Capítulo 10

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Los ojos azules de Giyuu chocaron con los rubíes de su amada, su corazón palpitó rápido, como dándole una premonición, nada estaba bien, y por mucho que lo supiera se negaba a aceptarlo. La preocupación y tristeza en el rostro de Namae hicieron que su estómago se devolviera con fuerza. Tenía miedo, Tomioka tenía miedo y ni siquiera sabía a que se refería la demonio.

Tenía la garganta seca, de pronto todo se había detenido, como si de un extraño y nostálgico hechizo se tratara.

—¿A que te refieres? —Artículo él, como pudo.

En respuesta la castaña lo abrazó, tan fuerte como ninguna de las veces anteriores, aferrándose a los brazos del hombre que siempre había amado, aquel que le había mostrado tan sólo un fragmento de aquello que muchos llamaban felicidad.

Quería decirle tantas cosas, había planeado ese día tantas veces, había repetidos sus diálogos en su cabeza, cuando se enteró de que pelearían contra Muzan ella se consideró preparada, mas ahora, que estaba ante la posibilidad de no verlo nunca más, ni a su hermosa niña Yukki, sintió un hoyo en su pecho.

—Namae dime algo —Rogó después de unos minutos, ella permanecía en silencio y sólo lloraba desconsoladamente en su hombro, aquello lo había preocupado sin duda.

—Giyuu yo soy su hija, aún hay un demonio capaz de convertir a los demás —Fue lo primero que dijo, con su voz entrecortada y pequeños espasmos.

Aunque estaba agradecida por haberlo conocido, porque él le mostrará el mundo, porque le diera pequeños momentos en los que piensas que lo tienes todo, justo en ese ahí comprendió por qué los humanos llamaban amargo al amor. Si bien puede darte alegrías y sonrisas, de un segundo a otro todo pude convertirse en lágrimas y tristeza.... Es que las despedidas no son fáciles y menos cuando amas de verdad.

—¿De qué hablas? —La apartó bruscamente, no era su intención, pero el impacto de sus palabras podían más que él, y comenzaba a actuar sin conciencia. Sus ojos volvieron a chocar y secó sus lágrimas —Tú no necesitas la carne humana Namae, nunca te has sentido así.

—Soy un demonio... —Continuó más fue detenida por el pilar.

—Si ellos no permiten que permanezcas a mi lado, a nuestro lado —se refirió a Yuki —entonces yo pelearé una vez más, ya lo dije hace mucho, haré lo que sea necesario por ti y por nuestra familia.

—Giyuu escúchame —Exigió frunciendo la mirada —Sé muy bien cuán importante soy para ti, me lo has demostrado todo este tiempo, con tus acciones, pero no se trata de la sede o lo que piensen los demás —depósito su menuda mano en la mejilla derecha del receptor —Se trata de que ya no se cuanto más pueda contenerme.

—No entiendo —Cerró sus ojos esperando que eso no fuera más que una pesadilla.

—¿Crees que Yuki nació humana por un mero milagro? —Esa pregunta fulminó todas las ilusiones de Giyuu, él comenzaba a entender por donde tiraban los hilos —Yo me sacrifiqué por ella, como en su momento mi madre lo hizo por mí, sólo que lo hicimos de formas distintas.

—Namae...

—Déjame terminar por favor —Lloraba tanto que terminó por tragarse sus propias lágrimas, parecía una lluvia —Antes no entendía, pero ahora creo que comprendo el sentimiento de mi madre, cuando supe que Yuki podía ser un demonio, me aseguré de que no fuera así, aunque para eso tuviera que entregar mi humanidad y convertirme en una demonio completa —Tomioka sintió que su alma se partía en mil pedazos al escuchar aquello —Yuki es humana porque yo soy una demonio, le entregué mi humanidad a ella, como un regalo. Por eso Muzan ya no me necesitaba, por eso el sol me afecta y ahora estoy escondida bajo estos árboles, por eso está será mi última vez.

—¿Llevas contenido tu sed de sangre dos años? —La tomó de la cintura para atraerla a él, oculto su cebada en su pecho —Has estado actuando como si no te afectará todo este tiempo.

—Quería vivir al máximo —Ella comenzó a acariciar su cabello, ambos cayeron al suelo, parecía un niño pequeño, aquel fuerte hombre que ella conoció, ahora se veía tan indefenso —Sabía que si te contaba las cosas se complicarían, sólo me verías con lástima, y no quería eso amor mío, quería que cuando llegara este día, nuestros recuerdos juntos fueran lo mejor que me llavara.

—No me hagas esto Namae —Suplicó —Te necesito, eres la razón de que mi felicidad haya vuelto.

—Oh Giyuu debo hacerlo —Besó la coronilla de su cabeza, sus cabellos cayeron a los lados y se quedó así unos segundos —La felicidad que sentimos aquellos días era un pequeño trozo de cristal, ahora mismo se ha roto en mil pedazos y está esparcido por cada memoria y recuerdo que tenemos, te toca reunir los trozos y volver a armarla.

—¿Cómo voy a hacer eso sin ti? —Levantó su cabeza para observar su hermoso y pálido rostro

—Es que no estás solo —Aquellas palabras lograron tocar lo más profundo de él —Está Tanjiro, está Nezuco, esta Hikari... —Se puso en pié —Y esta nuestra pequeña Yuki.

—No me dejes por favor —Sabía que ella tenía razón, pero eso no quitaba lo desolador que era verla convertirse en cenizas.

—No te preocupes —Se puso en la orilla de la sombra —Nos volveremos a encontrar una vez más, y cuando eso suceda... llevame al mar —Giyuu también se levantó para acentir —Te amo, yo no te olvidaré, así que no me olvides.

—Jamás lo haría —Antes de que pudiera hacer cualquier otra cosa ella se lanzó a los rayos del sol.

Su hermoso cuerpo comenzó a hacerse cenizas, así como el corazón del pilar. Terminó por llorar, sus lágrimas bailaron sus mejillas, ya no tenía caso, estaba viendo a la persona que amaba consumida por el fuego de la mañana.

—Nos conocimos, así que no importa lo lejos que estemos o el tiempo que pase, algún día, seguro, nos volveremos a ver —Esas fueron sus últimas palabras.

Giyuu intentó abrazarla, más cuando se abalanzó sobre el cuerpo desapareciente este se desvaneció por completo, haciendo que el cayera al suelo con las ropas de ella en sus manos.

Lloró, lloró aferrado a los recuerdos y sonrisas, a las confesiones, a los momentos buenos, a los malos, a las alegrías, a las tristezas, a las noches de pasión, a las noches en vela. Lloró aferrado al rostro de ella cuando tuvo por primera vez a su hija en sus manos, cuando cuidaba la rosas, cuando cantaba mientras cocinaba, lloró aferrado a ese tatareo que significaba que estaba de buen humor, o a ese gesto que implicaba que se sentía sola o que lo extrañaba.

Lloró tanto que terminó rodeado de los sobrevivientes, que lo observaban con un atisbo de lástima, comprendían el dolor.

—Jamás vi a Tomioka-san llorar tanto —Susurró Mitsuri con una mano en su pecho.


—Jamás vi a Tomioka-san llorar tanto —Susurró Mitsuri con una mano en su pecho

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No hay palabras está vez...

ʀᴏsᴀ ᴄᴏɴ ᴇsᴘɪɴᴀs °|ᴛᴏᴍɪᴏᴋᴀ ɢɪʏᴜᴜ|°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora