Capítulo 22

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Era jueves por la mañana, Cande y yo nos despertamos temprano y yo aproveché para darme una ducha y arreglarme para ir a desayunar con Peter. Mientras Cande deshacía sus maletas y colocaba la ropa sucia para lavar, me escuchaba desahogarme sobre todo lo que pasaba en mi cabeza, en conclusión llegamos que tenía que serle sincera y contarle todo a Peter, aunque hubiera una gran probabilidad de perderlo y de que me terminara odiando. No sabía la forma en que le diría pero iba a ser directa.

Dieron las diez de la mañana y Peter me mandó un mensaje diciéndome que estaba abajo esperándome en el coche, así que me despedí de mi amiga y bajé. Hacía buen tiempo en un día de invierno, aunque hacía un poco de fresco, el sol mantenía equilibrado la temperatura. Me había puesto una falda corta de rayas negras y blancas pegada con mis botas altas de plataforma que tanto amaba y un suéter de cuello de tortuga negra. Cuando entré al coche, Peter estaba recién salido de la ducha por el pelo húmedo que se veía, unos jeans oscuros y también un suéter cuello de tortuga café, lo que hacía resaltar perfectamente sus facciones de la cara.

—Buenos días, ¿dormiste bien?, ¿cómo te sentís? —me dijo dándome un beso en la mejilla.

—Bien, mucho mejor —sonreí—. Ayer por la noche me tomé el antibiótico que me recetaron y al parecer eso me ayudó bastante.

—Me alegro mucho —sonrió y arrancó el coche.

Me había traído a desayunar al Museo Evita, uno de mis lugares favoritos para estar y donde tenían las mejores medialunas de toda la ciudad. Nos dieron una mesa casi en la esquina junto a un árbol. El patio era bastante agradable, tenía muchas plantas y árboles, había un poco de gente pero siempre se mantenían al margen de tener una conversación casi silenciosa, eso me encantaba del lugar, que respetaban a la persona que tenías al lado sin molestar con el ruido al hablar.

Después de unos cinco minutos leyendo la carta, nos decidimos para llamar al mozo y antes de que pudiera pedir algo, Peter se adelantó.

– ¿Chocolatada con medialunas? —me dijo en forma de pregunta pero afirmando mi desayuno favorito, yo asentí apenada.

—Perfecto, ¿algo más? —preguntó el mozo, los dos negamos— Permiso.

—Peter...

—Lali... —dijimos al mismo tiempo y reímos—. Dale, vos primero —dijo tímido.

—No, no vos, perdón —insistí.

—Bueno... —suspiró—, quiero invitarte a la casa de mis viejos en Cariló este fin de semana —me quedé helada— Es una casa enorme, ellos estarán ahí pero no los vemos si vos no querés, no quiero que pensés que estoy apresurando las cosas.

—No, no... —dije dudosa.

—Pero quiero llevarte, es uno de mis lugares favoritos en el mundo y... nada, ¿qué decís? —me miraba emocionado.

No sé de dónde carajos sacaría esa idea si hace tres días que no le hablaba al chabón y ahora me venía con este tipo de invitación... a casa de sus viejos.

Mi cuerpo no reaccionaba, estaba totalmente ida, la situación se me estaba saliendo de las manos pero tampoco podía resistirme a él, que me veía con sus ojos verdes hermosos que siempre me atrapaban con sólo mirarme, esa mirada con las cejas alzadas y la sonrisa de nene que tenía.

—Emm —no me salía ni una palabra de la boca y en eso sonó mi celular que estaba sobre la mesa— ¿Hola? —contesté, Peter seguía mirándome, mientras llegaba nuestro desayuno.

—Lalita, ¿todo bien? —Eugenia hablándome mientras tenía a su ex frente a mí.

—Hola —me limité a decir su nombre—, todo bien.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora