Capítulo 5 ♥

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El molesto ruido del despertador me hizo salir de mis sueños, de nuevo, a las 6:30.
Repetí exactamente lo mismo que el día anterior. Me vestí corriendo y me dispuse a bajar a la calle, cuando antes de salir me fijé en el espejo colocado estratégicamente en el recibidor, me miré, me coloqué los vaqueros rasgados  y entonces fue cuando empecé a pensar, "¿qué hago mirándome en el espejo? No ,Ruth no, ese chico no te gusta, piensa en todo lo que te hizo". Me deshice de esos pensamientos, bajé las escaleras del edificio y comencé a andar dirección a aquella cafetería que me había llamado la atención el día anterior.

Al entrar me sorprendió que no hubiera nadie, ni siquiera Izan. Me senté en un taburete esperando que alguien me atendiera cuando vi una pequeña nota de cartulina con mi nombre. La desdoblé y pude leer. ''Ruth, he salido a por nuestro desayuno, no te impacientes. Fdo: Izan".  Utilicé los pocos minutos de espera para inspeccionar un poco más a fondo aquel coqueto lugar. En frente de mí había una barra de madera, tras la cual se escondían las cámaras frigoríficas de los refrescos. La pared estaba pintada en color azul cielo, con un vinilo de letras negras. "Si puedes soñarlo, puedes hacerlo". El resto del local estaba plagado de mesitas redondas de madera acompañadas de un par de sillas cada una.

Antes de que me diera tiempo a seguir inspeccionando la habitación Izan entró por la puerta con una bandeja llena de suculenta bollería.

-Buenos días- dijo acercándose a mí.

-Buenos días- contesté con una plena sonrisa. Colocó la bandeja sobre la barra

-¿Café solo?-. Asentí con la cabeza -Puedes coger lo que te apetezca- continuó el rubio. Observaba atenta como preparaba mi café. Me fijé en sus manos, eran bonitas, transmitían seguridad. Sé que para la mayoría de gente las manos no transmiten nada, te pueden parecer más grandes o más pequeñas, más bonitas o más feas, pero a mí me gustaba fijarme en las manos. Y por cierto, aunque os parezca un detalle absurdo, Izan se muerde las uñas.

Dos hombres trajeados y con corbata entraron al local, ocupando los taburetes contiguos al mío.

-Buenos días- dijeron ambos. Yo contesté de igual forma.

-Díganme, ¿qué les pongo?- les atendió un muy políticamente correcto y educado Izan. Su elección fue café con leche. No me importaba que hubieran roto mi intimidad con Izan, no me gusta estar a solas con gente con la que aún no tengo mucha confianza.

-¿Trabajas para tu padre?- pregunté removiendo mi café con la cucharilla.

-Sí, ayudo y además me gano un dinerillo, estoy aquí de 6 a 8 de la mañana y de 5 a 9 de la tarde. El resto del tiempo es mi padre el que se ocupa del bar- dijo sonriendo. Un silencio incómodo inundó la sala, llenándome, aún más si cabe, de nerviosismo.

-Vaya, eso si es un chico trabajador- dijo, rompiendo el hielo, uno de los hombres trajeados. 

Fijé mis ojos en la bandeja, y escogí un pequeño pastelito. Por las mañanas no solía tomar nada, tenía el estómago cerrado, pero me sabía mal no coger nada después de que Izan hubiera ido a comprarlo.

Cuando ambos terminamos recogió todo, abrió la puerta y me  cedió el paso. 

-¿Te vienes, no?-

-La verdad es que preferiría coger el autobús...-

-¿Segura?-

-Sí, de verdad, gracias igualmente.-

Caminé hacia la parada de autobús, que estaba a penas a unos minutos de allí. Una vez allí comencé a rebuscar algunas monedas sueltas en mi mochila, sin ningún resultado. Empezó a llover y yo me tendría que ir andando.

-Mierda- dije para mí.

-¿Te has dejado el dinero en casa?- preguntó un joven de pelo castaño y de gesto serio que también estaba esperando allí.

-Sí... Y ni siquiera tengo paraguas- respondí yo, con cara de desesperación. Él me tendió algunas monedas sueltas.

-Sólo porque está lloviendo. Y mañana lo quiero de vuelta, no regalo mi dinero a nadie.-

-Gracias- contesté. ¿De verdad me iba a hacer volver mañana por unos simples céntimos? Menudo idiota, pero al menos, prefería eso a no tener que mojarme.

-Ruth.- dije tendiéndole la mano. La miró con desdén y después dirigió la vista al frente.

-Sergio.- contestó de forma áspera.

Barbie no siempre fue perfectaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora