Capítulo 5: Fortaleza

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Pasados los años de infante, empezaron las mocedades de tu vida... Tu expresión empezó a ser más irreverente, más directa. Tantos años de silencio y tensa calma empezaron a no ser tan callados; tus respuestas eran cada vez más claras y viendo a los ojos de tus agresores que tristemente, era tu propio papá y tu madrastra.

Ya no eran regaños sin sentido, no se trataba de discutirte mucho porque tu carácter empezó a no ser tan domable: ya no era lo mismo siquiera levantarte la mano por la ponías la cara lo suficientemente fuerte como para que sintieran que golpeaban una pared y ellos así lo sentían. Los maltratos cada vez era menos frecuentes, pero cuando tenían lugar era muy intensos y llenos de odio hacia tí. La "Rebeldía" empezó a hacer estragos.

Un ser autoritario deja de ser autoridad cuando ya no tiene fuerzas para enfrentar a quiénes tenía al frente, jóvenes impetuosos que ya no quedaban en un rincón llorando por sus golpizas sino las aguantan y cuestionan tus métodos en tu propia cara con ideas ¡Vaya golpe moral! Enfurecerse quedaba como tarea de quién pretendía vender la idea de que era justo contigo reccionar vehementemente.

Chocar siempre con la misma pared ¿Es que no se dan cuenta que los golpes que me dieron ya no me duelen? ¿Hay que ser tan escaso de materia gris para entender que ya no me entristece, sino me enfurece? -- te cuentionabas.

No quisiste nunca llegar a responder, la vida misma les respondió a ellos con el obvio, pero no asumible fracaso de ése matrimonio. ¡Vaya libertad! Por fin salir de esa casa... 6 años después. No podías encontrarte con la abuelita Bertha, pero quizás igual te querían tus tías... Vaya error pensar que la familia necesariamente queda unida después de la pérdida de un ser tan hermoso como la abuelita Bertha. Nada era igual. Literalmente estabas en el aire y a pocos días de iniciar secundaria.

Había tanto por hacer, con tantas ganas... Pero tan poco con qué contar. La inteligencia servía para pasearte la secundaria como si nada, ya habías empezado a estudiar en el liceo y era tan fácil... Todo parecía ya haberse estudiado solo. Seguramente no era la mejor parte de todo.

El teatro volvió a aparecer con el Profesor Jhonny. Un mentor de esos que buscan cambiar tu actitud antes de que estés en un escenario; ése que focalizó tu impetuoso fulgor al calor del estudio centrado del teatro, que para ser a nivel escolar, muy profesional quedaban.

Después de todo... Ya no se era tan niño. Empezó la secundaria como si nada hubiera pasado, realmente desconocía sobre el daño que pueden hacer las experiencias pasadas porque iba dejando el rencor a un lado... No era tarea cumplida olvidar, ¡Es que nadie olvida! Pero vaya que el perdón reforma el sentir y el querer; devuelve la oportunidad de ser feliz contigo mismo, no por los demás.

Pero cosas nuevas pasaban... Para unos tíos ingenieros, enfermeros o administradores con una crianza tradicionalista, muy a la europea. LÓGICO iba a ser inconcebible un artista en la familia, alguien espontáneo y super directo. Hasta de homosexual era tachado sólo por ser afín a la expresión por encima del conocimiento teórico.

En una edad donde la franqueza es la joya perdida, la reliquia deseada, se espera que solamente explote la personalidad de cada quien y sí que ya tenías muchos motivos para explotar: aunque viéndolo del lado positivo, lo malo no es dejar fluir tus defectos, sino que tengas el control de ellos y pocas veces perdiste la cabeza. Era agotador ser señalado de mitómano como lo era tu padre, lo sé. Entiendo cada noche que sufrías sin entender por qué tu propia familia te señalaba como fingido, mórbido farsante sólo por antojo. Empezaron las culpas a señalarte pero siempre me ocupé de que cada día no haya en ti preocupación y que cada lágrima y desaliento no permitan que merme tu voluntad.

Quizás no había momento en que te dejes de culpar por absolutamente todo, definiste necesario aislarte un poco, no permitías que cualquiera sepa lo que sientes, no diste pié a malos pensamientos ni conceptos; pero ¿Por qué...?

Mas no desististe y te aferraste a que la vida se te quedaría corta para seguir callando bocas sin mucho que hablar, tu amor por el argumento, por el axioma por encima de la discusión te empujó a trabajar y producir lo que necesitaras. Aún siendo reprimido te las ingeniaste para tener un círculo de amigos, para estar bien en teatro, para fundirte con el arte porque era lo que sentías que querías hacer para toda la vida y la vida entera entregarla por amor a la expresión y sus miles de formas...

Y allí estabas... En lucha plena. Pero la vida da batallas que siempre queremos perder, la experiencia te narra siempre la historia nostálgica de aquello que se quiso tener y no se pudo. De aquellos peluches regalados en la madrugada del 24 de diciembre para esa chica que minutos después estuvo besándose con el vecino, esos amores que no deberían llamarse con algo tan limpio como lo que tu sentiste manchado por el engaño que a tu corta edad era difícil sobrellevarlo, pero no duró mucho tu despecho. Cuando se tiene el alma tan ocupada creciendo, no es sino hasta fundirte en alguien más que lo valga de verdad lo que pueda llegar a turbarte.

Y lo habías logrado. Tenías una fortaleza para protegerte, para proteger a los demás y aún así... Seguir siempre hacia adelante aunque mucho pese, siempre fuerte.

La Sombra del Caballero de 1001 BatallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora