Capítulo 4.

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- ¿Flores? Listo -lo taché de la lista.

- A ti ni te gustan las flores, ¿por qué crees que a Pérez le gusten? Y no quiero llevarle flores -James gruñó.

- Tú cállate -continúe- Debes mandar a limpiar tu auto para recogerla. Coordinaré eso.

- No voy a mandar a que limpien mi auto. Además nos vamos a encontrar allá. 

Dejé caer la libreta. Empecé a preguntarme si ese hombre merecía realmente una cita con una de las mujeres más lindas que había conocido o si es que quería aventurar a Liliana dentro de una cita de pesadilla.

- Eres un idiota -siseé.

- Ella es europea, no le importan las huevadas de las que me hablas, ni si quiera te importan a ti. Vamos a ir a un bar, no a un restaurante cursi. Y ya deja de llamarme idiota porque soy tu jefe y estoy de mal humor.

No contesté a eso, simplemente no me iba a importar. James ya me había tratado así o peor antes, pero era normal en él,  peor si estaba teniendo un mal día. Lo mejor era dejarlo solo y esperar a que se le pase. No podía hacer otra cosa, necesitaba el trabajo.

Me paré para irme, pero él dijo antes:

- Y recuerda que esta noche tenemos el evento en el centro cultural. Vienes a las seis, tienes que arreglar mi traje.

Asentí y cerré la puerta tras de mí. 

Claro que James sabía que estaba molesta, pero aparte de las razones que él me había dado, estaba que tenía que cancelar a Mathias y decirle que no podríamos vernos esa noche y hacer el maratón Marvel que habíamos planeado. Era la primera vez que hacíamos planes como pareja y ahí estaba yo, por cancelar todo. Supongo que entendería,  necesitaba el trabajo.

*

Abrí la puerta y encontré la oficina vacía,  James aún no llegaba. Ya vendría,  él siempre era puntual.

Llegó a los pocos minutos, con su cabello revoloteado y mojado que denotaba su reciente ducha. Cogió el traje que había dejado yo sobre la mesa y se fue al baño. Me quedé sentada en el sofá de la oficina mientras observaba con algo de asco los tacos. Mis planes para un viernes por la noche con tacos no se localizaban precisamente en un centro cultural que albergue a varios humanistas a punto de dar conferencias.

Me llegó un mensaje de Mathias: "sonríe". Sonreí.  ¿Por qué era tan malditamente cursi? ¿Y por qué estaba siendo tan cursi yo? La verdad era que estaba muy triste, más que eso fastidiada. No quería ir a la estúpida conferencia de James, de la que estaba segura no iba a entender nada. Prefería estar en casa y estudiar. Prefería incluso estar con Mathias y jugar con sus artículos de colección de Marvel que tenía,  aunque apenas él me dejara tocarlos.

- Nudo de corbata -soltó la voz de James. Me sobresalte, pero me pare y traté de armar un nudo. Mierda, no sabía hacer nudos.

- ¿Tú no sabes hacer nudos? -le pregunté. 

- Si, pero… -lo interrumpí.

- Soy tu asistente, no tu sirvienta.

Había utilizado un tono fuerte, aquel tono de hartazgo que muchas veces él había logrado que aflore en mí.  Él quedó mirándome algo sorprendido, solo asintió y señaló una bolsa que había dejado en la silla del escritorio.

- Pásame eso.

Gruñí interiormente porque acababa de volver a hacer exactamente lo que le había dicho que no haga. Ese hombre me sacaba de mis casillas. Se lo tendí y me lo rechazó. 

- Ábrelo -dijo con simpleza.

Bufé, saqué la caja de un tirón de la bolsa y tire esta última a un lado. Bote la tapa de la caja y se la tendí a James.

- Es tuyo, niña, póntelo. Te has puesto esa falda a toda reunión a la que hemos ido. Y me dices pastrulo a mí. Me avergonzaras.

Tardé unos segundos en comprenderlo. Mi vista cayó sobre el contenido de la caja y todo el odio y fastidio que había sentido se esfumó.  Sonreí de oreja a oreja y, si fuese de las que abrazan a la gente, ya me hubiese pegado como chicle a James.

- Ya, no llores. Te lo compré porque me diste pena.

- Esta es tu forma de pedirme disculpas. No eres tan basura –dije emocionada mirando el contenido de la caja.

- ¿Disculpas? ¿Por qué?  -el frunció el ceño pero sonrió- Me diste pena porque no tienes ropa nueva. Hice caridad. Soy genial.

Era un vestido simple, pero hermoso. Era perfecto. Su color verde-turquesa, ese tono pastel raro que me encantaba, tenía un detalle en el cuello que se asimilaba a un collar.

Miraba embelesada el vestido y acariciaba la tela. Estaba soñando, James jamás me había regalado algo, ni siquiera agua. Y, un momento, ¿cómo él hubiese elegido algo tan perfecto?

-Liliana lo escogió -me dijo como si me hubiese leído el pensamiento. Hizo una pausa y, mientras hacía un perfecto nudo de corbata, continuó- Le dije que mi asistente se estaba vistiendo mal y que le tenía que dar algo. Ella se rió y fuimos a comprar. No deberías amarla tanto, se rió de ti.

- Apuesto que se rió de ti criticando mi forma de vestir, tú que solo te pones polo y jean. Pérez me ama. Y yo la amo -abracé mi vestido como si fuese mi media naranja.

- La amas mucho. ¿No quieres hacer un trío acaso?

Estallé en un ataque de risas.

- Por Pérez, puede ser. Contigo, no hay forma. ¿Por qué?  ¿Tú quieres acaso?

James se volvió hacia su espejo y pude ver que se sonrojaba ligeramente. Trató de controlarse hasta que escuché sus carcajadas. Nos reímos juntos durante un rato. Luego nos callamos y le pasé el saco del traje. Entré al baño y me cambié.

Si hubiese sido por mí,  me hubiese demorado otra hora en arreglarme, pero con James a punto de derrumbar la puerta si no salía en diez minutos, eso no fue posible.

Los ValdezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora