VIII - Los truenos del lago

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En 1795, dos semanas despues del secuestro de su hijo, el noble Filipe presionaba a todos los encargados de la Seguridad de las provincias pertenecientes a la Capitanía en una reunión de emergencia.

- Inutiles! Sois todos unos inutiles! -gritó el noble Filipe furioso- les encargué la seguridad de mis dos hijos y fallaron!

- Pero, mi señor, nos tomaron por sorpresa! -dijo uno de los hombres que estaban en la reunion-

- Es verdad, su nobleza, los soldados se habían ido al centro de Caracas por la rebelión... -explicó muy calmado otro de los hombres-

Habían en total siete hombres en la reunión, cada uno de ellos era encargado de una provincia y el noble Filipe los dirigia a todos ellos.

- Yo no quiero excusas! -exclamó el noble Filipe- quiero propuestas!

Los nombres de los hombres estaban bordados en sus uniformes porque el noble Filipe nunca se acordaba de ellos.

- Cual es su propuesta? señor... -decía el noble Filipe acercandose al hombre que le dijo que el secuestro no era su culpa- Sebastián! Sebastián de Emparan.

- Yo? -Decía pensativo el señor Sebastián- pues ya ha pasado mas de una semana, mi señor... si no lo han matado, habrá que buscar en mi provincia que es la mas cercana.

- Recuerdeme su provincia señor Sebastián... -dijo el noble Filipe acercandose al señor Sebastián- Yo tengo una memoria muy corta.

El señor Sebastián tragó saliva cuando vió como se acercaba el noble.

- Ma... Maracaibo, señor! Me encargo de la provincia de Maracaibo!

- Pues pire para vuestra provincia, que aqui no le quiero ver! y vosotros igual! ya les encargaré algo.

Todos se habían ido a sus respectivas provincias y el noble Filipe estaba en la sala de reuniones solo.

- Si no logro esto por el Rey, lo lograré por mis hijos. -dijo el noble Filipe hablando solo- mantendré mi promesa.

La sirvienta escuchaba las palabras del noble Filipe desde la puerta, le iba a traer su comida y escuchó un golpe desde la sala de reuniones del noble.

Entró a la sala abriendo la puerta lentamente...

- Mi señor? le he traido su comida. -dijo la sirvienta antes de ver al noble tirado en el piso- Mi señor! se encuentra usted bien?

La sirvienta soltó la bandeja sorprendida y corrió a donde había caído el noble.

Le tomó el pulso y escuchó su respiración, estaba vivo pero inconsciente, asi que la sirvienta llamó a los mayordomos y cargaron al noble hasta su habitación, lo dejaron descansar...

El señor Sebastián se dirigía en barco a la ciudad de Maracaibo, como lo habia ordenado el noble Filipe.

Navegando... Comenzó a llover, parecia una tormenta electrica.

- Siempre que me meto en este sucio lago, llueve sin parar! -dijo el señor Sebastián abriendo su paraguas- ya estoy harto!

La lluvia era tan fuerte que empezó a inundar el barco, el señor Sebastián le ordenó a su esclavo que empezara a sacar el agua y le apuntó con su rifle Ferguson.

El esclavo no dudo en apresurarse al ver los cuerpos de sus antiguos compañeros esclavos colgando desde el mastil del barco y con una cubeta de madera empezó a sacar el agua.

Se escuchaban truenos a lo profundo del lago y el señor Sebastián presionaba a su capitán para que soltara las velas y aunmentara la velocidad.

- Tranquilo señor! estas tormentas suceden aqui todos los dias! -gritaba el navegante con una sonrisa- no hay nada de que preocuparse!

RebeliónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora