† 0 1┆ 𝙴𝚕 𝚌𝚘𝚖𝚒𝚎𝚗𝚣𝚘 𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘

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3 de mayo, comisaría central de Seúl

6:21pm

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El tic tac del reloj de pared que colgaba en aquel solitario pasillo era el ritmo que marcaba mi pie de un lado al otro, con un aburrimiento tan propicio de mí. La silla en donde me hallaba sentada ya se me hacía muy incómodo, al punto de que mi trasero doliera del peso reunido en esas dos infinitas horas en las que me dedicaba a esperar a mi padre y a mi hermano mayor.

Ambos trabajaban en la comisaría; y hoy era uno de esos días en los que me dió por esperarlos para irme con ellos a casa.

Mi padre siendo el general al mando de aquel establecimiento. Fue general de la armada nacional, y ya se imaginarán el honor que conlleva aquel cargo, aún más para mí cultura; por lo que somos una familia respetada en lo que al ámbito militar se refiere. Se retiró con honores decidiendo ejercer el cargo al mando en la comisaría central de Seúl.

Mientras que mi hermano mayor iba por sus pasos, no en el ámbito militar pero si en el oficial. Agente policial muy respetado en las calles de Seúl, era un rompe corazones y muy bueno en su trabajo ya que ningún ladronzuelo se le escapaba.

Y después estaba yo.

La menor, la única chica en la casa pues una enfermedad nos arrebató a nuestra madre cuando estaba muy pequeña. Casi no puedo recordarla, solo tengo vagas imágenes de su rostro que se reproducen en mi memoria, así como un disco dañado.

No era policía, ni militar. Pero era universitaria en la carrera de derecho, con el sueño de algún día convertirme en una excelente abogada.

Aún así, vivir con dos hombres no fue tan fácil; sonreí al recordar cuando era niña el como le pedía a mi padre que me ayudara a peinarme, su rostro lo decía todo, él no era bueno para eso. Terminaba yendo al colegio con una coleta mal hecha; claro, hasta que yo misma aprendí a hacerlo.

El criarme sin una figura femenina fue muy duro: ¿Cómo le explicas a tu padre que había salido sangre de tu parte íntima?

A los catorce años había aprendido a usar un arma. Nunca había visto a mi padre tan orgulloso de mí; había dicho que había nacido para eso. Me hizo inscribirme en clases de auto defensa, y acostumbraba asistir al gimnasio después de clases.

Estaba de más decir que las pláticas de mi padre sobre el sexo eran la peor parte. Gracias a él había decidido a los quince años apartarme de los chicos, por lo que era una pobre chica sin vida social. Literalmente mi vida social era un asco; solían burlarse de mí en la preparatoria por ser ''tan poco femenina''.

Claro que era femenina...

Bueno, odiaba usar faldas y vestidos cortos, odiaba el rosa, odiaba el maquillaje. Aún así, no me sentía poco femenina por eso, simplemente era sencilla ¿Tan malo era serlo?

El sonido de pasos resonando por el pasillo hicieron que saliera de mi debate mental. Me reincorporé en la silla al ver a mi hermano caminar hacía a mí. Fruncí el ceño al no verlo acompañado por mi padre, eso significaba que tendrían que quedarse más tiempo en la oficina.

Que volvería a casa sola.

── ¿No vendrán a casa, verdad? ── pregunté aún sabiendo la respuesta.

𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐔𝐑𝐆𝐄 𝐎𝐅 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇  ||  J.JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora