Capítulo 19

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Por segundos nos olvidamos de lo que pasaba a nuestro al rededor, seguíamos besándonos un poco menos apasionados, cuando volvieron a tocar la puerta, me separé casi a regañadientes de él.

—Pará —susurré. Peter no dejaba de besarme hasta que puse mi mano en su pecho para separarlo un poco— Pará un poquito.

—¿Quién es?, que se vaya —susurró robándome un beso.

—¡La!, abrime, ¿estás? —la voz de Mery se escuchaba del otro lado de la puerta, a centímetros de mí y de Peter.

—Es Mery, pará —lo alejé un poco de la puerta para acomodarme la ropa, él se acomodó un poco el pelo y se cruzó de brazos sin una mínima preocupación, mirándome canchero. Abrí la puerta y encontré a mi amiga con dos bolsas de tela en las manos y unos deportivos encima.

—Mery, ¿que hacés aquí? —pregunté sacando un poco mi cuerpo por la puerta sin abrirla demasiado.

—¿Cenamos? Tengo que contarte algo importante —me dijo algo triste y me preocupé— ¿Todo bien?, ¿por qué no me dejás pasar? —no sé que cara hice pero se dio cuenta al instante y soltó una carcajada.

—¿Me esperás un minutito? —le pregunté mientras ella asentía y cerré la puerta

Me volteé y Peter estaba parado con una sonrisa, no dio tiempo de decir nada porque me tomó de la cara delicadamente para plantarme un beso.

—Peter, pará un poquito, de verdad —reí entre el beso—. No la puedo correr de mi casa, al parecer tiene algo importante que contarme —me hizo un puchero—. Perdonáme, te tenés que ir.

—¿Me estás corriendo después de ese gran beso, Lali Espósito? —preguntó aún sin separarse de mí

—Te estoy invitando a irte —solté con onda y tomé sus manos para quitarlas lentamente de mi cuello.

—Que mala que sos —se cruzó de brazos—. Pero está bien, es una forma educada de correrme —rió.

—Dale, gracias igual por traerme —sonreí mientras abría la puerta.

Mery estaba recargada con las bolsas en la pared esperándome y me lanzó una mirada pícara cuando salió Peter detrás de mí.

—Peter, ella es Mery, una amiga mía —los presenté y él se acercó amablemente a ella para saludarla.

—Encantado Mery, perdón por hacerte esperar —sonrió canchero y volteó a verme, me quería morir—. Chau linda, te escribo —se despidió dejándome un beso marcado en la mejilla y entró al elevador.

Cuando las puertas se cerraron, Mery me pegó con una de las bolsas de tela que llevaba, yo me quedé mirando el elevador queriendo huir en ese momento.

—¡Perdón por la espera, dijo. Sos una yegua, nena! —alzó la voz mientras reía y entramos a la casa.

—Llegaste en el momento perfecto amiga... —dije suspirando profundo.

—A mí me parece lo contrario —dejó las bolsas en la isla pequeña de la cocina y comenzó a sacar tuppers de vidrio con comida—. Un par de minutos más y no lograbas abrirme la puerta —Mery rió.

—Por suerte no pasó. Puff, que locura —me senté en el banquito tomándome la cara—. Esto está muy mal, ¿no? —le pregunté.

—Sí, es una locura pero una locura que está on fire, amiga —me molestaba—. Vaya chape que interrumpí, me odio en estos momentos.

—Basta, de verdad estuvo muy mal eso, por un momento me olvidé de todo y... —cerré mis ojos—. Dios, ¿cómo pude llegar tan lejos?

—¿Tan lejos llegó? —casi se le salen los ojos a mi amiga al escuchar eso.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora