Capítulo 27

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Llegamos a la casa y aún no habían llegado los papás de Peter, así que nos dirigimos directamente a nuestra habitación. Entramos y se sentía un frío terrible, yo aún congelada me senté en la cama mientras Peter encendía la calefacción.

—Qué frío —dije cubriéndome con mi chaqueta sobre los hombros.

—Metéte a bañar ahora, que sino agarras un resfriado —nos fuimos al baño y me explicó—. La de la derecha es la caliente, tarda un par de segundos en calentar. Ahora te traigo toallas. ¿Necesitás algo más? —negué—. La ropa mojada la podés dejar en ese cesto y mañana mismo la secamos.

—Buenísimo

—Dale, em... las toallas, vengo— salió apresurado del baño.

Mientras lo esperaba encendí la regadera, me logré quitar los jeans mojados y escuché un ruido afuera del baño, me asomé y vi a Peter recogiendo algunas cosas del piso.

—¿Todo bien? —reí.

—Sí, sí. Se me cayeron estas cosas, perdón —me volteó a ver y su mirada se posó en mis piernas desnudas. Aún tenía las bragas y la blusa puesta—. Ahora te llevo la toalla —asentí en silencio.

Volví a entrar al baño dejando la puerta entre abierta. Mi instinto de mujer me dijo que me asomara de nuevo por el espacio entre la puerta y el marco, encontrándome a Peter acomodando torpemente lo que se le había caído en las repisas del armario. Me saqué la blusa para quedarme en ropa interior y volteé rápidamente hacia la puerta, estaba Peter parado observándome en silencio, tenía la toalla doblada en sus manos. Sin decirnos nada, él dio un pequeño paso al frente al mismo tiempo que dejaba la toalla sobre el mueble del baño, yo seguía estática sin dejar de mirarlo a los ojos. El vapor de la regadera se hizo presente, el frío que sentía se convirtió en escalofríos, Peter caminaba hacia mí sin apartar la mirada hasta tenernos frente a frente, con la respiración pausada su mano recorrió desde la punta de mis dedos hasta mi nuca.

Mi corazón palpitaba a toda velocidad, bajó un poco su cabeza para poder juntar nuestras narices y cerrar los ojos.

—Quiero tocarte —susurró a centímetros de mi boca.

—Hacélo.

Sin hacer un mínimo movimiento, la mano de Peter recorrió cada rincón de mi cuerpo y de mi espalda hasta llegar a mi nuca, me tomó delicadamente y me besó. Él tenía la piel fría y toda la ropa húmeda. Al separarse, sus ojos se perdieron en mi piel...

—Sos hermosa.

Nuestras frentes se juntaron y su mano viajó hacia mi boca rozándome los labios lentamente hasta acabar detrás de mi oreja. Sin contenerme más, hice un pequeño movimiento para destruir la mínima distancia que separaba nuestros labios. Nuestras lenguas jugaban al mismo tiempo que mis manos viajaban hacia los botones de su camisa para desabrocharlos uno por uno hasta lograr quitársela de encima. La fría mano de Peter la sentí de nuevo en mi espalda tratando de desprender el sujetador. Nuestros torsos desnudos se rozaban mientras nuestras bocas sin separarse se buscaban. Llevé de nuevo mis manos hacia su pantalón para desabrocharlo y dejar que se deslizaran hasta sus tobillos con todo y boxer. Me acariciaba toda, así como yo a él, hasta deshacerse de la única prenda que me faltaba.

En ese momento me perdí, me dejé llevar, me atreví a sentir todo, dejar que me invadieran los sentimientos hasta el último rincón de mí. Nuestros cuerpos se buscaban, pensé que todo él era perfecto. Caminamos lentamente hacia la ducha y al segundo sentimos el agua caliente.

—¡Auch! —solté de una y entre besos reímos.

Peter buscaba la llave del agua fría sin dejar de besarme hasta equilibrar la temperatura. Me recargó sobre la pared de azulejos blancos dejando que el agua nos cayera mientras sus manos recorrían mi cuerpo y las mías el suyo. Entre besos y caricias, me alzó y yo enredé mis piernas en su cintura sin dejarnos resbalar. Nos sentamos en el pequeño banco dentro de la ducha de mármol donde el agua caía directamente, me acomodé justo para no caerme mientras Peter depositaba besos entre mi clavícula y mi hombro obligándome a llevar hacia atrás mi cabeza dejándolo pasar por toda la zona de mi cuello, yo mantenía mis ojos cerrados y le acariciaba el pelo. Noté su contención, que intentaba ser dulce y delicado pero apasionado a la vez.
Fue mi turno, lo besaba por todas partes aún aferrada a él, lo besaba por toda su cara, su cuello, su pecho, hasta que con un sólo movimiento lento nos unimos cortando nuestra respiración.
Nos dejamos llevar disfrutándonos mutuamente hasta quedarnos sin fuerzas siendo parte del ruido del agua corriendo. Después de recuperar el aliento, nos incorporamos de nuevo con besos intensos hasta que logramos salir de la ducha después de bañarnos. Peter me ayudó pasándome una toalla, mientras la enrollaba alrededor de mi cuerpo me abrazó desde la cintura cargándome sin parar de besarme hasta dejarme cuidadosamente sobre la cama.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora