Capitulo 21

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MARATÓN 3/5

El resto de la noche no había sido muy interesante.

Mel y Erik, seguían bailando con complicidad, aunque, entre ellos no iba a pasar nada.
Todos conocieron a la novia de Erik, era súper buena chica y a Mel, le caía genial.

Aitana y Luis, no se miraban si quiera, y Pablo, estaba pasando el rato con una rubia que había conocido allí mismo.

Eso a Mel, no le hacía gracia alguna, le parecía una falta de respeto que lo hiciera delante de todo el mundo,pero aún así, decidió obviar ese detalle para seguir bailando.

Una vez empezó a amanecer, Pablo,Luis,Aitana y Mel, dejaron a todos en el pub y decidieron irse.

- Luis: Tengo hambre, ¿desayunamos en mi casa?.- sugirió a el grupo mientras se dirigían a los coches
- Mel: Por mi sí.

Pablo dijo que si también, y Aitana, dudosa, aceptó, solo por precaución. Había bebido algo y no quería coger el coche de Mel y volver sola.

Al llegar a la casa de Luis, todos fueron al salón y se sentaron. Mel, se ofreció a preparar un café o algo por el estilo, para que no se fueran a dormir con el estómago vacío.

Una vez entró a la cocina, se hizo un moño y buscó en los cajones de Luis el café.
Al ver un mandil, soltó una carcajada. El mandil que encontró era uno que ella le regaló estando en la universidad. En la zona de el abdomen, ponía ricura. Le hizo sentir muy bien que aún lo tuviera y que lo guardara tan bien.

Volvió a doblarlo y a guardarlo para ponerse con los cafés.

Estaba tan concentrada en lo que hacía que no se dio cuenta de que Pablo, la estaba observando.

- Ya casi está.- dijo ella, mirándolo.
- No he venido por eso.
- ¿Vienes a tocar los cojones? Estoy en blanco como para contestarte.
- Eres una cría.
- Y tú un estúpido. Estoy harta de que creas que me puedes decir lo que quieras. No es así, no puedes, ya te lo he dicho miles de veces.¿Te enteras, cretino? ¿Te lo repito más despacio para que te entre bien?
Y que sepas sepas que si es necesario, me voy de la empresa y ahí te quedas.- soltó Mel, mientras que caminaba hacia la puerta de la cocina.

Pablo, inmediatamente la cogió de la muñeca bruscamente y la puso delante de él. La agarró de la cintura y del cuello, para acercarla más. Una vez la tenía cerca y se zafaba de los movimientos que hacía ella para apartarlo, sin pensarlo, le agarró el labio inferior y tiró de el hasta escuchar un suspiro por parte de Mel. Tras eso, le perfiló los labios con la lengua, haciéndola perder todos los sentidos.

Después, tan solo se abrió paso para entrar a su boca y la besó. La besó con brusquedad y pasión, pero sobretodo, con ganas. Su lengua recorrió cada centímetro de la cálida boca de Mel, y eso le excitó demasiado.

Al quedarse ambos sin aire, Pablo, le dio un pequeño beso en el cuello, y se fue de nuevo al salón.

No entendía porque se había lanzado a ella así. Nunca antes había tenido la necesidad de besar tanto a alguien, ni mucho menos había tenido tales ganas.

Lo que le había dicho a Mel era verdad, para él, era una cría, y eso, le hacía querer enseñarle todo lo que él ya conocía de la vida.

La verdad, es que, le aterraba querer incomodarla y enfadarla a ella en concreto. Le aterraba el pensar en alguien que no fuera en el mismo. Pero lo que más le aterraba era el querer saber de ella hasta el mínimo detalle. No lo conseguía, y por eso, se interesaba aún más.

Por otro lado, Mel, acabó los cafés pese a lo confundida que estaba.

Mientras los llevaba a la mesa, pensaba en el beso. Le había gustado, puede que demasiado.
Nunca antes le habían hecho sentir tantas cosas.
Sentía enfado, sentía ardor, sentía seguridad y fuerza, pero a la vez, allí, ante él, se sentía pequeña.

El beso no había sido con delicadeza, todo lo contrario. Lo había sentido como un desahogo necesario que Pablo tenía, y eso, le enfadaba aún más. Le enfadaba el pensar que la había tratado como un segundo plato.

Tras llegar a el salón y poner los cafés sobre la mesa, los tomaron en silencio, cada uno, sumergido en sus pensamientos.

Al acabar, Luis, les enseño a Mel y Aitana las habitaciones donde podían dormir esa noche.

- Yo voy a la de siempre.- dijo Pablo, mientras veía a Luis bajar las escaleras.
- De acuerdo.
- Mañana pasamos un rato juntos. Ya sabes, para hacer cosas y hablar y todo eso.
- Está bien, príncipe. No te pongas nervioso, siempre estoy libre para ti.- bromeó Luis.

Pese a el día que llevaban ambos, rieron antes de meterse en sus respectivas habitaciones.

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