14. La sombra de una reina, con el filo de una espada, derrotada

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XIV

Debemos ser cautelosos en los torrentes.
Y con la fuerza de un gran timón.
Violentos como un fuego ardiente
Cumpliendo muy misteriosos la misión.

-Mulan

¿Has estado en el centro de la batalla alguna vez?

Todos luchando, todos quieren ser el vencedor, todos actúan como héroes en sus propias historias. Se defienden y te defiendes, aprovechas el filo de tu espada, sientes las garras del enemigo rompiendo tu piel, y temes que su mandíbula te atrape.

Pasas de temer por tu vida a temer por las personas que cargarán con tu fracaso. Das golpes a diestra y siniestra, pierdes el aliento, pero sabes que detenerse un segundo puede costarte la vida. Así que sigues luchando, con los pulmones ardiendo y el sudor bañando tu rostro.

Era así como se sentía Magnus. 

Una pata empujó a Magnus hacia un lado. Intentaban separarlos, pero con una estocada el animal desapareció y él pegó más su espalda a su compañero.

Escuchaba los jadeos, el metal y la carne tras él, pero no podía voltearse. Sabía que Alexander estaba herido, pues lo escuchaba quejarse. Él mismo estaba herido también.

No podía usar más su magia, no con esa cantidad de animales. Y si la usaba era probable que el esfuerzo acabara con él, y aún había una misión por cumplir.

Sintió que algo se sujetaba alrededor de su pierna derecha antes de sentir un tirón doloroso. Su vista se oscureció por unos segundos y lo siguiente que supo es que estaba en el suelo.

Las raíces de los árboles, negras y con olor a azufre comenzaron a enroscarse en sus pies. Estaban halándolo lejos de las hienas. No, no lejos, estaban enterrándolo vivo.

Comenzó a cortarlas, pero entre más cortaba, más salían para enroscarse como serpientes.

En un momento de pánico escuchó la risa de La Sombra de su madre.

Ella había comenzado a jugar y estaba ganando.

Una raíz se adueñó de su cuello y comenzó a apretar. Magnus sintió como la vida escapaba poco a poco. Intentó arrancarla pero estaba tan apretada que comenzaba a hacer surcos en su piel. A lo lejos escuchó el grito amortiguado de Alexander. Quiso decirle que lo sentía.

Soltó la espada. La risa maquiavélica de La Sombra hacía eco en su mente junto al coro de risas de sus sirvientes salvajes. Cerró los ojos esperando la muerte.

Ya estaba. Lo había intentado todo. Así moría el Gran Magnus Bane.

Sintió un calor recorrer su cuello y sus piernas, las raíces no estaban más. Se arqueó jadeando por aire. Sentía la garganta como si hubiese tomado fuego puro.

Al recuperarse, con el ardor aún quemándole la garganta y los pulmones, buscó a su salvador deseoso de jurarle esclavitud eterna. Se sorprendió al ver una lagartija de cincuenta centímetros de alto, esta lo miraba sonriente.

—Oye, casi te mueres.

Parpadeó. —Sí, gracias por avisar—dijo como si fuese la plática más natural. Pero teniendo en cuenta la cantidad de veces en las que casi moría no le sorprendía.

Cuentos De Hadas Para Niños Grandes (Malec) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora