1 LORD JORDAN Y LA SRTA. LILITH

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Cuando una llega a los 40 y tu marido de 50 te deja por una jovencita de 30, descubrir que un chico de 25 se siente atraído por ti, primero te halaga, después te hace sentir como si hubieras ganado el gordo de la lotería. Te miras en el espejo y te preguntas ¿De verdad puedo gustarle a un joven de 25, guapo y que tiene un regimiento de quinceañeras coladitas por él? Luego ves como ese hombre te mira cuando estás cerca de él, como se le ilumina la cara y te convences de que si, de que puedes gustarle. Es más, sonríes cuando él acerca tu boca a tu oído y suavemente te dice:

- Estás preciosa hoy.

Y te sientes como si te hubieras tomado un camión de vitaminas, o como si volvieras a tener quince años.Aunque obviamente no los tenía, y a veces la diferencia de edad se hace evidente, sobre todo cuando son unos cuantos los años que te separan de la otra persona. Y eso fué lo que me hizo dudar y complicó nuestra relación, pero no adelantemos acontecimientos, como he dicho, nos conocimos, y en realidad, en el momento en que lo hicimos no imaginé que todo esto llegaría tan lejos.

Le conocí en un club de BDSM al que acudía cada noche de viernes desde que me había separado. Siempre me había atraído el BDSM, pero con mi ex marido, todo había sido muy inocente y tradicional, supongo que porque a los 25 no te planteas esas cosas y tampoco conocía el BDSM, jamás me había planteado que podría gustarme. Además, 20 años atrás todo era muy diferente, no había internet, no teníamos tanto acceso a la información y con suerte tus padres te hablaban de sexualidad a partir de los 15; en fin, que no contemplé esa posibilidad porque no la conocía. Pero ahora, con 40 la conocía, sabia lo que era, había decidido probarlo, ya que me atraía y me había gustado.

Pero ahora como mujer adulta, más segura de si misma y que sabe más de la vida que hace 20 años, me apetecía probar algo nuevo. Por eso iba a allí. Como digo, acudí a aquel local y estaba sola, sentada en la barra, observando a mi alrededor. Había gente de todas clases. Amos con esclavas a las que llevaban sujetas a una cadena colgada de su collar. Dominas enfundadas en cuero con sumisos que caminaban un par de pasos tras ellas. Amos que no lo parecían, y estaba él, joven y guapo, tras su mascara negra. Porque era obligatorio en aquel local llevar máscara. Por supuesto, yo llevaba la mía, de un llamativo rojo sangre, mi color favorito. Nos miramos, él estaba en el otro extremo de la barra, me sonrió. Era una sonrisa clara, hermosa y llena de luz. Yo también le sonreí. Creo que en aquel momento algo pasó entre nosotros, no sé. Luego traté de distraerme, mirando a lo lejos, a la pista de baile donde había algunos Amos bailando con sus sumisas. Y entonces, oí su voz en mi oído preguntándome:

- ¿Bailamos?

Me asustó un poco y me giré de golpe. Le miré, le sonreí.Por un instante, incluso dudé que me lo hubiera dicho a mí. Tenia su mano tendida, y me sonreía de nuevo con esa sonrisa tan luminosa y clara, sus ojos color miel no dejaban de mirarme. Sonreí y acepté. Salimos a la pista y tras poner su brazo por detrás de mi cintura, y yo mi mano sobre la suya, empezamos a movernos al ritmo de la música.

- Soy Lord Jordan.

- Yo soy Lilith – le dije tímidamente.

- ¿Qué hace una mujer tan guapa como tú, sola en un lugar como este? – me preguntó.

- Pues mira, me gusta este mundo y suelo venir los fines de semana, desde hace ya un par de meses. ¿Y tú? – le pregunté curiosa.

- Es la primera vez que vengo, me lo recomendó un amigo.

- Buena recomendación.

- Eso veo, me alegro de haberle hecho caso.

Me abrazó con más fuerza y pude sentir su erección.

PERDERME EN SUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora