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A la mañana siguiente, llegó temprano a aquel apartamento, mochila a la espalda, maleta en mano y tocó el timbre. Esperó nerviosa unos minutos, mirando alrededor, hasta que la morena abrió la puerta.

- ¡Buenos días Mei! - Dijo con entusiasmo.

- Buenos días. - Retrocedió unos pasos dejando entrar a la rubia. - ¿No es muy pronto?

- Es que... como al final no me dijiste tu horario, no sabía a qué horas tenías clase. - Cambiandose el calzado. - ¡Además, quería ayudarte con las cosas de la casa!

- No eres una sirvienta Yuzu, no es necesario hagas nada. E igualmente, solo estoy un poco coja, puedo realizar cualquier tarea perfectamente. - Pasó al salón, con la otra chica siguiéndola.

- Mmmm ¿quién es?

- ¿Quién es quién? - Se giró a mirarla.

- Pues... ese. - Señaló un oso de peluche que estaba sentado en la posición de anfitrión.

- ... - Siguió con los ojos la dirección. - Ese es... - Jugueteo con un mechón de pelo y desvió la mirada. - Kumagoro.

- Encantada de conocerte, Kumagoro. - Dejó la maleta a un lado y fue hasta él y le dio un achuchón. - Nunca habría imaginado que tuvieras un oso de peluche.

- Lo trajo mi padre, una de las veces que volvió.

- Vaya... ¿Sigue viajando por el mundo? - Dejando el oso en su sitio.

- Sí. - Mirándola.

- Bueno, supongo que no tiene remedio. - Acercándose mientras se rasca la nuca.

- Al menos ahora se donde esta y que hace... - Bajó la mirada. - Gracias a ti.

- Jejeje. - Rió nerviosa. - No fue nada. ¿Sigue mandando cartas?

- De vez en cuando.

- Ya veo. - Se quedaron unos segundos en silencio.

- Bueno. - Caminaron por el pasillo. - No me dió tiempo a preparar la habitación de invitados. Puedes usar la mía mientras tanto.

- No quiero quitarte la habitación, Mei. Ya la arreglaré yo, no te preocupes.

- Yuzu. - Se giró y habló en un tono gélido mientras la miraba fríamente, asustandola. - He dicho que lo haré yo.

- E--está bien. - Dijo cuadrándose.

- Aquí es. - Abrió la puerta y se hizo a un lado, para dejar pasar a la rubia, pero esta no entró. - ¿Pasa algo? - Enarcó una ceja.

- Es que... se me hace raro, es como invadir tu territorio.

- ... - Suspiró. - Es solo una habitación.

- ¡Vale! - Ingresó en el dormitorio y observó alrededor. "Así que esta es la habitación de Mei." Había una cama, una mesita de noche, un escritorio, un armario empotrado y un par de estanterías. Todo era de colores apagados y estaba perfectamente ordenado. Luego la miró a ella, que estaba en el cerco de la puerta apoyada. "Realmente le pega bastante." Pensó sonriendo.

- ¿Qué?

- No, nada. - Dejó la mochila en el escritorio y la maleta encima de la cama.

- ¿Sólo has traído eso?

- Realmente no, de eso quería hablarte.

- ¿Qué? - Ladeando un poco la cabeza, mientras la veía con curiosidad.

- Mañana es sábado y no hay clase. Así que mi madre, a parte de traerme lo que falta en el coche, quiere agradecerte que me dejes quedarme en tu casa invitandote a comer fuera. - Al ver que la otra chica entrecerró un poco los ojos y no contestaba, se apresuró a añadir. - Si quieres, claro.

¿Por qué...? [Citrus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora