8 - Lluvia.

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Narra Katniss

Comienza a lloviznar, y mis dedos resienten el frío del viento helado. Desde donde estoy, veo a todos y nadie me ve. Pasa una persona de vez en cuando, pero ninguna es a quien vine a buscar. Tomo mi arco con firmeza y me acuclillo cerca del borde del techo. Fuera de la casa de la Comadreja no pasa nadie, y dentro, no hay ninguna luz encendida. Saco del bolsillo de mi blusa la pequeña foto que venía entre los papeles que Gale me entregó, memorizándome su rostro por milésima vez. La regreso a su lugar para mirar a mí alrededor de nuevo, y veo que la mujer pelirroja se acerca desde la derecha. Cuando está a unos pasos de su puerta, bajo de entre las sombras que me escondían sin hacer ruido. Cargo mi arco con una flecha y me posiciono detrás de ella, apuntándole, justo cuando apenas saca las llaves para entrar a su casa.

-Tenemos unos asuntos pendientes, Finch –le digo, aún apuntándole. De la punta de la flecha caen gotas de agua. La lluvia ha arreciado.

La chica parece completamente aterrorizada, y después de unos segundos, me doy cuenta que en verdad le inspiro miedo.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres? –pregunta, titubeando.

-Annie, Suzanne y Primrose Everdeen –digo en respuesta-, sé que participaste en su asesinato.

Ella abre los ojos desmesuradamente.

-No, no… yo no… -comienza, claramente nerviosa-, es decir… sí, pero…

Lo último que sale de sus labios me lleva a dispararle la flecha a la pierna. Ella se tumba en el pasto mojado, víctima del dolor. Preparo mi arco de nuevo, con la Comadreja tumbada a mis pies.

-¿Pero qué? –le exijo, tratando de controlar mi ira que no hace nada más que crecer.

-Es decir… sí, participé,… me asignaron el trabajo de planear cómo iba a suceder –dice, descolocada. Desvía su mirada hacia la flecha tensada en la cuerda de mi arco-, por favor, ya no me lastimes.

-¿Por qué te garantizaron inmunidad? –la cuestiono.

-Por favor… deja de apuntarme –me suplica.

Bajo el arco y me acuclillo frente a ella. Tomo la flecha que ya tiene clavada en la pierna y la retuerzo en la herida. La Comadreja suelta un quejido destrozado y comienza a llorar desesperada, aunque nadie sería capaz de escucharla, ya que la lluvia cae sin pena alguna sobre nuestras cabezas.

-¿Por qué te garantizaron inmunidad? –le repito, hostil.

-Romulus Thread –dice en un hilo de voz-, el comandante, tenía un arreglo.

-¿Un arreglo? ¿Para ti?

Ella asiente con la cabeza.

-¿Sólo para ti? –le pregunto, y vuelve a asentir. Sin embargo, no logra convencerme. Me levanto y vuelvo a cargar el arco- No me mientas –le advierto. 

-No… no… -tartamudea-, no fue sólo para mí.

-¡¿Para quién más?! –le demando saber, tensando la cuerda aún más.

Ella se arrastra hacia atrás, dirigida por el miedo.

-No te muevas –le ordeno. La Comadreja se queda petrificada- ¿Para quién más?

Duda unos segundos hasta que decide hablar.

-Cato Ludwig. Y Clove Fuhrman.

Y escucho un disparo, seguido de dolor.

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Narra Peeta.

En el camino hacia mi casa hay sólo una que otra persona caminando a paso apresurado para encontrar refugio de la tormenta. No pensé que fuera a caer una lluvia, por lo cual no venía preparado. En este punto, estoy tan empapado que ya no me preocupo más en caminar rápido. De todas maneras, la gripe ya la tengo segura.

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⏰ Última actualización: Jun 07, 2020 ⏰

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