† 0 5┆ 𝚂𝚘𝚕 𝚍𝚎𝚕 𝚒𝚗𝚏𝚒𝚎𝚛𝚗𝚘

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La palabras de mi padre seguían resonando en mi cabeza, como un eco abismal que se reproducía en mi mente con la intención de hacerme tomar con más fuerza las armas en mis manos. Traía una mochila colgada en mi espalda con cosas que creía necesarias para al menos unos días apocalípticos.

Había visto muchas películas de zombies y en ninguna de ellas las personas se preocupaban por llevar cepillo dental o jabón de baño. Era obvio que lo principal era sobrevivir, pero para sobrevivir también era importante la salud higiénica ¿No?; además, ¿Que bulto hacía mi cepillo dental con su respectiva pasta y una pequeña barra de jabón? Ninguno, y sabía que en cualquier momento podría serme útil.

Sabía que si estuviera con mi padre y mi hermano, estos se hubiesen burlado de mi necesidad femenina ante la higiene.

No sabía cuánto tiempo me costaría llegar a Busan sin ningún tipo de transporte a mi disposición.

También llevaba lo vital, dos grandes botellas de agua, comida enlatada que con suerte teníamos sin usar en la despensa, una manta por si me tocaba dormir en medio de la nada, algo de ropa y el Waki-Tokie.

Si me faltaba algo, tenía la esperanza de hallarlo en la abandonada ciudad de Seúl.

Miré el reloj en la pared de la casa y este marcaba las 3:33am.

Era el momento.

Miré aquella casa en la que crecí con atención, sintiendo un nudo en mi garganta formarse ante los recuerdos felices vividos allí junto a mi padre y a mi hermano mayor. Debía volver con ellos, quería abrazarlos y asegurarme de que estuvieran bien.

Conmigo tenía colgando de uno de mis hombros una de mis armas favoritas: un fusil de franco tirador. Era buena franco tiradora, y eso lo sabía gracias a una visita que hice en la base naval donde antes trabajaba mi padre; él me había animado a usarla, y en mi primer tiro le había dado al punto rojo de la figura de cartón que se hallaba a metros de mi.

Recuerdo la cara de impresión de mi padre, su sonrisa orgullosa al saber que tenía un don con las armas.

Suspiré por última vez, preparándome mentalmente para lo que venía; además del fusil tenía dos armas en mis manos con silenciadores, mi regalo de cumpleaños número dieciocho de parte de mi hermano, que me serían muy útiles para no llamar la atención de más zombies.

Sin más, giré el pomo de la puerta principal de la casa, abriendo la puerta de par en par y observar de primera tres zombies frente a mí. Detrás de estos habían más y cada uno caían con una bala en la cabeza de mi parte.

Tenía guantes de cuero en las manos, especiales a la hora de disparar, además de mis botas militares favoritas, jeans y un suéter de cuello alto que amaba usar. Además, no podía faltar mi cubre bocas.

Era fácil acabar con aquellos cadáveres andantes debido a lo frágiles que eran sus podridos y desgastados cuerpos. Aún así, no debía confiarme, porque según había vistos en películas, cuando un zombie te alcanza es muy díficil que te suelte.

Las balas salían de mis dos armas de manos sin parar ni para respirar, sin siquiera llegar a hacer ruido gracias a los silenciadores. Cuando acabé con el último noté el poco humo que salía de la punta de las boquetas de mis armas y resistí el impulso de soplarlas como en las películas de vaqueros. Debía seguir y dejar los juegos.

𝐓𝐇𝐄 𝐏𝐔𝐑𝐆𝐄 𝐎𝐅 𝐃𝐄𝐀𝐓𝐇  ||  J.JKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora