VI - El atentado de lisboa

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Nicolau salía de su carruaje bajo la lluvia dentro del bosque de la casa Cádiz con la sirvienta Amelia esperaba a Nicolau con una gran sonrisa bajo su paraguas.

— Buenas tardes amo Nicolau, como le ha ido en su día en el colegio?

— Un poco regular señora Amelia, que tal las cosas por acá? ¿Mi padre se encuentra en casa?

— Lamentablemente el noble Filipe salió de carácter de urgencia hasta la capital por razones personales.

— ¿Y cuándo volverá?

— No especificó su duración, pero si nos advirtió que no volvería en un tiempo y que usted estaba a cargó.

Nicolau asintió y bajo del carruaje dando un pequeño salto, caminando al frente de la sirvienta Amelia quien aguantaba el paraguas para que Nicolau no se mojara.

— Que habrá de cenar el día de hoy Amelia?

— Pues le tengo una noticia que creo que le va a alegrar amo Nico, el chef Alberto no solo nos regaló un kilo de pargo fresco desde margarita, sino que con el permiso del noble Filipe vino hoy a preparárselo especialmente a usted.

— El señor Alberto está aquí? — los ojos de Nicolau brillaban.

La sirvienta Amelia se sorprendió por un momento lo cual le produjo una sonrisa contagiosa que también se mostró en la expresión de Nicolau.

— Por supuesto que, si amo Nico, el señor Alberto ahora mismo está en la cocina esperándolo.

Nicolau no se lo pensó dos veces y tiro la mejor carrera de su vida hasta la cocina.

— Señor Alberto! — Gritaba Nicolau en lo que entraba en la cocina.

— Ey amiguito! ¿Qué tal te fue en el colegio? — agachado preguntó el señor Alberto cuando Nicolau se lanzó a los brazos del chef dándole un gran abrazo.
El chef agarró a Nicolau con sus brazos cargándolo y apoyándose de su barriga.

— El director es un tonto — Respondió Nicolau frunciendo el ceño.

— Cómo es eso posible? ¿No es el director del liceo donde estudia el gran Nicolau de Cádiz? — Pregunto el chef agarrándole la nariz con sus grandes manos a Nicolau.

— Es un idiota, se cree muy importante con su trajecito y su gran oficina, pero en realidad nadie lo respeta por ser un idiota suicida.

— Como que suicida? — Preguntó la sirvienta Amelia entrando a la cocina con una cesta con verduras.

— Gracias por los vegetales Amelia — El chef sonrió ajustando bien su gorra de golf.

— No me cambies la conversación Alberto, que es lo que le estas enseñando al amo Nicolau?

El señor Alberto dejo que Nicolau se quedara a su lado protegiéndolo de una enfurecida sirvienta Amelia.

— Yo no hice nada Amelia solo le pregunté que como era el director Williams.

— Señor Alberto usted sabe muy bien que lo máximo que podemos preguntar sobre los estudios del amo Nicolau es si le fue bien en su día, si la respuesta es negativa estamos en la obligación de informarle al señor Jaime o en su defecto al Noble Filipe en persona.

— Si señora — Nicolau se veía incomodado por la forma en que la sirvienta Amelia había empujado contra la pared al señor Alberto — Solo quería ver si era un buen colegio para mi hija — agrego el señor Sebastián sonriendo avergonzado.

— Eres desvergonzadamente idiota, estas al tanto de que no es un colegio cualquiera.

— Si señora, pero el noble siempre ha sido muy amable con Silvia desde que nació, pensé que podría hacer una excepción.

— Amo Nico es eso verdad?

— Si señorita, padre siempre ha querido mucho a la señorita Silvia e incluso ha comido con nosotros en eventos organizados por padre.

La señorita Amelia suspiró profundamente.

— Luego hablaremos sobre esto con el capitán vale?

La barriga de Nicolau gruño aludiendo su hambre a la conversación.

— Amos Nicolau lo invito a esperar el plato principal en la mesa, hay diversos aperitivos que el señor Alberto le preparó con anterioridad.

— Si! Están buenísimos Nico, son como unos bocadillos como los que comimos en margarita con atún y queso solo que los prepare con queso de cabra en lugar de queso blanco y ahora la acides del queso le da un sabor muy gustoso al pescado.

Nicolau corrió a la mesa del comedor donde se sofocó de los bocadillos del señor Alberto hasta que se acabaron, luego llegó el señor Alberto con el plato de pescado con arroz y verduras y la señorita Amelia se acercó con una jarra de jugo de guanábana que le sirvió a Nicolau dejando la jarra en la mesa.

— Que tengo muy buen provecho amo Nicolau.

— Muchas gracias señorita — dijo calmadamente casi babeándose Nicolau con la pinta que tenía ese pargo frito.

La señorita Amelia y el señor Alberto se retiraron dejando solo a Nicolau quien justo antes de hincar el tenedor el pescado se dio la vuelta para darse cuenta que se habían ido.

Nicolau se sintió solo de un momento a otro por la gran mesa que era solo para él, así que decidió levantarse y caminar hasta la cocina donde la señora Amelia y el chef se preparaban para comer su cena de igual manera.

— ¿Disculpen, pero podrían comer conmigo?

— Señor Nicolau nosotros no podemos...

— Por supuesto que si Nico!

El chef agarró su plato y el de la señorita Amelia y rodeo a Amelia con su brazo para animarla.

— Pero tú estás loco? Si el noble Filipe se llegase a enterar...

El señor Alberto apunto con sus cejas a Nicolau quien sonreía de oreja a oreja lagrimeando.

Con su mano tapando su boca la señorita Amelia se vio agobiada por las lágrimas del joven Nicolau y con timidez agarró su plato y lo llevo a la mesa con Nicolau y el señor Alberto.

Comenzó a comer su pescado en silencio mientras que Nicolau y el señor Alberto hablaban del colegio, le señorita Amelia se había mostrado muy cerrada comiendo todo el rato.

— Señorita Amelia? — Preguntó Nicolau llamando la atención de la sirvienta quien lo miro subiendo la cabeza al frente — Quiere jugo?

Amelia se vio claramente sorprendida por la oferta, ella no hubiese esperado un gesto amable de alguien relacionado al noble Filipe quien la maltrataba y humillaba día a día, mucho menos su propio hijo.

— No amo Nicolau muchas gracias por todo, ya terminé de comer, volveré a mi trabajo amo Nicolau y le prepararé su bañera Amo Nicolau.

La señora Amelia se levantó de la mesa y se retiró con su plato, su vaso de agua y sus cubiertos, colocando en su lugar la silla en la que se había sentado como la había visto.

— Gracias señorita Amelia — Dijo Nicolau con una gran sonrisa hasta que un estruendo se escucho dejando a todos con escalofríos.

Quietos escucharon como pesados pasos se acercaban hacían el comedor, Amelia se apresuró para entrar a la cocina y cerrar la puerta sin decir una palabra, coordinado con el cierre silencioso de la puerta de la cocina se abrió delicadamente la puerta que llevaba a la entrada de la casa Cádiz, el noble Filipe estaba detrás de la puerta mirando al piso.

Subió la mirada y se dio cuenta que el chef Alberto estaba en su silla del comedor comiendo al lado de su hijo.

— Mi señor — Dijo el chef levantándose e inclinándose con una sonrisa nerviosa.

— Señor Alberto que hace aquí?

— Pues verá, en un principio vine a hacerles de cenar como ya le había contado...

— Si eso estaba aclarado, pero esa no es la pregunta — Explicaba con su mano a la altura de su pecho en señal de paro — Mi pregunta fue clara señor Alberto, ¿qué hace usted aquí?

El señor Alberto miró de reojo a Nicolau que ni se había volteado a ver a su padre, pero había cerrado sus ojos con fuerza.

— Pues la verdad es que no pude evitar probar un poco de ese pescado señor... — Mintió bajando la mirada notablemente triste.

— Es mentira padre! — Gritó Nicolau golpeando sus manos contra la mesa — Yo le pedí al señor Alberto que me acompañara a comer porque me sentí solo en esta gran casa! me pareció lamentable tener que comer solo cuando tengo una familia.

El noble Filipe y el señor Alberto se quedaron perplejos con la respuesta inesperada de Nicolau que apareció de la nada.

El noble Filipe se acercó lentamente a la mesa del comedor tiro de una silla y se sentó, movió su mano para que el señor Alberto se sentara igualmente el cual acató la orden tensamente.

— Amelia! ¡¿Dónde mierda esta mi comida?!

Al instante la señora Amelia con un plato de pescado para el noble y a paso apurado mirando al piso dejo el platillo en frente del noble y de los bolsillos de su delantal sacó tenedor y cuchillos, los pulió y los dejo correctamente frente al noble antes de retirarse temblorosa.

El noble comió junto al señor Alberto y su hijo con gran tensión en la mesa provocada por la forma tan tenebrosa que el noble miraba su propio plato.

Una vez terminaron su cena silenciosa el señor Alberto se levantó de la mesa.

— Muchas gracias por permitirme acompañarlos mi señor, amo Nicolau, si me permiten tengo que volver a casa.

— Dale Alberto, salude a Silvia de nuestra parte.

— Mi señor hablando de Silvia...

— Que sucede?

El señor Alberto se percató de lo rasposas que estaban las manos del noble, sonrió poniéndose su gorra antes de darse la vuelta hacia la puerta.

— No es nada mi señor, disculpe las molestias, hasta mañana Nico, recuerda que mañana tendremos res para el almuerzo.

Nicolau asintió sin expresión en su rostro al estar en presencia de su padre.

Cuando el señor Alberto tomó su caballo y partió hacia la ciudad el noble Filipe se levantó de la mesa.

— Nicolau acompáñame, tengo que enseñarte la razón por la cual llegue tarde para la cena.

— Si padre.

Nicolau siguió al noble hasta su recamara en el tercer piso de la casa Cádiz donde se sentaron en la gran cama del noble, quien de su maletín sacó un paquete de un tamaño pequeño que cabía dentro de un cajón de su mesa de noche.

— Esto hijo mío es un libro — afirmó abriendo el paquete con su abre cartas — que me fue entregado hace un par de días de la mano del gobernador de margarita después de recibirlo de la mano del rey en su viaje al reino.

— El tío Carlos te envió eso? Y que contiene?

— No lo se hijo, quería leerlo en tu presencia, el paquete fue acompañado por esta carta que escribió el rey que dice “Filipe ya llegó el momento de que sepas tu historia, eras muy joven para entonces y seguro nos culpas a nosotros los adultos por no cuidarte pero debes entender que me enteré de tu situación en aquel entonces hice todo en mis posibilidades para llevarte al reino junto al calor de la comida real.”

— No entiendo nada padre, a que se refiere con eso el tío Carlos.

— Pues veras en 1769 cumplí la edad de 10 años y ciertamente no era el mas feliz del mundo pero allá en Cádiz, trabajar en el campo era mi labor, no se muy bien de quien era el campo, no lo recuerdo, pero recuerdo a mi madre.

— Mi abuela?

— Así es, siempre enojada, nunca la vi sonreír o por lo menos no que mi memoria me permita recordarlo, siempre la vi con la barriga hinchada y sentada viéndome trabajar en el sol, pero un día ella sentada en la sombra bebiendo un vaso de agua al frente de la casa me llamó con emoción, era muy joven y con ese calor de primavera lo primero que pensé fue que me daría un vaso de agua antes que me desmayase.

— y fue por eso que te llamó?

— crees que fue por eso que me llamó?
Nicolau observó la portada del libro que tenía su padre en sus manos y observó el nombre en grande ¨la traición del duque¨

— Comenzaré a leer y luego te explicare lo que sucedió.

Todo comienza el 13 de enero hace ya casi 40 años en 1759, un duque muy cercano al rey en Portugal, logró burlar los controles del reino en Lisboa, llegando a enfrentar cara a cara al rey portugués y con su espada atentar a su asesinato, sin embargo, el rey no era rey solo por tomar buenas decisiones sino por su habilidad para demostrar sus capacidades e ideales, el enfrentamiento no duraría mucho tiempo pues, los guardias escucharon los forcejeos dentro de la habitación del rey y forzaron la cerradura para salvar a su líder.

Los guardias aseguraron que el duque llevaba puesta una máscara del teatro real de Lisboa, pero el rey se negó a revelar lo sucedido en aquella ocasión.

Pero mas allá de las confidencialidades imperiales, el rey quien no tuvo ningún progenitor, no se podía permitir fallos en su seguridad tanto personal como la de su gente, entonces tomo cartas en el asunto, ampliando los derechos de los guardias a niveles indecentes, ciudadanos de la época como Sylvia, residente de la calle de la plata nos dicen ¨la intimidad fue mediocre de la noche a la mañana y ni tuvieron la valentía para decirnos por qué¨.

Tanto jóvenes adultos como personas de la tercera edad e incluso niños menores de los 12 años eran revisados de pies a cabeza sin ninguna vestimenta en mitad de la calle buscando armas blancas en la ciudad de Lisboa, con el fin de bajar la cantidad de armas que la población poseía en las calles, pero al contrario de su objetivo de bajar la inseguridad de la ciudad el rey fue criticado por su forma inhumana de manejar una situación como tal por un desconocido filosofo de la época quien tuvo mucha influencia en la gente que lo escucho, asegurando que el rey no le importaba mejorar sus vidas, que su mayor satisfacción al ser rey era poder abusar de las doncellas que visitaban al reino.

Este filosofo causó un retundo impacto en la manera en la que los ciudadanos veían a su rey que a partir de este momento llegaron en una sola semana cinco intentos de asesinatos al rey que le destaparon los oídos.

El rey que no veía ningún apoyo por parte de sus nobles por calmar la situación y hallar a este alborotador, para darle su merecido castigo, sentencio a todos sus nobles a ser asesinados junto a sus familiares.

— Padre hay una nota aquí.

— ¨Pasa a la pagina 72¨ — leyó en voz alta el noble quien acato la nota del rey.

Uno de los nobles que dejó con la intriga a los lectores de la gaceta de Madrid quienes informaron sobre un reporte del reino de Portugal que asegura que el noble Filipe de Lisboa fue asesinado por los guardias durante el parto de su esposa la cual escapó en un carruaje español, sin embargo lo que intrigó a los lectores no fue el hecho de la facilidad con la que la presunta prófuga haya partido sospechosamente hacia España sino el raro hecho de que el noble Filipe de Lisboa no solo haya muerto de una manera tan poco memorable siendo este la mano derecha y tal vez uno de los hombres mas cercanos al rey de Portugal, sino el hecho de haber manchado toda la escena de una abundante sangre negra.

Se dice entre los guardias que fue traumático ver la escena, aun después de tantos años de guerras, al punto de que algunos se hayan encerrado hasta morir de hambre como es el caso de don Pablo Ronaldo o Miguel Coleira un joven de 22 años que acababa de inscribirse en la armada del Rey, quienes semanas o hasta meses  después del acto frente al noble, como es el caso de don Pablo, se encerraron en lugares remotos para sus conocidos, para suicidarse de una manera pasiva y sin violencia.

Se sabe que no hay prueba alguna de que lo anterior contado sea completamente verídico sin embargo la cantidad de testigos es abrumadora al punto de que algunos investigadores encontraran hasta 20 testigos.

He aquí los hechos, ahora pasemos a un plano aparte, de acuerdo a lo especulado por el príncipe Carlos Cuarto de España luego de haber tenido una batalla mano a mano en un calabozo de Cádiz con un hombre que estaba siendo buscado por el reino, el príncipe declaró ante el rey su sospecha de a donde fue a parar la prófuga esposa del fallecido noble Filipe de Lisboa.

La señora a pesar de seguir desaparecida dejó rastros de lo que fue su escondite durante cerca de diez años, una granja en las lejanías de Cádiz donde crio el hijo mas joven de su presunto esposo, cuando fue encontrado por el príncipe el niño presentaba patrones de haber sido maltratado sin mencionar la desnutrición a simple vista que el niño lucia, según la historia contada por el joven, un día este trabajando bajo el sol encontró un cuchillo entre los cultivos y a su madre alejándose detrás de el susurrando cosas que no llegaba a entender, minutos mas tarde, la señora de Lisboa le llama para que vuelva a la casa luego de un día cubierto por el sol, llorando su madre el niño aseguró que pensó por un instante que su madre se sentía mal por tratarle de tal manera y que le ofrecería un vaso de agua.

Por su puesto que siendo un niño que no ha vivido una vida normal lo primero que piensas es que todo es normal y que la única razón que el vive es por y para su madre, por supuesto que el niño soñaba despierto, pues, tan pronto como el se acercó hasta la puerta de la casa una cegadora oscuridad le rodeó luego de que una mano se dirigiera a gran velocidad a su rostro.

El joven dijo que había despertado encadenado, sin camisa y sangrando de la nariz, escuchó un goteo, gente gritando y niños llorando, y pasó horas en ese lugar húmedo, frio y tenebroso, hasta que una silueta se asomó por los barrotes, sacó un llavero grande de entre sus pantalones y abrió la puerta de la celda.

El hombre susurraba y gritaba cosas que el niño no entendía, el hombre de gran estatura y corpulento lanzó una botella hasta la pared donde el niño se encontraba encadenado, un pedazo de vidrio entró en su oreja y el hombre le agarró la cara con mucha fuerza, “señor un pedazo de vidrio entró en mi oreja” dijo el niño antes de que el hombre le apretara aun mas la cara “perdóname chiquito” susurró el hombre antes de lamerle la oreja para sacarle el pedazo de vidrio.

— Así fueron todos los días hasta que me encontraron — Fueron las palabras del niño cuando se presentó al rey Carlos Tercero de España.

Luego de casi 6 años según los médicos del reino, quienes investigaron cual era la edad del niño y desde hace cuanto tiempo el niño se encontraba en ese calabozo, pues al niño lo intoxicaban y golpeaban hasta caer inconsciente, el príncipe Carlos Cuarto de España llegaba al calabozo en una misión de búsqueda del presunto prófugo de la justicia, el niño aseguró estar consciente a medias cuando escuchó caballos encima de el y todo el polvo que le cayó en la cara le despertó por completo en ese momento el hombre se levantaba detrás del niño subiéndose los pantalones, cuando este intentó agarrar un barrote con el cual hería al niño, llegaron los guardias a la escena.

— Mi señor! El negro se encuentra aquí” gritaron los guardia empuñando sus sables temerosos por el tamaño del hombre

El hombre se les abalanzó con su barrote en alto el cual fue detenido en seco por el sable del príncipe antes de que llegara a lastimar a sus subordinados este le dio una patada en el estomago al hombre quien cayó de lleno en el calabozo.

— vayan a asegurar a las victimas, yo me encargo — ordenó el príncipe.

— Señor yo lo asisto! — exclamó uno de los guardias.

— Lárguense! Es una orden!

RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora