6. ENAMORADOS

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Así pues aquella noche, primero fuimos a cenar con mis amigos a un pequeño restaurante cercano al polideportivo. Vi que Gisela se sentía un poco fuera de lugar así que traté de estar pendiente de ella todo el rato para que se sintiera más integrada en el grupo. Me encantaba estar allí con ella, y que mis amigos nos vieran juntos.

Alexia, una amiga con la que había estado enrollado hacía mucho tiempo, se sentó a mi lado, y como casi siempre intentó coquetear conmigo, pero yo, como casi siempre le dí unos cuantos cortes. Aún así, Gisela se dió cuenta y al ver su cara le pregunté:

- ¿Qué te pasa?

- Nada - me respondió sin querer darme la verdadera razón de su mala cara.

- Sí, algo te pasa, empiezo a conocerte y sé por tú cara que hay algo que no te gusta.

- Nada, es sólo que esa amiga tuya, no hace más que coquetear todo el rato ¿no te has dado cuenta?

- Claro que me he dado cuenta, pero no tienes de que preocuparte, lo tengo todo controlado. Para mí sólo hay una, y eres tú.

Sonrió y le dí un beso.

Tras la cena fuimos a una discoteca. La saqué a bailar, y bailé con ella. Me encanta bailar, y enseguida me dí cuenta que a ella también, así que disfruté mucho bailando con ella. Pero pasada casi una hora, me pareció que empezaba a sentirse cansada o agobiada.

- ¿Estás bien? ¿Quieres que nos vayamos? - le pregunté.

- Sí, vámonos, empiezo a agobiarme ya. La música está muy alta para mí.

- Esta bien.

Me despedí de mis amigos y salimos de la discoteca.

- ¿Dónde vamos? - le pregunté, aunque sabía de sobra su respuesta.

- A mí casa.

Subimos a su casa, casi sin hablar, besándonos como si no hubiera nada más, mientras subíamos en el ascensor. Y cuando llegamos al piso y cerré la puerta tras de mí, le ordené:

- Quítese la ropa Srta. Lilith.

Me sonrió, mirándome directamente a los ojos, mientras empezaba a quitarse la ropa despacio, prenda a prenda. Sus ojos ardían de deseo y excitación. Le cogí la mano y tirando de ella, la llevé al salón. Nos quedamos frente a frente, sin dejar de mirarnos a los ojos. Se mojó los labios con la lengua y luego se los mordió en un gesto totalmente erótico que ella sabía de sobras que me ponía a mil, y entonces le ordené:

- Arrodíllese, Srta. Lilith.

Ella obedeció. Me encantaba verla arrodillada ante mí, postrada de rodillas, tan sumisa y erótica a la vez. Sin dejar de mirarme a los ojos, de un modo que me embrujaba. Me desabroché los pantalones, los empujé para que cayeran por mis piernas y le ordené nuevamente:

- Chúpamela.

Ella jadeó, fue una jadeo dulce y erótico a la vez. Acercó su boca a mi sexo y sentí como su lengua lamía el glande suavemente. Me encanta sentir su lengua sobre mi sexo, sentí como la movía descendiendo por el tronco, cerré los ojos tratando de concentrarme en cada sensación. Volví a abrirlos cuando sentí como metía mi polla en su boca, acaricié su mejilla, y ella volvió a mirarme. Quería sumergirme por completo en su mirada, en sus ojos, en su cuerpo, dentro de ella. Sentía su boca, chupando, engullendo mi polla y mi excitación subía y subía a la vez que lo hacía mi pene, que cada vez estaba más duro. Enredé mis manos en su pelo, empuje su cabeza, de modo que mi polla entró aún más en su garganta. Aquello era realmente adictivo y erótico, con ella no me daba reparo ir cada vez más allá, sentía que ella aceptaba cada cosa que yo le proponía y ni siquiera tenía que pedírselo, bastaba con mirarle a los ojos. Porque yo sabía lo que ella quería y ella sabía lo que yo necesitaba con sólo mirarnos a los ojos. Estaba a punto de correrme y sabía que lo haría sino la hacía a parar, porque no quería correrme en su boca, quería hacerlo dentro de ella, por eso le dije:

PERDERME EN SUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora