Capitulo 37

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¿Sabéis esa necesidad de ver sonreír a alguien que te hace sonreír a ti? Pues bien, esa necesidad la tenía hoy Mel. Por eso exactamente se ha despertado un poco antes de lo normal. La noche anterior había estado pensando en Pablo. Eso no era muy inusual en su rutina, pero esta vez, había pensado algo que creía que le haría muy feliz. Detrás de esa coraza y ese gen serio, había un Pablo con un amor muy sincero conocido por pocos. Para que ese amor se fuera desarrollando más y que así, el miedo que tenia fuera disminuyendo a su vez, Mel tenía una solución. O, al menos, un intento de solución.

Tras desperezarse y vestirse con un chándal gris, un top de manga larga azul y unas Nike que acompañaban a todo en sí, cogió lo necesario para salir de casa.
Mientras que iba en su coche no podía parar de pensar en cómo se lo tomaría Pablo y cual sería su reacción. Esos pensamientos se desvanecieron cuando llegó a su primer destino. Un refugio de perritos.

Si algo hace feliz a cualquier persona en el mundo es ser querido. Y en eso, los perritos son los mejores. Siempre te dan el cariño y el amor que necesitas sin cuestionar nada. Y sobretodo, siempre son fieles. Al llegar, no pudo evitar sonreír. Cuando años atrás vivía sola, tuvo un perrito que adoptó para que no fuese sacrificado. El, poco después murió de cancer, pero en vida, hizo de Mel, la chica más feliz y querida del mundo. Él la entendía, y por eso, quería regalarle un perrito a Pablo. Para que también tuviera la oportunidad de ser entendido.

Una cuidadora de las varias que había ahí, la informó de todos los trámites y de qué tenía que hacer para llevar a cabo la adopción. También le informó de que cada uno de los perritos tenía las vacunas y los cuidados al día. Una veterinaria voluntaria pasaba por ahí todos los días y hacía lo necesario para que vivieran bien dentro de lo posible. Mel, prendada por las buenas personas que eran, no podía nada más que asentir y sonreír. Encantada por lo que escuchaba, tras una extensa charla para que no hubiera duda alguna de lo que era el papeleo, Mel y dicha cuidadora, empezaron a andar por los pasillos del refugio para ver qué perrito era el "escogido".

Mel no quería escoger. Quería que fuera la conexión que se siente entre humano y perro la que escogiese, y por eso, fue andando y mirando a cada perrito mientras dejaba caricias sobre sus cabezas. Siguió y siguió hasta que se topó con unos ojitos tristes que la llamaban a gritos. Automáticamente se agachó y le sonrió.

-Hola, ojitos tristes.- saludó, acariciando a aquel labrador color chocolate.- Eres muy bonito.- prosiguió, dándose cuenta de que el perrito había apoyado la cabeza en su mano. Sonrió.
-Está aquí porque hace poco su dueño murió. Y como él, no tenía ningún familiar que se pudiera hacer cargo.- informó la chica que la acompañaba.
-Oh.- dijo Mel con tristeza.- Pobre.
-Es muy bueno. Y aunque es grandecito, aún es un bebé.
-Lo puedo ver.- sonrió Mel.- Creo que él es el elegido.
-Me encanta ser conocedora de tu elección.- sonrió la chica, agradeciendo así la ayuda de Mel.

Mientras que el perro era sacado de la caseta en la que estaba, Mel seguía hablando con aquella chica. Cómo llevarse al perrito le parecía poca ayuda, decidió preguntar cómo podía ayudar a todos los perritos. La respuesta esa sencilla. Una donación. Y como por suerte, Mel se podía permitir una bastante generosa, la hizo. Las gracias que le dieron fueron infinitas y a todas ellas, Mel le quitaba importancia. Lo que había hecho le hacía crecer como persona y sobretodo le hacía sentirse bien.

Una vez finaliza la donación, ya tenia al perrito en sus manos. De nuevo estaba agachada acariciando su pelaje. Sonreía al verlo tan triste y en busca de afecto. Le recordaba a como ella lo había pasado, y también le recordaba a Pablo. Por eso sabía que se iban a entender muy bien.
Después de meterlo al coche con cuidado ayudándose de el cinturón canino que se había encargado de comprar anteriormente, arrancó para poner rumbo a casa de Pablo.
Cada vez se sentía más nerviosa y no podía tener más ansias de verle la cara. Ya era media mañana, pero al ser fin de semana, seguro que Pablo estaba en la cama. remoloneando o contestando e-mails.

Al llegar, aparcó dentro gracias al mando del portón que había tomado prestado. Se bajó una vez el coche estaba aparcado y se dirigió a los asientos de atrás.

-Ojitos tristes, quédate aquí un momento y ahora vuelvo. Te dejo el aire para que no pases calor.- habló Mel, como si con una persona lo estuviera haciendo. Dejó un beso en su cabeza y cerró la puerta para tocar el timbre de la casa.

-¡Hola!.- saluda Mel a un adormilado y adorable Pablo.
-Hola.- sonríe y se restriega los ojos.
-¿Estabas dormido?
-No.- niega.- Estaba con el portátil en la cama.- sonríe. Mel asiente.-Vamos,entra.-la invita,dándole un beso.
-Estás muy informal. Vestido, digo.- dice esta, extrañada.
-Sí.- responde y se encoge de hombros.- Pero es para estar cómodo. Además, uno es guapo ponga los que se ponga.
-Ui si.
-En realidad estaba en bóxer pero,como no sabía que eras tú,me he puesto esto. No me ha dado tiempo a ponerme el traje con tu insistencia. Pero si hubiera sabido que eras tú, bajo sin nada.- ríe y guiña el ojo.
-Bueno,siéntate en el sofá y ahora entro. Cierra los ojos.- dice Mel, nerviosa y metiendose un mechón de pelo detrás de la oreja.
-No sabía que te iban estos rollos.- bromea Pablo mientras la coge de la mano y se dirige al salón.
-Cállate y haz lo que digo. Y no abras los ojos o me enfado. Y sabes cómo soy cuando me enfado.
-Ni que lo digas.- dice Pablo, rodando los ojos y haciéndole caso. Mel sonríe.

Abre la puerta con silencio y sale de casa para ir al coche a por Ojitos tristes como ella lo llamaba. El pobre no tenía nombre y quería que eso fuera elección de Pablo. Por esa razón ella lo llamaba así. Para salir del paso.
Después de que el perrito bajara del coche y siguiera a Mel con ayuda de su correa, ambos se adentran en la casa y se colocan delante de Pablo en silencio.

-Espero que te guste.- susurra Mel.- Puedes abrir los ojos.

Pablo, al abrir los ojos, pudo ver al perrito delante de él, mirándolo con curiosidad y atención mientras mantenía su cabeza torcida. Pese a que su postura era totalmente graciosa, Pablo notó sus ojos tristes y por eso, se acercó a él y le cogió la cara con sus dos manos. Todo esto, sin perder sonrisa.

-¿Es...-hace una pausa para asimilarlo.- para mi?- pregunta. Mel asiente, con lágrimas a punto de salir por ver aquella bonita imagen. Pablo sonríe.- Gra-gracias.- tartamudea.- Nunca me habían regalado algo tan bonito y acertado.- Mel vuelve a sonreír y Pablo se levanta para besarla con la mayor dulzura del mundo. Se aparta y la mira sonriendo. Vuelve a besarla. Mel le rodea el cuello con las manos y sonríe entre beso y beso.

Tras separarse y ponerse uno a cada lado del perrito, Mel cae en lo del nombre.

-¡Ais! No tiene nombre.
-¿Ah, no?- pregunta Pablo, extrañado. Mel niega y le cuenta la historia. Pablo sonríe por el buen corazón con el que cuenta Melanie.- Eres espectacular.- dice este. Mel niega.
-¿Como quieres que se llame?.- pregunta esta, para cambiar de tema.
-Pues ahora no se me ocurre nada. Pero, me gustaría un nombre que tuviera significado para mí.- dice. Mel se pone pensativa. Piensa en las raíces de Pablo y en todo su entorno.
-¿Terral? ¿Cómo lo ves?

Terral es un viento seco y caliente que proviene de la tierra. Normalmente, solo se da en Málaga y es conocido por ello. No es usual, pero tiene un significado bonito y además, viene de donde Pablo se crio. Pablo, asombrado, sonríe y asiente.

-Terral.- murmura y vuelve a asentir.- Terral me encanta, Melanie.- sonríe y la hace sonreír a ella también. No sé quién de los dos, o más bien de los tres, estaba más feliz.-Gracias.- dijo. Y ese gracias no era solo por Terral, si no por todo en sí. Y Mel, lo sabía.
-No.- niega Mel y le sonríe.- A ti. Siempre.

Pablo se vuelve a acercar a ella y la besa nuevamente. Terral, mientras tanto, está en el suelo, mirándolos. La tristeza de sus ojos va disminuyendo y sabe de sobra que, donde está, va a ser feliz, perdiendo así la tristeza que ahora mismo, lo caracterizaba.
Tras darle un beso en la nariz a Pablo, se agacha a darle uno a Terral, y, mientras lo hace, susurra.

-Ya no tienes los ojos tan tristes, Terral.-sonríe.- Vas a ser muy feliz.

Pablo, que no podía tener una sonrisa más amplia, toma una foto totalmente adorable. Sonríe aún más aún al verla.

......

¡Hola! ¿Qué tal? ¡Esperamos que muy bien!
Por aquí os dejamos un capítulo nuevo que esperamos que os alegre el domingo y lo que queda de puente.

¡Muchas gracias y muchos besitos!
Esperamos que lo disfrutéis.

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