16-Estrella fugaz

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El dolor que llevaba adentro en mi alma me estaba calando por dentro. No hubo un sólo segundo desde que salí de su departamento en el que no maldijera silenciosamente, no hubo un sólo segundo en el que no me atragantara en mi propio llanto. No había parado de llorar en todo el camino a mi casa, me sentía deshecha, me sentía frágil y sin vida.

Estaba de regreso en Los Ángeles, con mis amigos, mi familia, con un proyecto quizás el más importante de toda mi vida, mi boda con Alfonso. Tenía mi vida asegurada, una carrera brillante como doctora, tenía al mejor novio de todos que esta para mi en todo momento. 

Pero absolutamente nada de eso lograba llenar el vacío que había en mi interior, un vacío que nada ni nadie era capaz de llenar. Pero anoche, ese pequeño y gran agujero en mi alma, se llenó mágicamente con sólo verla a los ojos. No fue necesario tocarla, o abrazarla para sentirme viva, el sólo verla, el sólo ver su sonrisa, el sólo mirar su profunda mirada cruzarse con la mía, sólo eso hacía temblar esa coraza que había creado para que nunca más nadie volviera a dañarme como ella lo hizo. 

Salí de su habitación, de su departamento como un ladrón, siendo silenciosa en cada paso, no quería que me distrajera con su tierna mirada y quedar tentada a vivir en ella para siempre, sin importarme a quién dañaba fuera de nuestro pequeño mundo. 

De todas formas no era como si tuviéramos mucho de que hablar, todo entre nosotras estaba dicho. Lo nuestro nunca pudo ser, no puede ser y nunca podrá ser por más que nuestros corazones latan sincronizados cada que están juntos. La vida no es un cuento de hadas, la vida es jodida y no tiene finales felices como en una película, o en una telenovela. 

-La vida es lo que es, Any- estaba entrando a la enorme mansión en dónde estaba viviendo con mi madre- Y en tú vida no va incluida Dulce María, ni lo que sientes por ella. Ella salió de tú vida en el instante en el que con sus palabras te echaron para siempre de su corazón. Hoy mi vida es Poncho y tengo que volver a sentirme cómoda con la idea, el volver a hacer el amor contigo no cambia nada, Dulce. Tú eres una rompe corazones y yo... yo soy una mujer con muchos compromisos. Definitivamente no nacimos para estar juntas.

Trataba de convencerme con esas palabras al bajar de mi auto, necesito urgentemente darme una ducha refrescante, que acomode mis ideas, que borré sus besos de mi cuerpo y volver a empezar.

Entre a la sala de estar y quedé perpleja ante la escena que tenía frente a mis ojos. Mi madre dando vueltas como un gato de un lugar a otro y Poncho sentado en un sofá con ambas manos cubriendo su cabeza. 

-Buenos días- susurré temerosa de lo próximo a suceder. 

-¡Bendito Dios!- exclamó mi madre mirando hacía el cielo- ¡¿En dónde te metiste?!, ¡estábamos muy preocupados por ti!.

-Tranquila mamá, estaba... estaba en el único lugar en el que quería estar en ese momento- sonreí débilmente al ver a Poncho incorporarse y caminar hacía mi. 

-Los dejo solos- dijo mi madre besando mi frente. 

-¿En dónde estabas?- me pregunta mirándome a los ojos.

-Estaba...

-Con el amor de tú vida- interrumpió elevando su mano y levantando un poco mi mandíbula para bajar sus ojos a mi cuello- Any, no hace falta que me mientas- él toma un suspiro- Tienes una marca en el cuello que sólo una noche de pasión puede dejar. 

Me sentía como una hoja al viento, me siento descubierta, me siento un insecto que en cualquier momento van a aplastar, Poncho me había descubierto y no había manera de negarle lo que estaba viendo. Tenía una marca roja en el cuello, que no me había dado cuenta que tenía hasta que él la vio. 

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora