Un comienzo inesperado

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El vuelo había sido agotador, no le gustaba viajar pero había decidido empezar su nueva vida, conociendo otro lugar e incluso personas, al tener su maleta y skate favorita optó por salir del aeropuerto para tomar un taxi y dirigirse a su nuevo apartamento.
Las frías calles de Nueva York te ponían la piel de gallina, a su suerte no olvidó el suéter y la bufanda que le regaló su madre en su cumpleaños número 17. En el camino admiró cada detalle por la ventana y se asombraba por lo bello de los edificios y alrededores, llegando a su destino, pagó y bajó del taxi con todas sus cosas, sacando la llave del bolsillo de su pantalón se encaminó a ese enorme edificio donde se encontraba el apartamento, le había tocado el quinto piso, ya estando dentro de lo que sería su hogar echó un vistazo por todos lados y vaya que tenía una hermosa vista de la ciudad.

Para despejarse un poco del loco vuelo, salió al parque más cercano y anduvo en su skate como si nada, paseó por las banquetas haciendo uno que otro truco, antes de cruzar la calle se fijó que estuviera la señal de darle paso al peatón, se percató que sí, fue que al momento de estar cruzando un auto no se detuvo a tiempo y lo alcanzó a chocar por un lado dejándole algunos raspones en sus brazos y rodillas, maldijo para sí mismo y el conductor en señal de disculpa lo llevó al hospital más importante de Nueva York.

Sus heridas no eran tan graves así que esperó a que alguien lo atendiera, pero conforme el tiempo pasaba aquellos raspones comenzaban a arder y el dolor en sus rodillas se hizo presente.

Por un lado, el joven pelinegro llegaba al hospital, por las mañanas era enfermero y ponía en práctica lo que aprendía en teoría y así llegar a ser lo que tanto anhelaba.
Cuando vio al castaño se acercó de inmediato para atenderlo pues supuso que ya llevaba rato ahí solo sin que nadie le hiciera caso.

Lamento que nadie te haya atendido de inmediato, curaré tus heridas y pondré gasas en ambas rodillas ¿de acuerdo? — Habló con voz suave y le mostró esa sonrisa de conejo —

No pasa nada, entiendo que están ocupados con cosas más de emergencia, lo mío fue un pequeño accidente, estoy en buenas manos supongo. — comentó el castaño soltando una pequeña risa y se quejó por el ardor que todavía incrementaba —

Al estar totalmente curado, agradeció y casi se va sin su adorada skate, al tomarla en sus manos se volvió a encontrar con aquel lindo enfermero que lo había atendido, digamos que había quedado fascinado por esas suaves manos y la delicadeza en cómo curaba cada herida, no quiso quedarse con la duda y decidió preguntarle su nombre.

Oye, ¿cuál es tu nombre? — preguntó curioso —

Me llamo Xiao Zhan y ¿tú? — respondió acomodando la carpeta que traía para estrecharle la mano —

Wang Yibo, a sus órdenes mi querido Zhan. — en vez de apretarle la mano, tomó esta para depositarle un beso en los nudillos —

Después de esa manera de haberse conocido, ambos habían quedado fascinados el uno por el otro, Zhan por esa manzana de Adán y Yibo por esa sonrisa tan encantadora.

LOVE GOODBYE (YiZhan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora