Mathias llegó como a la hora después. Tocó la ventana cuando yo ya me estaba quedando dormida. Le abrí la puerta delantera y él se pasó al asiento del conductor. Le tendí las llaves y él encendió el auto. Creo que esperaba que me pasara a su lado, pero tenía tanta flojera y frío que lo dejé pasar. Observé cómo arrancó: la llave, los cambios, el pedal correcto...
Espera, ¿tenía pantuflas de Ironman?
- Tus pantuflas...
- Sí, son de Ironman.
- ¿Pero por qué tienen que ser de la cabeza de Ironman?
- Amor, solo duérmete.
- No me digas amor -mi tono ya denotaba mi sueño. Cerré los ojos y creo que dormí, porque lo siguiente que recuerdo es a Mathias moviéndome para que me despierte.
Se había bajado del asiento delantero y había abierto la puerta de mi lado. James seguía durmiendo como una roca y yo bajé tratando de no despertarlo.
Le di un besito a Mathias como despedida y le dije:
- Llevas a James a su casa, ¿ya? Solo déjalo tirado en el sofá.
- Pero... -Mathias quiso hablar.
- Nos vemos mañana, gracias por recogerme.
Le di otro beso y entré al edificio donde estaba mi departamento.
Mis amigas con quienes compartía el flat me sorprendieron a mitad de la escalera.
- Tienes que decirle que se quede -dijo Yamile- Míralo, pobre.
- ¿Qué? Él tiene casa. Y yo tengo sueño.
- ¿Te va a recoger y le dices que se vaya? -Maya me reprochó.
- Le dije “gracias” -solté. Estaba muy cansada para esto.
- ¡Que perra! -Yamile soltó en el tono más despreciable de todos- Anda y dile que se quede.
Las pasé de largo y empecé a subir las escaleras hacia el depa. Mathias de seguro ya se había ido.
Mis amigas no subieron detrás de mí. No, bajaron y empezaron a hacer bulla afuera en la calle. Bulla en plena madrugada.
Bajé corriendo y las vi trayendo dentro del edificio a Mathias.
Oh, joder, las iba a matar.
- ¿Qué haces? ¿Y James? -exclamé.
- Él no se va a despertar hasta mañana y hace frío, estoy en pijama. Vamos, amor, me quedo.
- No me digas amor -repetí asqueada. Les lancé a mis amigas una mirada fulminante y continúe- Mathias, tienes tu cama. Ni siquiera hay sillón en el depa.
Él sonrió pícaro y supe a qué se refería.
Mis amigas reaccionaron antes que yo y lo llevaron hasta el flat. Las iba a matar, en serio. Él estaba súper feliz.
Subí lentamente las escaleras, pero antes le di una última mirada a James. Ojalá no me matara al día siguiente.
Mis amigas habían dejado a Mathias en la sala. Él estaba sentado en el sofá –el que supuestamente no había en el depa- y me sonrió cuando me vio.
- Hasta más tarde, Mathias -le dije. Caminé hasta mi cuarto hasta que mis amigas me arrastraron dentro de la habitación de Maya.
- No lo vas a dejar en el sofá -me gruñó Yamile.
- No va a dormir en mi cama.
Estaba cansada, creo que mi tono lo revelaba.
- ¡No seas...!
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Los Valdez
HumorEl mundo de Camila De la Barrera gira en torno a su universidad. Tiene veinte años y está en su penúltimo año de Comunicaciones. Camila odia a su jefe, el más malditamente sexy profesor de su universidad, una basura de persona, pero que al final le...