Inesperado

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Nadaba como si el mismo diablo me estuviera persiguiendo, aunque algo muy parecido lo hacía. María me estaba persiguiendo hecha una furia, tanto que su poder estaba fuera de control. La noche había caído completamente hacia unos minutos y lo único que nos iluminaba eran unos cuantos rayos que impactaban en el agua y la ocasional luz de las estrellas y la luna que se filtraban por estrechas ranuras en las nubes de tormenta que cubrían el cielo nocturno. Hace bastante tiempo que nos habíamos alejado del palacio y como yo escapaba a toda velocidad nos alejamos bastante. El mar estaba agitado, demasiado para ser natural tomando en cuenta que no hubo indicios de ninguna tormenta durante el día, por lo que mi razonamiento llegó a la conclusión de que se debía al poder de María.

Eso es algo muy interesante sobre los poderes, no existen niveles, todos aquellos que nazcan con un don lo tienen en la misma cantidad, no hay unos más poderosos que otros, solo unos con mayor entrenamiento. Y eso era lo que me estaba llevando en contra en ese momento. Como María no tenía mucho entrenamiento su poder fácilmente se salió de control al momento en el que pude comenzar a contraatacar, lo que me obligo a escapar. Agradecía fuertemente su pésima puntería; de lo contrario estaría más que muerta por sus municiones de agua hirviendo o hielo.

No sabía exactamente en qué lugar me encontraba, no me preocupé en ningún momento de ver hacia donde iba, solo estaba centrada en escapar por lo que no tuve tiempo de siquiera pensar un buen lugar donde poder dar vuelta la situación. La marea era cada vez más fuerte lo que no me dejaba nadar en línea recta. No paraba de esquivar sus constantes ataques, era como si no se le acabara la energía nunca.

-Amelia, ¡me las pagarás! Nadie me humilla de esa manera.

-María, ¿no crees... que podríamos... conversar esto?

No podía hablar de corrido debido a las constantes evasiones que tenía que efectuar, pero de todas formas mi intento de conversación no fue útil ya que lo único que escuché como respuesta fue un gruñido de parte de ella y muchos ataques por su parte. Fui una tonta al meter con algo que no comprendía completamente, la desesperación por salir de ese lugar me llevó a actuar sin siquiera pensar en que ella no estaba en completo control de sus poderes y que aquello que pensé que podría utilizar como ventaja me jugaría en contra.

No sabía qué hacer, el miedo de que María me matara era demasiado y la frustración de no poder hacer nada bloqueaban mis pensamientos. Necesitaba huir, pero no tenía idea de adonde. Estábamos cerca de un arrecife por lo que decidí dirigirme hacia allá, probablemente no era la mejor decisión, pero ahí podía utilizar los corales como escudo y también como armas. Una vez con un destino en mente enfoqué todas mis fuerzas en llegar hasta allá. La luz aumentaba un poco debido a estar más cerca de la superficie, pero de todas formas mi camino me lo iluminaban las municiones que María lanzaba, que por alguna razón que desconozco brillaban. Al llegar al arrecife las cosas se facilitaron un poco, tenía lugares en donde cubrirme y poder descansar un poco y pensar. Me oculté en una pequeña cueva con la esperanza de que María se alejara un poco y yo pudiera ingeniar algún loco plan que me sacara de esa situación. María pasó varias veces por el sector en que me encontraba hasta que finalmente decidió que no me encontraba en ese lugar. Agradecí de todo corazón lo poco escrupulosa que era. Apenas la sentí lo suficientemente lejos, salí nadando a toda velocidad. Mi plan de idear un plan era mala idea, desperdiciar tiempo no era una opción, y la oscuridad estaba de mi lado. Si nadaba lo suficientemente rápido y me alejaba de todo ser viviente luminiscente, era poco probable que ella me encontrara. Nadé durante poco rato cuando recibí el primer ataque por parte de mi hermanastra. En el poco rato que nadé logré acercarme bastante a las orillas humanas, ese era el único lugar que podría considerar medianamente seguro. Yo sabía que, aunque ella estuviera más que furiosa, no se iría a meter a ese lugar, ella, al igual que muchos, temía a muerte de los humanos. Mientras escapaba de ella mi única meta era intentar llegar a la orilla humana y escabullirme ahí, pero las olas que se formaban cerca de la superficie, por donde yo estaba nadando, me arrastraban y desorientaban momentáneamente.

Los Secretos del MarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora