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Cuando llegaron a casa, Mei se sentó en el sofá del salón. La rubia se quedó en el umbral de la puerta mirándola. No habían hablado en todo el camino y no estaba segura de qué debía decir.

- Oye, Yuzu. - Dijo levantando la cabeza para observarla.

- ¿Eh? - Se acercó hasta estar a un lateral del sillón.

- ¿Tú... lo sabías?

- ¿El qué?

- Que Takeda iba a confesarse.

- No, no tenía ni idea. Nunca me lo habría imaginado. - Se rascó la nuca. - Me ha sorprendido bastante.

- Ya veo. - Hubo unos minutos de silencio.

- Y... ¿Cómo te encuentras? - Sentándose a un lado.

- Bien. - Respondió tranquilamente.

- ¿Bien? - Un poco extrañada. - ¿Lo aceptaste?

- No.

- Mmmm. - La miró con curiosidad pero sin atreverse a formular ninguna pregunta.

- No es para tanto.- Suspiró.- No es agradable, pero tampoco estoy mal. Además, ya he rechazado a gente antes.

- ¡¿Queeeeeeee?! - Sorprendida, sabía que la morena era bastante popular, pero nunca había caído en ello. Sacudió la cabeza intentando quitarse un extraño sentimiento.

- No seas escandalosa. - Con un toque de cansancio en la voz.

- ¡Perdón! - Juntó las manos y agachó la cabeza. - Es que, no lo había pensado. - Tras unos momentos meditando, no pudo aguantar con la duda. - Oye Mei, ¿puedo preguntarte algo?

- ¿Quieres saber por qué los rechacé? - Dejó de mirarla y se concentró en el suelo.

- Sí...si no es mucha molestia. - Farfulló.

- No se me permite.

- ¿No se te permite?¿Te refieres a tu abuelo?¿Tienes otro prometido? - Cuestionó algo molesta.

- Aún no.

-¿Aún no? ¿Eso significa que está buscando uno nuevo?

- Sí, eso es lo que creo. - Murmuró.

- Mei... - La abrazó con los ojos llorosos. - Deberías estar en contra de que te hagan eso. Deberías poder elegir lo que quieras.

- Esto es lo que elegí. - Yuzu pudo notar un toque de melancolía en aquella afirmación lo que la entristeció aún más.

Estuvieron así unos minutos hasta que la rubia se tranquilizó un poco, se soltó y se fue a su habitación. Allí se tumbó en la cama y se puso la almohada encima de la cabeza. "Maldita idiota." Pensó mientras las lágrimas volvían a amenazar con brotar. "¿Cómo puede dejarse manipular así? Parece un maldito robot. Nunca sabrá lo que es hacer las cosas por uno mismo, la felicidad, el amor..." Poco a poco fue quedandose dormida.

Unas horas después el cacharreo la despertó. Se levantó y se dirigió al lugar del que provenía el ruido. Al llegar a la cocina vio a la morena leyendo lo que parecía un libro de recetas y con varios cacharros fuera.

- ¿Qué haces? - Preguntó extrañada.

- Estoy intentando hacer la cena. - Sin levantar la vista.

- Pero tú odias cocinar. - Se apoyó en la encimera.

- Sí, mas no quería molestarte, parecías cansada. - La miró de reojo.

- Bueno, deja que me lave la cara y sigo yo.

¿Por qué...? [Citrus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora