Su espada se posó en el cuello desnudo de la femenina. La nieve los envolvía; el paisaje era blanco, tranquilo, hermoso... pero nada comparado con la ardiente y roja mirada de la demonio debajo de él. Sus ojos eran rojos y brillaban cual rubíes bajo aquella ventisca.
Y aunque sus miradas se cruzaron, el cazador de cabellos azabaches evitó mostrar el débil remolino de emociones que había causado en su interior.
—¿Últimas palabras, demonio? — la seriedad utilizada en aquella pregunta la abrumó, tanto que se vio en la necesidad de desviar la vista del Pilar.
—Mi nombre es Namae — reveló permitiéndolo ver sus ojos nuevamente, mientras dejaba caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo, quedando totalmente indefensa.
Ella estaba más que dispuesta a aceptar su destino, esa vida era un suplicio. Sus ojos carmesí eran una maldición, todas las personas le temían, como si ella fuera la responsable de tener esa naturaleza tan odiada entre los humanos. Así que poco o nada le interesaba seguir viviendo, ya estaba lista para morir.
Tomioka levantó su arma decidido a terminar con la vida de aquella demonio, pero de un momento a otro, antes de poder rozar el filo de su acero con el cuello de la femenina, ella sonrió. Era la sonrisa más real y sincera que había visto en su vida, dudando de lo que estaba a punto de hacer bajó su mirada y clavó la espada en la nieve, quien fue la única testigo de las emociones desatadas en su interior.
Inhaló y exhaló.
¿Cómo un demonio, el cual conocía hace más de cinco minutos atrás, era capaz de despertar tales emociones en él?. Se negaba a aceptarlo
—¿No era tú intención matarme? — cuestionó confundida, al observar como el cazador dejaba su arma clavada en la nieve.
—¿Mataste a algún humano antes? — ignoró por completo las palabras de la femenina , ella negó suavemente —. Entonces no tengo motivos suficientes para acabar con tu vida.
—¿En qué momento los cazadores se volvieron tan condescendientes con los demonios? — preguntó curiosa, alzando una ceja.
—No lo somos — contestó alejándose de ella, tomando su espada e introduciendola en su funda — Será mejor que te vayas, no creo que mi amabilidad duré demasiado tiempo.
Comenzó a caminar escaleras abajo, alejándose del templo -lugar de aquellos momentos de duda y debilidad -con una paciencia y tranquilidad innatas, dos virtudes que siempre lo habían caracterizado. El frío empeoraba a cada segundo, haciendo que las pocas personas en los alrededores buscaran refugiarse en el calor de sus casas.
—¿Por qué me persigues? — de un movimiento rápido se giró, desenvainó su espada y la apuntó con esta. Aquella demonio había seguido sus pasos sin temor alguno — Te mataré si no te alejas.
Ella permanecía inmóvil, dejándole ver que no le tenía miedo. La mirada del pelinegro recorrió con cuidado a la chica, la cual portaba un kimono azul decorado con unas mariposas blancas, sus pies se encontraban descalzos y sus manos descubiertas, su cabello era sostenido por un listón azul pálido.
Dejando su observación de lado, alzó su vista, volviendo conectar sus ojos azules con los carmesí de ella. Tomioka suspiró, era la segunda vez que se rendía ante el mismo demonio. Se despojó del haori que le brindaba calor y lo posó en los hombros a ella.
El segundo momento de debilidad que aquella le hacía sentir, y el primer día en el que su vida cambiaría drásticamente.
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❦Namae¹ - pensé que _____ se veía mal, así que se me ocurrió poner en el traductor "nombre", y literalmente salió eso. Así que de ahora en adelante usaré esto.
Palabras de la autora.
Me encuentro realmente emocionada por este nuevo proyecto, que espero de todo corazón acepten igual de bien que mis otras historias.
Espero que hayan disfrutado de la lectura y que le den una buena bienvenida.
Y recuerden, lean comiendo palomitas.
Se despide, Sora.
*Se va por falta de palabras para expresarse*
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ʀᴏsᴀ ᴄᴏɴ ᴇsᴘɪɴᴀs °|ᴛᴏᴍɪᴏᴋᴀ ɢɪʏᴜᴜ|°
Fanfic❝Sus ojos eran realmente hermosos, su brillante mirada era de un intenso color carmesí, al igual que una rosa. Y siendo tan parecida a aquella flor, ella se encontraba rodeada de espinas, tan crueles y dolorosas que hasta el más fuerte sangraría al...