Capítulo 16

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Los ojos de Cande casi logran salirse de su cara cuando dije eso, al mismo tiempo que se levantó del sillón como resorte. Ella me miraba sin entender y yo me senté en el pequeño sillón de la sala con las manos en la cabeza, estaba por explotarme. Le conté todo a Cande con detalles y ella sólo me prestaba atención sin decir nada.

—Me fui realmente a la mierda, ¿no? —le dije casi haciendo puchero, Cande se puso de rodillas sobre el piso para tomarme las manos.

—Un poco..., solo un poco —la miré aguantándome las lágrimas de enojo hacia mí—. Pero me parece que tenía que pasar esto para que te dieras cuenta de tu posición. No te sientas culpable por sentir algo.

—Pero no...

—Sí sentís, amiga. A mí no me tenés que mentir, sí sentís y está bien, no sos de piedra —me acarició la mejilla—. Independientemente de la situación amorosa, emotiva y sentimental, era algo que los dos querían, ¿no? —yo asentí—. Pero sí tenés que reflexionar mucho, qué es lo que querés, etcétera. Porque por lo visto... le importás mucho al chabón, más de lo que vos quisieras.

—No quiero lastimarlo, me siento una basura —me llevé la mano a mi cara—. Me siento como si un beso realmente importara. ¿A cuántas personas no nos hemos besado y nunca nos comprometió? —solté, Cande rió por lo bajo.

—Y... esa es la cuestión. Me parece que ese beso con sentimientos detrás, vale mucho más que un revolcón con cualquiera —Cande se paró del suelo para sentarse a mi lado, pasó su brazo por mis hombros y me abrazó.

—No puedo enamorarme de él, no puedo —repetí—. Soy una estúpida.

—Eso lo sabemos desde que aceptaste este trabajo de cuarta —soltamos una risa y le di un golpe leve en la pierna—. Pero eso que decís, nadie lo puede saber más que vos, los dos —Cande se levantó del sillón y me miró mientras yo me quedé viendo el ventanal con las cuarenta y nueve rayitas.

—Estás a tiempo de decidir si querés cerrar ese número en cincuenta o retirarte del juego y dejarte llevar por lo que la vida te está dando —me tomó del hombro y me giré a verla, me regaló una sonrisa que decía mucho. Yo asentí—. Sea cuál sea, te apoyo amiga. Buenas noches, voy a dormir que mañana salimos temprano.

Escuché como cerró la puerta de su habitación mientras yo me quedaba mirando cada una de las rayitas recordando todo lo que tuve que hacer para estar aquí. Pase quince minutos perdida en mis pensamientos confusos hasta que me fui a mi habitación para dormir.

– ¡La, despertá! —Cande entró de golpe a mi habitación despertándome—, nos quedamos dormidas. Si no salimos en quince minutos, perderé el avión —cuando escuché la última palabra me levanté de un salto.

– ¡Mierda!

Cande estaba corriendo por toda la casa guardando y sacando cosas de su maleta, yo me vestí con unos deportivos y una sudadera, me cepillé los dientes y el pelo, terminando por ponerme algo de máscara de pestañas para no verme tan mal. Mientras Cande se dirigía a la puerta, buscaba por todas partes mi celular, chequé dos veces mi bolso de anoche pero sólo estaba mi maquillaje. Cande a regañadientes me sacó del departamento y subimos al coche.

Llegamos en veinte minutos al aeropuerto con todo el tráfico que nos tocó. Estacioné en un lugar con límite de tiempo y ayudé con una de sus maletas a Cande para que corriéramos más rápido y llegar a documentar equipaje. Por nada más que suerte, hicimos todo en menos de diez minutos, aparte de que avisaron que el vuelo estaba retrasado por una hora.

—Dios, nunca corrí tan rápido en mi vida —dije mientras salíamos de la fila de documentación.

—Que locura, por suerte llegamos —Cande me sonrió. Sabía lo que estaba pensando, iba a soltar algo cursi y nos íbamos a poner a llorar, algo típico de nosotras pero aún no era el momento.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora