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  —¿Crees que algún día nos cansemos de esto? —preguntó en un susurro el pequeño niño de seis años observando el cielo estrellado.

  —No, es muy bonito —le contestó el erizo de cuatro mientras se estiraba y le daba palmadas en el brazo.

  —Prometelo —era como una costumbre que habían creado cuando terminaban de jugar el acostarse en el pasto a observar como atardecía hasta que llamaran a alguno y tuvieran que marcharse.

  —Lo prometo, Knuckles, pero tú promete ser mi amigo siempre —le extendió el puño.

  —Lo prometo —chocaron los puños y volvieron a admirar el firmamento.

  —¡Sonic ya es hora de volver! —se levantaron al oír el lejano grito, era momento de despedirse, se alejaron por caminos distintos hacia sus casas.

Dos niños que se conocieron al vivir cerca, una promesa que se perdió en el viento algunos años después pero no recordaban por qué.

Su vida fue muy tranquila y agradable la mayor parte del tiempo. Tuvo muchos amigos que lo apoyaron demasiado y lo quisieron de igual forma. A Amy, Sonic y Shadow los conoció desde niño, estudiaron juntos en la primaria y los siguientes tres años pero después de eso se perdieron.

Recuerda a otro niño más joven que todos apenas tenía cuatro al conocerse pero no logra encontrar que le sucedió, algo más probablemente traumático o psicótico cuando estaba a punto de concluir la secundaria pues entre los diecisiete y los dieciocho vivió tantas cosas pero hay un lapso que por más que intenta revivir parece bloqueado por completo.

Antes de cumplir ocho años nació su hermana, una pequeña niña igualita a él, fue tan feliz en ese momento ya que no estaría solo nunca más, tenía una hermana quien sería su compañera, la cuidaría y protegería con su vida. Por supuesto no existía mejor hermano mayor que él, pendiente, cariñoso, cuidadoso y muy tierno.

Solía cantarle canciones de cuna a Tikal para que no llorara y durmiera tranquila no le importaba si tenía que hacerlo hasta tres horas, ella lo valía todo por más complicado o tedioso que fuera.

Aunque no todo era color de rosas iba atrasado en sus estudios con suerte se graduaria meses antes de los veintiuno perdiendo casi tres años de universidad, sin embargo los directivos le ofrecieron la posibilidad de graduarse por medio de un examen a los diecinueve con la opción de entrar ese mismo año al campus universitario y le entregarían sin problemas su acta de buena conducta. Se sentía tan agradecido, finalmente su esfuerzo había mostrado resultados.

Después sólo puede recordar gritos aterrados y una voz que repite una y otra vez: "Sólo quería ser feliz". Un vacío; un largo, oscuro, frío y asfixiante vacío.

Y entonces el peor suceso de su vida, era una noche cálida, agradable y tranquila. Viajaban de vuelta a casa envueltos en un silencio tenso, algo muy malo había pasado y tenía que ver con él. Sus padres estaban callados, su hermana de diez años en ese entonces estaba recostada en su hombro durmiendo, él miraba por la ventana el cielo lleno de estrellas, recordando la promesa que hizo hace ya casi doce años en un verde prado junto a su amigo azulado que se marchó lejos hace un mes, no hablaron, no se despidieron, no se vieron ni nada sólo desapareció de la noche a la mañana junto al resto de sus amigos y su familia no tardaría en hacer lo mismo continuar más tiempo en ese lugar era estresante según su terapeuta. Ya no se graduó o inscribió a alguna universidad, le aseguraron que lo solucionarían en poco tiempo pero ya no tenía esperanzas, sólo se sentía apagado y melancólico.

  —¿Cómo te sientes cariño? —su madre querida, hermosa, jovial y con un gran corazón lo observaba desde el asiento del copiloto con una sonrisa suave. La amaba era una gran mamá.

Me conocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora