11 EL ACCIDENTE

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El despertador sonó como cada mañana a las siete en punto. Lo apagué y tras un par de minutos holgazaneando me levanté. Miré por la ventana, el día estaba triste, casi tanto como yo. Me duché, me vestí, desayuné y me marché al trabajo. Otro día más. Pero a media mañana y sin que lo esperar sonó mi móvil, era Abel. Me extrañó que llamara, y primero pensé en no coger la llamada, pero finalmente lo hice.

- ¿Diga? - pregunté con el corazón a mil por hora, con los nervios a flor de piel y esperando oír su voz, pero en lugar de la suya, oí a Jesús diciéndome:

- Gisela, gracias a Dios, Abel ha tenido un accidente de coche esta mañana a primera hora y... esta grave, bastante grave.

- ¿Qué? ¿Cómo? - entonces sí que empezó a temblarme todo pero no por los nervios - ¿Dónde está?

- En el Hospital General.

Y entonces pensé que si se lo decía a mi jefe no me iba dejar irme, a fin de cuentas no era alguien de mi familia, ni mi hija, ni mi madre, era sólo un amigo.

- Vale, ahora no puedo ir, pero a la hora de comer lo haré.

- Bien, lo entiendo, solo quería que lo supieras, creo que debías saberlo.

- Gracias. Hasta luego.

- Hasta luego.

- ¿Qué pasa? - me preguntó Irene que estaba a mi lado y supongo había oído una parte de la conversación.

- Abel ha tenido un accidente y está en el hospital y al parecer esta grave.

- Vaya. Tienes que ir a verle.

- Sí, pero ahora no, no puedo.

- Si mejor que esperes hasta la hora de comer. Si quieres puedo acompañarte - me dijo mi amiga, ella siempre apoyándome en todo. Sin duda, no había nadie mejor que ella como amiga.

Pasé el resto de la mañana mirando el reloj, deseando que pasaran las horas, preguntándome como estaría Abel. Temía el momento en que llegaría al hospital, en como estaría, y quien habría. Sin duda, estaría su madre, y sus amigos, todos sus amigos.

Quizás si se daban cuenta de que lo que sentía por él era real y verdadero, podría aceptarlo. Aunque en realidad, lo que de verdad importaba era él. Que él supiera y entendiera hasta que punto le amaba, aunque me hubiera equivocado.

A la hora de comer recogí todas mis cosas, y acompañada de Irene me fui hacía el hospital. Nada más llegar llamé a Jesús para preguntarle donde estaba, en que planta y en que habitación.

Cuanto más cerca estaba de la habitación donde estaba Abel más nerviosa estaba. Cogí la mano de Irene con fuerza para armarme de valor.

- Tranquila - me dijo ella - yo voy a estar contigo en todo momento.

Llegamos a la zona donde me había indicado Jesús. Y en cuanto me vio se acercó a mí. Vi a la madre de Jesús, sentada en una silla, con algunos de los amigos de él a su alrededor. En cuanto me vio alzó la vista hacía mí.

- Hola - me saludó Jesús.

- ¿Cómo está? - le pregunté.

- Está en coma inducido. Al parecer se ha dado un golpe bastante fuerte en la cabeza al chocar, y de momento, prefieren mantenerlo así.

- ¿Cómo ha sido? - le pregunté, viendo que su madre se acercaba a nosotros.

- Al parecer el del otro coche se saltó un ceda al paso y le dió de lleno en su lado, no tuvo tiempo de reaccionar.

PERDERME EN SUS OJOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora