Capítulo 40

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Pedimos dos taxis para que nos llevara al centro. Cuando llegamos, le bastó al de seguridad del lugar ver a Peter y al Chino ahí, nos dejaron entrar en tiempo récord, no tuvimos que pagar entrada pero nos pedían un consumo mínimo, lo cual no sería problema para ninguno porque algunos ya venían en pedo.
Había bastante gente en el lugar, aunque no se viera grande. Tenía una parte externa hacia la playa y otra interna con paredes movibles, la pista era de colores y había una barra al fondo. Las mesas estaban rodeando todo el perímetro y repartidas alrededor de la pista. Nos dieron una mesa para diez personas y pidieron tres botellas de diferentes licores, incluyendo el Royal Salute, claro.

Luego de un par de tragos, Peter me pidió una botella de agua y nos fuimos a bailar. Al lado nuestro estaban Úrsula y el Chino bailando con pasos de cumbia.

—¿Cómo la estáis pasando? —me gritó Úrsula por la música alta mientras Peter y el Chino charlaban.

—Bárbaro, ¿vos?. Ya te vi con los pasos de cumbia pegaditos con el Chino —le di una sonrisa pícara.

—Me enseñó hace un par de años, me encanta bailarla con él —rió tímida—. Tú tampoco te quedas atrás, bailas bastante bien. Eso lo vuelve loco a Pedro.

—Bue... él tampoco lo hace mal. De los pocos hombres que me sacan a bailar y no son troncos —soltamos una carcajada.

En eso nuestros chicos se acercaron a nosotras y como si se hubieran puesto de acuerdo, nos tomaron de la mano para darnos una vuelta y darnos un beso en la mejilla. Peter me abrazó por la cintura mientras me daba besos en el cuello.

—¡Qué lindos que son, me encantan! —nos veía Úrsula—. Lali, dame tu celular, les voy a tomar una foto —le entregué mi teléfono riendo. Peter me puso frente a él y sentí su mano en mi espalda mientras sonreíamos para la foto—. Venga, que guapos —Úrsula me entregó el teléfono y vimos la foto.

—Ay, me encanta. ¡Qué linda que está, gracias! —Peter sonrió y me besó en la sien.

Luego de un rato, regresamos a la mesa con los chicos que la mayoría estaban en pedo. Algunos ya se habían ido al hotel donde paraban, así que pagamos la cuenta y regresamos a casa.

—¿Estás bien?, ¿podés manejar? —Peter le preguntaba al Chino mientras nos bajábamos del coche.

—Sí, no te preocupes. Estoy perfecto. Igual el Airbnb donde paramos está a tres cuadras de aquí.

—Dale, buenísmo. Cualquier cosa me hablás, Úrsu.

—No te preocupes, cariño. Nos divertimos mucho, a ver si mañana podemos vernos antes de que regresemos a la ciudad —le decía contenta a Peter.

—Me parece. Nosotros pensábamos pasar el día en la playa y por la tarde regresar. Si quieren vénganse temprano mañana y bajamos.

—Listo, mañana entonces. Descansen, chicos —nos despedimos todos con un abrazo cálido.

Peter y yo nos fuimos a la habitación caminando de la mano, eran casi las cinco de la mañana y estábamos exhaustos. Cuando entramos, Peter me tomó del brazo bruscamente para girarme hacia él y tenerme de frente. Lo miré extasiada y a la vez sorpresiva.

—Te amo —soltó mientras no apartaba su mirada de mi boca.

—Y yo a vos —sin decirnos nada más, nos comimos la boca mientras nuestra ropa iba desapareciendo con cada paso que dábamos hacia la cama hasta que quedé arriba de él.

El alcohol y la energía que habíamos acumulado después de una gran noche, hizo que el momento fuera puro fuego. Me tomó de las caderas y disfrutamos de ese momento donde nuestros gemidos eran lo único que nos acompañaba junto con las respiraciones agitadas. Fue un sexo placentero pero lleno de amor.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora