≽𝐚𝐫𝐠𝐮𝐢𝐧𝐠.

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—Doyoung, déjame— Su respuesta, tajante y fría, le hizo retroceder un paso, suspirando mientras cerraba los ojos por un segundo, buscando que contestarle.

Jaehyun, quien aún permanecía de espaldas a él con ambos auriculares puestos, pero con la música lo suficientemente baja para escucharle perfectamente, decidió que con su respuesta ya había dicho todo, por lo que comenzó a caminar.

Hubiera podido seguir su camino, si no fuera por la mano que le sujetó la muñeca, haciendo una leve presión, que aunque no doliese parecía que le quemase, como si su tacto estuviera ligado con unas llamas.

—No puedes irte— Sintió que se hacía añicos al ver lo débil que sonó su voz, como si estuviera conteniendo sus lágrimas. 

Sin embargo, sabía que Doyoung no lloraba, y mucho menos en público. Le habían educado y enseñado así, no iba a volverse débil por un tercero.

—Es exactamente lo que estoy haciendo— Aunque su cabeza estuviera gritándole que no se alejara del agarre que unía a ambos cuerpos, que le rodeara con los brazos para cumplir la promesa que le hizo de no irse jamás, armó una fuerza de voluntad gigantesca, girando sobre sus talones para plantarle la cara.

La mirada que antes era tan dulce y fresca, ahora era oscura, y le miraba como si no le reconociera o no quisiera hacerlo, como si buscara olvidarle o deshacerse de los recuerdos que tenían en común.

—Escúchame...— Pidió el mayor, inhalando todo el aire que podían contener sus pulmones, sentía que se ahogaba a pesar de que el viento transcurría a su alrededor.

—¿No crees que ya he escuchado suficiente? Estoy haciendo esto para que puedas seguir con tu plan de vida, para que no tengas distracciones, ni tampoco problemas con tu familia— Su puño rodeó el billete de tren que sostenía con fuerza.

—Lo siento— Siseó sus palabras, bajando la cabeza por unos segundos mientras hacía una mueca.

—No estoy molesto— Su sinceridad provocó que le mirara nuevamente, frunciendo el ceño confundido, pero antes de que pudiera preguntar, Jaehyun se le adelantó— Simplemente estoy cansado. Estoy cansado de no poder tomarle de la mano a mi propio novio cuando vamos por la calle, de no poder siquiera darle un beso o un abrazo, de no poder conocer a mis suegros, de no poder tener en mente que seamos algo más que lo que somos ahora por el sencillo hecho de que creo que va a decir que no— Hizo una suave pausa, humedeciendo sus labios para volver a hablar— Y, a pesar de todo y por muy idiota que pueda resultar, le entiendo, entiendo perfectamente la situación en la que está y el punto en el que su vida se encuentra. Por eso mismo he decidido esto, ya tienes tu vida resuelta por años, ¿de verdad vas a querer jugártela por un chico? Sé un poco más inteligente, no es propio de ti este comportamiento— Ahora las frases habían sido dirigidas directamente a él, dejándose la tercera persona a un lado.

Al acabar de hablar, sintió que había sido demasiado cruel con él y a la hora de expresarse, pero era consciente que de otro modo el mayor no tomaría distancia. Sus palabras tuvieron un impacto tan sólido en Doyoung, que este podía jurar que algo se estaba haciendo trizas en él, y repercutaba en su cuerpo, dándole un dolor de cabeza persistente y molesto.

—No te estoy pidiendo que actuemos como desconocidos—Jaehyun volvió a hablar, al percatarse de que el contrario permanecía en silencio— Sólo dame un pequeño tiempo y te prometo que podremos ser amigos si estás de acuerdo.

Todas las advertencias que le lanzaba su cuerpo para que se alejara de él ahora que ya había dado un gran paso, cuando ya había puesto un muro entre ellos, se esfumaron en un chasquido de dedos, porque aunque no estuviera en posición de darse un lujo o un capricho; por muy pequeño que fuese, decidió acercar su mano hasta el rostro del chico que permanecía parado delante suya. Apoyó la mano en su moflete, repartiendo suaves caricias con su pulgar. Sus labios querían impactarse con los suyos, abrazarle y decirle que todo iría bien, que no pasaba nada y que seguirían estando juntos. Pero no debía, o al menos ese era el pensamiento que tenía. Y el cual parecía inamovible.

Doyoung cerró los ojos, apoyando su mano encima de la de su pareja, experimentando la suavidad de esta con la que tan estaba acostumbrado estaba. Entreabrió los ojos, rindiéndose ante la mirada que estaba recibiendo.

—Está bien— Si no fuera porque Jaehyun se acerco a él, no hubiera podido escucharle hablar de lo bajo que sonaron sus palabras— Ten buen viaje, y cuídate— Con delicadeza y lentitud, el menor descendió la mano de su rostro.

Doyoung giró la cara hasta que el chico ya estaba algo fuera de su alcance, caminando al andén del tren que le correspondía.

Se habían conocido hace dos años, en la plaza de un parque de Nueva York, y desde entonces habían sido inseparables. Pero la familia de Doyoung, la cual pertenecía a la política, no iba a permitir que otro de sus hijos fuera homosexual, porque bastante habían tenido con su hermano mayor y su tía. A pesar de la mentalidad que tenían, ellos no tuvieron pelos en la lengua a la hora de declarar que ella era bisexual y él gay, querían ser felices con sus parejas, querían poder presumirles y disfrutar de la libertad, sin sentirse encarcelados en una jaula. Y a Doyoung le gustaría poder tener esa valentía y esa manera tan decisiva de hacer las cosas, porque quizás, y tan sólo quizás, de ese modo no hubiera perdido a la única persona que le hizo sentirse como si cada día fuera un capítulo nuevo de un libro de aventuras.

Un aire frío le golpeó, ya no sabía si procedía de alguna ventana o era la sensación de vacío que dejó Jaehyun. Pero, cerrando los puños, y mirando al frente por donde se había marchado el menor, se prometió así mismo que las cosas no acabarían así.

Él no sería un cobarde.

Portaría con orgullo su apellido.

Por ser quién es, y por no dejar que nadie pise su felicidad. 

𝟥𝟢 𝑑𝑎𝑦𝑠 ⇝ 𝑗𝑎𝑒𝑑𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora