Tetsuo estaba en coma, caído en cama y sin ganas de moverse. Decían que era permanente, aunque despertara.
Y a pesar de que hacía treinta años no se hablaban, Kaneda estaba allí, a un lado de la cama. Nadie más había venido en los cinco días que él viejo había caído medio muerto por ser arrollado, irónicamente, por una pandilla de motoqueros tomados de más.
—Te ganaste la mala fama, pelotudito –comentó el vivo, mirando el rostro conectado a la camilla que por fin no iba a retrucarle nada —. Nadie te quiere.
¿Entonces por qué él estaba allí? Se había caído de la cama, enredó a Kei consigo y la dejó gruñendo por la mañana, hasta que le anunció la noticia. Lo habían llamado a él, porque era el único número que figuraba en el viejo celular de Shima.
Se quedó tieso, mirando el monitor que registraba los latidos de Tetsuo.
—No despiertes, yo tampoco te quiero. Mejor muerto, que vivo si es que no vas a poder ni hablar, ¿no? Alguien como vos, aunque estés viejo y asqueroso, y calvo, arrugado —rió —. Pelotudo, ¡tas re feo!
Se carcajeó al lado de el cuerpo vegetal, como si no estuviera al borde de la muerte, como si no fuera una trágica escena. Pero era feliz de volver a verlo, y reírse de él, o con él, aunque al final a la mirada de las enfermeras pareciera un psicótico más, hablando con un muerto que escuchaba (no como hacía en vida).
Y no respondía, cuando en vida sí lo hacía incluso cuando peleaban. Incluso cuando era de madrugada y Kaneda lo molestaba con tal de no aburrirse.
Suspiró.
—Ese es el tema con ser amigo de un muerto —Dijo—, es una relación muy unilateral.
Y se volvió a reír.
'Dale, levántate, pegame, tarado. Siempre lo hacías cuando te molestaba, ¿qué te cuesta ahora?', se contradecía en su cabeza. Claro, Shima no iba a despertar y eso era mejor, como dijo al principio, no sería Tetsuo sin expresar su desencanto con el mundo.
Pero tampoco podía soportar verlo morir, o matarlo en soledad. Quería acompañarlo, al menos hasta el final. Como Tetsuo había hecho con él en los días de hospital cuando lo hacían mierda otras pandillas, en sus principios.
"Tenés que dejarlo ir, Shotaro", dijo Kei, la única vez a la semana que Kaneda volvió a casa a descansar.
Pero Kaneda era necio. Aunque él tampoco entendía bien porqué no quería dejarlo ni un momento, y de alguna forma, era tan egoísta como para seguir queriéndolo vivo, en ese estado.
Una noche se preguntó dónde estaría el alma de Tetsuo, y si ya se había ido. Tal vez, cuando robó a su familia y se marchó, cuando los amenazó con un arma y llorando les dijo que no se acerquen.
"Me voy a la mierda, ni piensen seguirme o les rompo las llantas", amenazó ese día.
Kaneda se preguntaba si ahora Tetsuo pensaba lo mismo, y si él mismo debía dejarlo ir, morir en paz.
Segunda semana, a punto de desconectarlo, le dijo en mitad de una sonrisa que nadie vio; era tan melancólica que daba asco.
—Estoy acá, porque sé que jamás dejaré de esperar lo mejor para vos. Siempre te cuidé, y aunque no deba, porque ya tenés los huevos por el piso y lo sabés hacer solo, yo te voy a cuidar, incluso si me decís que no.
Ya no había nada, ni llanto, ni sonrisa, y se preguntó si su propia alma seguía ahí.
—Te veo en el infierno, frentón. Cuidate solo hasta que llegue yo.
ESTÁS LEYENDO
Akira; oneshots.
FanfictionOneshots y drabbles de los personajes de "Akira", por lo que estos personajes pertenecen a Katsuhiro Otomo. > Sin editar, puede tener errores de tipeo.