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MIÉRCOLES

«Harper Evans»

No podía evitar pensar en lo diferente que habían sido mis rutinas de mis días anteriores.

El lunes por la mañana que desperté para ir a correr con Dylan, jamás pensé que terminaría siendo la novia postiza de su primo, al cual detestaba con toda su alma por simples celos de que, al menos frente a su familia, Alexander siempre había sido más atlético, amable, inteligente, hábil, entre otras cosas.

Para mí, aunque Dylan fuese un desastre en muchísimos aspectos, siempre sobresaldría por encima de Alexander, por el simple hecho de que desde hacía años me gustaba y, aunque siempre salía con decenas de chicas, no podía evitar sentir lo que sentía, él estaba en su derecho de salir con quien quisiera y ellas si eran solteras, también podían estar con la mitad del mundo si se les antojara. Pero eso no impedía que me doliera cada vez que él tenía una nueva novia, y tampoco hacía que me destrozara cuando mi mejor amigo me contaba parte de sus hazañas sexuales como si nada. A pesar de que agradecía esa confianza en mí, por un lado, desearía que no la tuviera.

Me miré en el espejo de mi habitación. Me había dado una ducha después de haber salido a correr con Alexander, quién se mantuvo en silencio la mayor parte del recorrido que tuvimos y, aunque tenía muchísima curiosidad por saber lo que pasaba por su cabeza, no era de mi incumbencia, así que no pregunté.

Recorrí con mis ojos cada centímetro de mi cuerpo, delgado y sin forma.

¿Cómo podía gustarle a Dylan?

Al menos que Alexander hiciera milagros, yo no tenía remedio. Era demasiado delgada y blanca. No podía salir demasiado tiempo al sol porque la piel se me ponía roja y comenzaba a arder, porque era demasiado sensible como todas las personas de piel tan blanca, esa era una de las razones por las que mi padre había elegido Pittsburgh para vivir —la cual era la ciudad con menos horas de sol anuales en el país—, en lugar de Miami o Phoenix, las cuales eran mucho más soleadas.

Suspiré apartando la mirada con desagrado y vestí más o menos lo mismo de siempre, si no se veía mi cuerpo, quizás podría ser más aceptable mi aspecto.

Bajé las escaleras mientras veía la casa vacía, papá solía viajar mucho debido a su trabajo y, aunque en un principio no le gustaba dejarme sola, no podía permitirse viajar solamente cuando yo pudiera hacerlo, así que dejaba a una Nana cuidando de mí.

Tomé asiento mientras Nana me daba unos Hot Cakes untados con Nutella. Sonreí y ella me devolvió el gesto.

—¿Cuánto crees que tarde esta vez? —le pregunté comenzando a comer. Nana era una mujer bastante mayor, rondaba por los sesenta o setenta años, su cabello era canoso y no le gustaba teñirlo, pero le daba un aspecto tanto natural como simpático. Era bajita y regordeta, lo que la hacía lucir cálida y amigable.

—Dijo que iría a Alemania y, normalmente, cuando viaja a ese lugar, tarda varios días —agregó suspirando. Me encogí de hombros, mi padre era lo último que me quedaba y lo extrañaba cuando salía de viaje. Cuando yo tenía vacaciones solía llevarme, pero cuando estaba en clases, jamás podíamos convivir demasiado.

—Tal vez esta vez me traiga un lindo alemán de regalo —bromeé. Ella carcajeó y me dio un pequeño golpe en la cabeza.

El timbre de la casa sonó y Nana fue a abrir mientras que me embutía un buen pedazo del bizcocho en frente mío y tomaba jugo.

—¿Quieres comer algo? —escuché la voz de Nana, sólo recé porque no fuese Dylan con quien hablaba.

—No, está bien —escuché la voz de Alexander, cuando entró en la habitación en la que me encontraba, su perfume impregnó todo el lugar, era, sin duda, un olor bastante agradable.

¡Ríndete, Harper! [COMPLETA][#PGP2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora