Capítulo 37

1.1K 61 2
                                    

—Pero qué linda que estás —entró y me dio un beso zarpado.

—Vos también estás muy lindo, pasá.

Peter dejó las botellas y la caja en la barra de la cocina y sacó un sacacorchos del cajón para abrir una de las botellas, la otra la tomé y la metí al refrigerador para que no se calentara. Puse música desde el living con una playlist ya hecha de Spotify mientras Peter prendía el horno para precalentarlo.

—Muy bien, señorita chef, usted manda.

—Empezamos por la masa —lo miré sonriente y le fui indicando qué ingredientes poner.

Hicimos la masa desde cero sobre la barra de la cocina hasta tenerla homogénea. Peter boludeaba con la masa pegada en sus dedos y reíamos.

—Después cortá círculos de unos diez centímetros, mirá así —tomé un bowl de vidrio y lo coloqué sobre la masa para cortar el círculo.

—Qué profesional —dijo Peter y reí.

—Dale, tu turno.

—Sos hermosa —soltó de la nada.

—Dale, concentráte.

—No me puedo concentrar con vos así de linda —dijo canchero.

—¿Solo hoy estoy linda? —lo miré alzando mi ceja.

—Siempre estás linda —me tomó de la cintura para acercarme a él—. ¿Te hiciste algo hoy? —negué— Estás muy pero muy linda.

—Basta, Lanzani, dejá de chamuyear y mejor cociná —traté de safarme de él.

—Dale, dame un beso, te necesito —me rogó.

—Vos necesitás un baño de agua fría nene, porque tus hormonas están a baño maría —logré soltarme— Dale, a cocinar.

Lo miré y estaba haciéndome puchero y le lancé una mirada retadora. Mientras Peter terminaba de cortar la masa, yo me dediqué a hacer el relleno de carne para después sellar las empanadas con un tenedor.

—¿Por cuánto tiempo es? —Peter metió la charola al horno.

—Veinte minutos —solté mientras terminaba de limpiar la barra y al toque sentí a Peter besándome en el cuello— ¿Qué hacemo'?

—Tenemos veinte minutitos

—Peter Lanzani te calmás un poco —me giró para tenerlo frente a él y me besó acorralándome entre la barra y su cuerpo. Le correspondí el beso y lo tomé del cuello al mismo tiempo que Peter me cargaba como koala. Lo enredé de la cintura con mis piernas para sostenerme bien, sus manos me tomaron de la espalda y las mías se encontraban jugando con su pelo. Me besaba el cuello, el mentón, viajaba de mi clavícula a mi boca y de mi boca al cuello, una y otra vez.

Nuestras respiraciones se aceleraban con cada segundo mientras caminábamos hacia el sofá, Peter se sentó y yo quedé arriba de él. Se escuchaba de fondo alguna canción de The Weekend que no pude reconocer pero hacía que la situación subiera un poco más de tono. Peter me tomó de la cara con las dos manos delicadamente para separarme de él y nos miramos. El brillo de sus ojos era intenso y pude ver un poco de mi reflejo en ellos, me miraba atento casi sin pestañear, su mano me acariciaba parte de mi cuello y nuca. Sin soltarnos la mirada, se escuchaban por lo bajo nuestras respiraciones y el sonido de la música.

—¿Qué pasa? —susurré sin apartar mi mirada de él. Hubo silencio, la mirada de Peter me hipnotizaba y él me veía aún sin decir nada, hasta que me acarició el pelo poniéndome detrás de la oreja un mechón.

A Mi ManeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora