El bosque de los ciervos de oro V.2

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Hace algunas décadas se empezó a dar a conocer una historia muy peculiar, se decía que en algún país de las tierras americanas existía un bosque donde los ciervos resplandecían como si estuvieran hechos de oro, no importaba si fuera de noche o de día, ellos brillaban de tal manera que los espectadores quedaban anonadado por su belleza. Estos ciervos, según las historias, eran cuidados por un guardián que era todo lo contrario a ellos e inclusive decían que este caminaba a dos patas y que tenía garras parecidas a las de un oso.

Nadie sabe como se empezó a correr este rumor, pero este hecho logró que muchos cazadores codiciosos desearan obtener uno de estos animales, pues sabían que si las anécdotas eran ciertas podrían obtener más dinero del que jamás podrían imaginar tan solo consiguiendo un espécimen de estos seres ignorando por completo la existencia del cuidado de estos.

Muchos fueron los curiosos que viajaron a América en busca de ese deseo, pero nadie logró dar con el lugar.

Gran cantidad de cazadores se quedaron varados en el continente americano pues su ambición les hizo pensar que no importaba cuánto gastaran, recuperarían su inversión y hasta obtendrían ganancias al completar su misión.

Los años pasaron y la historia dejó de tener credibilidad, hasta que un persistente cazador empezó a vivir en las cercanías de un bosque en Chile, nadie entendía porque decidió vivir ahí, pero cuando alguien le preguntaba él siempre afirmaba que dentro de ese bosque se escondían los ciervos de oro, lo cual para nadie tenía sentido pues muchas familias solían visitar ese bosque con regularidad y nunca habían observado tal fenómeno.

Tras el pasar del tiempo el joven que entregaba el periódico se dió cuenta que el cazador llevaba ya mucho tiempo sin recoger el envío, sabía que no se había ido pues su camioneta seguía aparcada en el lugar de siempre y las luces de su casa estaban prendidas.

Consumido por la curiosidad el escuálido niño decidió entrar a la casa, con un simple empujón la puerta se abrió extremadamente fácil solo que... no tenía ni idea de lo que se encontraría ahí.

Ante sus ojos había un ciervo de gran tamaño con unos majestuosos cuernos y unos ojos brillantes y penetrantes, pero lo más impresionante era su pelaje de un color dorado intenso, con un brillo que hacía parecer que la casa estaba totalmente iluminada. Era tan espectacular que el chico no pudo evitar arrodillarse ante él y fue tal su asombro que ni siquiera se dió cuenta del enorme ente que estaba a su lado, con su piel totalmente negra como si estuviera envuelto en una sombra, sus manos puntiagudas y afiladas y con cuerpo de ciervo pero parado en dos patas, hasta que este se acercó y con un susurro le dijo.

–Tu si guardaras el secreto ¿verdad?–

Logrando que el niño lo viera y escapara de lugar, logrando que este tuviera en mente que nadie debía de adentrarse en los secretos del bosque de los ciervos de oro.

–Satya M. Larsson–


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