7. R: Sentimientos Encontrados

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Nos dirigimos a la salida del coliseo y una sorpresa nos encontró ahí.

—¡Raf! —canturreó Nix, se lanzó en sus brazos como una princesa y éste le dió vueltas con alegría.

La escena fue muy hermosa, aunque podía sentir la incomodidad de Zedt.

Mientras ellos seguían con su pequeño encuentro romántico, Zedt soltó un carraspeo…

—Lamento la interrupción, pero algunos queremos conservar los ojos.

Se rieron levemente. Apuesto a que estaban tan felices que no le prestaron atención al comentario sarcástico de Zedt.

—Zedt, es bueno verte.—habló Rafdale con una sonrisa imposible de no responder— Lya, espero te estés divirtiendo.

Sus cejas pobladas se alzaron.

—Mucho. —respondí con una sonrisa.

Nix y Rafdale se miraron con atención, juraba haber visto chispas volando por los aires. Rafdale se dió cuenta de mi expresión ridícula, pues me guiñó el ojo.

—Lya, ¿te molesta si te la robo unos minutos?

—Adelante…

—¿Segura que estarás bien? —preguntó Nix con tono agudo.

—Si, además, puedo regresar con Zedt.

Zedt a mi lado me miró y yo le sonreí.

—¡Gracias Lya! —exclamó el moreno.

Rafdale cargó a Nix de forma nupcial y corrió lejos mientras reían a carcajadas.

Miré a Zedt por el rabillo del ojo, seguía a Rafdale con la mirada, parecía tener las mejillas ligeramente rosas, pero…¿por qué?

Empezamos a caminar en silencio hasta el palacio. El silencio era un poco incómodo, ya que juraba escuchar a Zedt, intentando decirme una cosa, cualquier cosa, pero le era imposible. No entendía el por qué de su comportamiento, siempre había sido muy directo y alegre.

Traté de romper el poderoso hielo que nos dividía.

—¿Zedt?… —levanto la mirada del suelo, sus ojos oscuros se notaban tan tristes, más de lo que había imaginado unos ojos tristes—…¿Todo está en orden?

Él parpadeó dos veces con asombro.

—Claro que si nena, ¿por qué no estaría bien?

Noté claramente el suspiro que soltó después de sus palabras.

—Has estado muy distraído —seguí.

—Te preocupas demasiado —soltó una leve risa apagada.

Una gran parte de mi cuerpo me demandó a seguir insistiendo, sin embargo, si solo quería estar en silencio, debía aceptarlo y respetarlo. Pero me pasó otra cosa por la cabeza.

Lo detuve de inmediato por el brazo, el giró confundido y aproveché para abrazarlo de forma cálida. Él no correspondió al abrazo.

—¿Que haces?…—se rió nuevamente.

Dudé un poco mi respuesta. Noté que si fuera pensado con la cabeza fría, no habría sido tan embarazosa la situación, sin embargo, no tenía ninguna intención de retractarme.

—Solo lo hago.

El dudó.

—¿Por qué?…

Seguí abrazándolo. Poco a poco relajó sus músculos y correspondió al gesto. Sus brazos eran reconfortantes, como los de un hogar.

No duró mucho hasta que nos separamos, me miró con los ojos brillantes y menos fríos.

 "Los Escorpiones Negros" Donde viven las historias. Descúbrelo ahora