29- Dos años después

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Soy la mujer más feliz de este mundo, sí, lo soy.

Sin duda.

Hoy hace dos años me casé con Dulce, hoy hace dos años juramos amor eterno junto a todos nuestros seres queridos. Hoy hace dos años dimos inicio a esto que se llama, familia. 

-Estoy tan feliz- sonrío al escuchar la voz de mi Dulce, es como si hubiera escuchado mi conversación mental- No quiero pensar en otras maneras, porque me gusta  ser feliz sólo contigo- entrelaza mi mano con la suya cuando nos detenemos en un semáforo. La miro a los ojos, y al conectar nuestras miradas, nos sonreímos- Estoy tan feliz de haber chocado contigo. Ahora en verdad creo en la fuerza del destino.

-Nada se da por casualidad- asiente.

Cuando llegamos a nuestro hogar, compartimos una cena juntas, en la cuál me encargué de cocinar. Y luego, miramos la televisión. 

Muchas son las cosas que cambiaron en la vida de Dulce. Entre ellas, su enojo con la vida, ahora puedo decir que es feliz, y ya no se siente en soledad, por el simple hecho de que ella ya no se siente enojada, sola, ni tampoco quiere estarlo. 

 Sofía, sigue estando en muchos rincones de nuestra nueva casa, tanto Dulce, Agus y yo amábamos de diferentes maneras a Sofía, ella siempre será importante para nosotras, pero no de una manera desgarradora.

Habían alguna que otra foto en la sala de estar, sonriendo, riendo,  siendo parte del presente de Agustina y Dulce. Reviviendo el recuerdo de una manera hermosa, y para nada hiriente.

También compramos muchos, muchos cuadros coloridos, alegres demostrando las cosas bellas de la vida.

Hay vida en cada rincón de nuestra casa, risas, alegría, un te amo cada día, música, colores. Hay una sonrisa sincera en una mujer que se levanta por las mañanas con muchos proyectos, con muchas ganas de seguir viviendo. Y estoy feliz por ello, y por ella.

-¿En que piensas tanto?- pregunta Dulce.

-Pues en ti, en todo.

-¿Cosas buenas?.

-¡Por supuesto!- sonrío- Estoy muy contenta de todos los cambios que has tenido, que hemos tenido juntas. Y por favor, no me agradezcas a mi Dulce. Quiero que te des cuenta de todas las cosas increíbles que puedes hacer cuando sueltas al miedo, y te perdonas. 

-¿Y tú te das cuenta de eso también?, sin meterme a mi.

Asiento y sonrío.

-Hemos ganado.

-Lo hicimos, Any. Pudimos contra todo, contra mi odio estúpido, pudimos contra tú padre, contra el tiempo, contra el destino que nos quería separar por completo. Fuimos parte del logro de la otra, esa es la verdad.

-Entonces ganamos con el mejor premio.

-Vaya, que humilde por la parte de te toca- la empujo y se ríe- Ganamos con el mejor premio, nuestra felicidad.

-Plenitud.

-¿Qué?.

La miro y me encojo de hombros, subo mis piernas al sofá y apoyo mi cabeza sobre  sus rodillas.

-Es que para mi la felicidad son momentos, y lo que es constante es la plenitud. Creo que todos quieren buscar la felicidad, pero no se trata de eso. Más bien se trata de encontrar la plenitud, porque a fin de cuentas, la felicidad se presenta con momentos. Al igual que la tristeza, son momentos. Pero todo se reduce en la plenitud, siempre está ahí, sólo hay que saber tratarla.

Miro a Dulce y me observa con ojos curiosos, finalmente sonríe y acaricia mi mejilla.

-Pienso igual, de hecho.

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