo su dinero en abogados, en cualquier ayuda que lo pudiera sacar de prisión pero hasta la fecha sigue encerrado, Dulce lo hundió en ese lugar horripilante. 

Desde que lo encerraron no lo volví a ver, él le prohibió a mamá llevarme, dijo que jamás permitiría que yo lo viera en ese estado. Papá había asegurado mi carrera antes de perderlo todo, mis estudios, hasta una casa me compró, él sabía lo que iba a pasar.

A mamá la veo sólo para las épocas navideñas, viaja hasta Inglaterra con Rodrigo y mi pequeño hermano Mateo. Se quedan una semana lo más y se marchan de regreso a los Ángeles. Los amaba pero realmente deseaba poder pasar más tiempo de calidad con ellos, Rodrigo se había ganado mi cariño y admiración, después de todo hacía feliz a mi madre, eso era lo que realmente era importante para mi. 

Tate, seguía siendo mi mejor amiga, ella venía tres veces al año junto con Will, ambos se casaron de blanco de una manera muy cliché, en el mar, disfrutando de una hermosa tarde veraniega. Tenían a Pipe, un hermoso niño que había robado por completo mi corazón, lo adoptaron hace poco más de tres años en una trágica situación por la que se encontraban atravesando al no poder procrear un hijo, ya que Tate es estéril.  

-¡Encanto!- sonreí al escuchar el grito de mi novio- No voltees a verme, cierra los ojos y espera a que llegué a ti.

-Ok- sigo con mi sonrisa en mis labios, yo realmente era feliz con él.

-Te conocí un día cualquiera, con una botella de vino a medio terminar, bajo la luz de la luna, con el mar de frente. Estabas llorando, y tenías el cabello despeinado por la brisa nocturna, me acerqué a ti- siento como se posa detrás de mi y coloca una mano sobre mi hombro- Y el flechazo fue instantáneo, me miraste con tus preciosos ojos, y algunas lágrimas en ellos. Ese día marcaste mi vida- suspiro recordando- Anahí, te amo desde entonces- cierro los ojos al sentir como besa mi mejilla- Desde ese día somos uno.

-Alfonso- él hace que me volteé, y me encuentro con un hermoso ramo de rosas rojas- Son preciosas- las agarro y no puedo evitar sentirme feliz de tenerlo- No se que sería de mi vida, si ese día no te presentas cuál príncipe azul, salvándome de todos mis demonios.  

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora