III

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Joaquín.

Cuando volví a casa ya estaba bien entrada la noche, había ido con Emilio y ahora no estaba seguro de que era lo que debía hacer, como debería tratarlo o si necesitaba recuperar aquella amistad que teníamos. Me preguntaba seriamente que es lo que debía sentir ¿Me tengo que enamorar de él? Ugh no, paso.

Emilio es un idiota que solo piensa en sí mismo, además de que piensa con el pene.
No lo tolero ni lo toleraré, es irritante y grosero, y aunque suele ser amable con los mayores, es un bastardo con lo que tenga su edad hacia abajo.
Sinceramente nunca me interesé en él, o bueno, fue solo una vez.

Teníamos 11 y fue cuando descubrí que me gustaban los chicos.

Estábamos en una pijamada en mi casa, había sido improvisada ya que una fuerte tormenta cayó sobre la ciudad esa noche, Emilio y yo estábamos felices pues teníamos más tiempo para jugar, le presté una de mis pijamas y cenamos pan tostado con chocolate, vimos caricaturas, Bob esponja, mi favorita, y fuimos a dormir hasta la 1:00 am.

Recuerdo que todos fueron a dormir y apenas tocaron la almohada se quedaron completamente dormidos, incluyendo a mi compañero de cuarto, todos excepto yo, los días de lluvia siempre me han atormentando, es un miedo que tengo desde pequeño, pero esa noche, es imposible de olvidarla, esa noche que prometimos quedaría en el olvido, está más que presente todos los días para mi, cuando veo a cierto ruloso entrar por la puerta de la universidad con su sonrisa de estúpido que le queda jodidamente bien, la noche en la que dí mi primer beso, cuando me confirmé que las niñas eran mejor como amigas, y la noche en la que me enamoré del idiota de Marcos.

Claro que fue solo una tontería de un crío confundido, no fue nada serio y aún más importante, es que no estoy enamorado de él hasta la fecha.

Los relámpagos se podían apreciar desde la comodidad de la cama, tras la ventana mojada se podía observar el viento y las ramas de los árboles del patio de enfrente chocar contra una de las paredes exteriores al cuarto de Joaquín, justo al lado de la preciosa ventana con marco blanco por la que a Joaquín le gustaba mirar siempre que cierto moreno iba de visita.
Hacía frío pero solo afuera, aún así le fue imposible no sentir los temblores y escalofríos cuando otro trueno sonó a la lejanía, tenía miedo, pero era ya un niño grande y no quería despertar a su madre por una tontería como esa.

Trató de dormir, contó ovejas y cuando eso no funcionó, contó gatos, perros, tortugas hasta que se le acabaron los animales para contar, la pequeña sábana que compartía con Emilio no le era suficiente abrigo y se sentía un poco incómodo debido a la posición que en su intento fallido de conciliar el sueño había adquirido, pronto sintió sus ojos aguarse, no sabía que hacer y en definitiva dormir ya no era una opción, suspiró antes de liberar un sollozo, sintió las lágrimas recorrerle las mejillas y su garganta picar, Emilio por su parte no se había despertado por el ruido de la lluvia al caer, sino porque el pequeño a su lado era pésimo para guardar silencio, se acomodó sobre la cama para verlo, la poca iluminación de la farola de la calle era suficiente para reconocer figuras, visualizó el rostro de Joaquín y talló sus ojos para enfocarlo mejor, cuando lo hizo, algo en su pecho se oprimió, su mejor amigo estaba llorando desconsoladamente en silencio.

Emilio se sintió confundido, ¿Le había pasado algo? ¿Qué era lo que ocurría para que Joaquín estuviera así? El chico que era siempre risas y sonrisas dulces ahora estaba rompiéndose enfrente suyo y desconocía el motivo, decidió entonces preguntarle.

—Hey Joa, ¿Qué pasa?— el niño dijo en un susurro preocupado, juntando sus largas cejas demostrando confusión.

—No es nada Emi, vuele a dormir— su voz se quebró a media oración mientras intentaba quitar sus lágrimas, en cuanto lo escuchó supo que algo no andaba bien, y ahora por nada del mundo volvería a dormir, menos sin saber que era lo que le ocurría a Joaco.

—Puedes decirme lo que sea— insistió — sabes que yo jamás jamás voy a juzgarte, soy tu amigo, los amigos te apoyan sin importar que— se sentó sobre el colchón y colocó una mano en el hombro de su mejor amigo, compañero de aventuras y su crush desde el primer momento en el que lo vió, pero claro que Joaquín no debía saber eso.

Luego un estruendo resonó quizá por toda la casa, Joaquín se abrazó a si mismo y soltó un sollozo más, ahí Emilio lo entendió todo, a Joaquín le estaba dando miedo la tormenta, sin decir nada más se acercó al muchacho, pasó su brazo por encima de sus hombros atrayendolo en un abrazo, Joaquín se sintió de pronto más tranquilo, ya no sentía tanto frío y había parado de llorar, se dejó abrazar, su corazón dejó de latir tan desenfrenadamente como hace unos minutos y suspiró, cubriendo sus orejas cada que había un trueno, cada que esto ocurría el más alto lo apretaba con más fuerza hacía sí mismo en la búsqueda de apaciguar los hipidos que salían de Joaco, que aunque había parado de llorar, aún tenía las mejillas rojas y húmedas, además de que sus ojos se veían hinchados, esa imagen le pareció adorable.

Emilio tenía sueño, últimamente no dormía mucho pues sus padres solían discutir ya tarde, a la hora en la que Juan llegaba del “trabajo” Juan engañaba a su madre, eso lo sabía, sabía que no podían separarse o le darían una mala imagen a la familia, Emilio detestaba eso pues su madre tenía que aguantarse y convertirse en una persona infeliz, al demonio, no solo lo detestaba, odiaba con todas sus fuerzas cada una de las veces en las que vió a su madre derrumbarse sobre el piso de la sala, preguntándose en voz alta si era mala esposa, mala madre o una mala mujer, Emilio quería bajar y abrazarla, decirle que no había nada de malo con ella, que era la mejor mamá y que debería abandonar a su papá, claro, él amaba a su padre, tal vez no fue un buen esposo pero siempre le dió todo su tiempo y cariño a sus hijos, Emilio agradecía por ello, le hubiera gustado tener una vida diferente, pero luego pensaba que si tuviera otra vida, no tendría a Joaquín con él, no estaría para jugar a los piratas, o a los policías y ladrones, si tuviera una vida distinta, no sé casaría con Joaquín en un futuro, él mismo se encargaría de enamorarlo para ese entonces, que se enamorara tanto como él ya lo estaba; sí, Emilio tenía sueño, pero era mejor tener al temeroso chico entre sus brazos, mientras le cantaba en pequeños susurros para que dejara de oír la estruendosa lluvia.

Se sentía feliz, él y Joaquín siempre fueron de darse afecto, pequeños choques de puños, abrazos e incluso uno que otro beso en la mejilla cuando se saludaban, él disfrutaba eso, pues aquel niño le parecía el más lindo, tierno y bonito de todos.

Si tuviera que comparar a Joaquín con algo relacionado a la naturaleza, él escogería a los girasoles, porque le parecían los más bonitos en el jardín de su madre, había muchas flores, pero sin duda eran las que le daban luz y vida a ese cuidado jardín, así era Joaquín en la vida de Emilio, le daba sentido, luz y calor, calor como el que de pronto sintió sobre su cuello cuando Joaco enterró su rostro y exhaló, la lluvia se había calmado y ahora solo era la brisa fría golpeando el cristal de la ventana.

Joaquín abrió sus ojos de pronto, vió que desde que había subido a su habitación no se había cambiado y lavado los dientes como dijo que haría, en cambio, había estado de pie recargando en la puerta, pensando, recordando.

Se maldijo a sí mismo por perderse tanto en sus propios pensamientos, y entonces, hizo lo que debía hacer desde hace más de 10 minutos.

𝒄𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒖𝒏 𝒊𝒅𝒊𝒐𝒕𝒂|| emiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora