Bien, digamos que no estaba enloqueciendo, en absoluto. Solo, necesitaba pensar y tomar aire y probablemente mudarse de país. Sí, eso sonaba como una buena idea ahora.
Pasando una mano por su cabello Joaquín maldijo a su entrepierna y a sus hormonas, parecía un chico de 16 años.
Dios, estaba tan lejos de poder tranquilizarse, la campana había sonado justo a tiempo, antes de que Emilio pudiera decir algo o que el mismo pudiera reaccionar y pensar con claridad.
En su vida había tenido un beso tan intenso y aún más preocupante era la situación en la que su corazón se encontraba. Estaba nervioso, probablemente todos estuvieran hablando de ello a la hora del almuerzo y dios, no. No podría.
No porque las miradas estuvieran sobre él o algo por el estilo, estaba acostumbrado a ello, sino, por Emilio.
Todo lo relacionado con Emilio era un caos, era estúpidamente difícil intentar sacarlo de sus pensamientos. Su entrepierna cosquilleo feliz al recordar cómo la lengua del más alto había recorrido su boca sin pudor alguno y como él se había aferrado tembloroso a la espalda del chico, como si su vida dependiera de ello.
Fue jodidamente intenso. Intenso y excitante.
Estaba a punto de ponerse a llorar de la rabia que le dió, él se había jurado no meterse con Osorio, nunca, jamás y por nada del mundo y ahora estaba en medio del baño, mirándose al espejo con el rostro enrojecido y la boca bien besada.
Suspirando mojó su rostro una vez más, intentando que el calor en su cuerpo disminuyera y él pudiera salir como si nada hubiera ocurrido. Iba a ser un complemento desastre el tener que hablar con Emilio, pero intentaría hacerse el desentendido y rogaba (de verdad lo hacía) porque eso bastara para Marcos.
Los siguientes días evitó de la mejor manera a Emilio, sin embargo, dos días antes de su cumpleaños un golpe en su ventana lo distrajo del libro que tenía entre las manos.
Encendió la luz de su cuarto y apagó la lámpara en su mesa de noche, entrecerró sus ojos un poco esperando a que el ruido volviera, estaba a punto de volver a la cama cuando una pequeña piedra rebotó en su ventana.
Abrió esta y tuvo que forzar su vista hasta poder distinguir una silueta en su patio trasero.
“Joaco”....
“Espera, soy yo, soy Emilio”
¿Emilio? ¿Que hacía él aquí?
—¿Que carajos?— dijo él en un susurro alto
—Tengo que hablar contigo— respondió de la misma forma el rizado
—Emilio ¡Son las 10 de la noche! ¿No pudiste enviarme un texto?—
—Lo haría si no me hubieses bloqueado, tonto—
Joaquín se avergonzó un poco y luego Emilio volvió a hablar
—Bondoni ¡Hace frío, deja de pensar lo que estés pensando y actúa rápido!—
—¡Ya voy, ya voy! Sube a la casa del árbol—
Emilio giró y observó la vieja casita de madera dónde había pasado tanto tiempo con su Joaco.
Volteó y Joaquín ya no estaba en la ventana, obedeció y subió por la escalera de metal que el padre de Joaquín tenía sobre la cerca.
—Vamos Emilio, mi padre la terminó de construir hace poco, ¡Debo mostrartela!— tomo la mano del rizado y lo arrastró hasta su patio trasero. Emilio quedó con la boca abierta.
—Joaco, esto es ¡Genial!—
—Lo sé, de ahora en adelante puede ser nuestra guarida—
—Tenemos que ponerle algo que se quede aquí, ¡Hasta el final de los tiempos!—
—Escribiremos nuestros nombres ¿Te parece?—
—Me encanta la idea—
En aquella pared había cientos de cosas escritas, como: “no se aceptan chicas” “guarida súper secreta” “Michael es el mejor” “Que viva el básquetbol”, pero predominaba con un color rojo fuerte “Mailo y Joaco”
Emilio pasó sus dedos por aquella frase y un carraspeo hizo que volteara.
Joaquín estaba de pie en la entrada de la casa con unos pantalones sueltos de pijama, una camisa rosa completamente lisa y unas adorables pantuflas de conejito. Traía consigo una manta y un suéter.—Ten— dijo con un poco de nervios en su voz y le extendió la manta a Emilio.
Él la tomó y la colocó sobre sus hombros. Olía a Joaquín. No dijo nada.—Creo que ahora es cuando me dices porque veniste— continúo Joaquín, quién ahora se sentaba en el piso.
—Sí, eh, lo siento por venir a esta hora—
—Está bien, aún estaba despierto—
—Quise venir porque, te debo una disculpa— Joaquín frunció el entrecejo pero esperó a que continuara. —He estado comportandome como un idiota contigo, y lo siento.
Al principio se sorprendió un poco, no esperaba que Emilio se disculpara. Luego se encontraba sonriendo dulcemente.
—Está bien Emilio, yo realmente te detestaba por ese comportamiento, supongo que al menos tenemos que llevarnos bien—
—Espera, ¿Me detestas? Creí que solo te hacías el difícil, ya sabes, porque me besaste y eso—
Era increíble como todo el cuerpo de Joaquín se sonrojó.
—¿Cómo puedes creer que me hacía el difícil? Siempre te rechacé, imbécil—
—¿Entonces por que mierda me besaste? Y no me llames imbécil, imbécil tú—
Las cosas empezaban a empeorar y Joaquín pasó de estar avergonzado a estar furioso.
—El único imbécil aquí es el estúpido que disfruta de acosarme, vete al carajo—
—Me voy porque quiero, no por ti, niñito fifi, malditamente malcriado—
—Pudrete idiota—
Y entonces Emilio se había ido. Con rabia, enojo, dolor y una manta sobre sus hombros.
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Mentadas de madre aquí.
Lamento si me he atrasado con esto, no han sido mis mejores días 🥺
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𝒄𝒂𝒔𝒂𝒅𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒖𝒏 𝒊𝒅𝒊𝒐𝒕𝒂|| emiliaco
Fiksi Remaja¿y tú? ¿te enamorarías de un idiota? Emilio Marcos, probablemente el más estúpido chico del campus. Joaquín Bondoni, su ¡¿esposo?!